Vio que la pelota tocaba la red y enseguida, se puso a llorar. Era en un clásico contra Nacional, y era su gol. Ni él lo podía creer.
Por todo lo que había luchado para volver a Peñarol, luego de haberse ido siendo un chiquilín.
Disputó el Campeonato Sudamericano de Argentina y el Mundial sub 17 en Emiratos Árabes Unidos 2013 y posteriormente, el Mundial sub 20 de Nueva Zelanda 2015 con Uruguay.
Y su nivel llevó a Peñarol a venderlo a Roma de Italia cuando comenzaba ese 2015 y tenía solo 19 años recién cumplidos.
El club aurinegro solo recibió US$ 1.000.000, y solo había jugado un encuentro contra Olimpia de Paraguay en un amistoso de verano con Jorge Goncalves de entrenador.
Se fue cedido a Perugia de la Serie B -sin jugar en Roma- y allí fue compañero de Darío Flores y de Guillermo Giacomazzi.
Luego tuvo su paso por Lausana de Suiza y fue dirigido por otro uruguayo, Walter Pandiani, quien hoy está en Albion en la Segunda división profesional, para seguir en la C italiana y en el fútbol de Ucrania.
En pleno inicio de la pandemia mundial por coronavirus, volvió a Uruguay y firmó con Defensor Sporting.
Llegaba a un club importante del fútbol uruguayo, pero se fue al descenso, aunque permaneció para su regreso a Primera división.
Muy amigo desde hace muchos años de Thiago Cardozo, el arquero de Peñarol, compartió momentos en su primer pasaje por el club y en las selecciones juveniles.
En junio de 2015, menos de seis meses después de llegar a Roma, demostró lo claro que tenía su regreso a los carboneros.
En una nota con Referí, dijo: “Siempre digo que volver a Peñarol es una meta para jugar en la Primera. Es la única espina que me quedó. Voy a volver para jugar”.
Y agregó: “De las cosas que más extraño es ir a ver a Peñarol con mis amigos. Siempre lo hacía”.
Y un día volvió. Fue en julio del año pasado que se hizo el pase y Kevin volvió a tocar el cielo con las manos.
Este sábado, anotó su segundo gol en un clásico ante Nacional. Como sucedía en las inferiores, pero con el aditivo de tener todo el Estadio Campeón del Siglo para él solo, para tratar de abrazarse con cada uno de los hinchas y socios manyas. Ya le había marcado a los tricolores en el Gran Parque Central, en el descuento del 3-1 del pasado Clausura.
Fue una tarde muy especial. Muchas cosas se le vinieron a la cabeza, como aquellas tardes de mate con su padre en la soledad de la capital italiana y cuando Roma no lo utilizaba. El paseo al Vaticano y algún otro recuerdo que le quedó.
Pero la promesa de volver a Peñarol, aquella que le contó a Referí hace ocho años, se le cumplió y este gol a Nacional lo mostró con una explosión de llanto que solo los jugadores-hinchas logran entender. Por eso, el "¡Peñarol nomáááá!", mientras las lágrimas brotaban a borbotones, le surgió muy natural. Como cuando iba a verlo a la tribuna siendo un gurí.
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