No viste con look de entrenador de fútbol moderno, tampoco maneja el marketing ni tiene cuenta de Twitter. Atiende a los periodistas como lo hacían los viejos entrenadores, en cualquier momento y sin filtros de secretarios de prensa. Su fútbol parece poco vistoso, y su propuesta insulza. Toca la guitarra, se muestra bohemio y como cualquier vecino. Sin embargo, debajo de esa imagen de Álvaro Gutiérrez descansa el técnico que en seis meses consiguió un milagro en Nacional: sacarlo del fondo de la tabla, de la crisis futbolística que aterraba a los hinchas porque visualizaban el trienio en el Campeonato Uruguayo que dejó el argentino Domínguez y lo colocó por primera vez en el año primero en la Tabla Anual, y puntero en el Torneo Clausura.
El técnico de Nacional consiguió este jueves lo que a fines de marzo parecía impensado. Con un solo partido perdido en 19 jugados (ganó 13 y empató los otros cinco), con más goles que nadie y menos recibidos que los demás, Gutiérrez se encargó de darle a este Nacional una consistencia futbolística que lo hace diferente y que le permite recorrer el torneo local con la confianza de los éxitos.
Wanderers no se lo hizo fácil en la segunda fecha del Clausura, y obligó a Nacional a afinar la forma y el contenido de su juego.
Por esa razón adquiere mayor valor el triunfo de los tricolores en un partido en el que la pelota corrió de una cancha a la otra, con dinámica y profundidad, en la que los goleros fueron protagonistas.
Desde el clásico del Intermedio, tres partidos atrás, Gutiérrez descubrió un cambio táctico que le dio resultados (4-1-4-1) y comprendió que con tres volantes tiene el control del mediocampo y del partido. Eso que es tan importante en el juego.
Lo ensayó con Peñarol, y le salió muy bien. La goleada ante los aurinegros fue un sello de calidad para su propuesta.
Volvió a probar con los mismos éxitos ante Liverpool, y repitió con buen suceso ante Wanderers, aunque la lesión de Neves le desarmó el plan (pasó a un 4-4-2).
Gutiérrez planteó el partido en la cancha de Wanderers. Le puso una presión alta en el inicio, lo ahogó en la salida y generó las acciones de riesgo para inquietar a De Arruabarrena.
Su propuesta la apoyó en buenos rendimientos individuales, que son en definitiva los que terminan haciendo exitoso el planteamiento de un entrenador.
Los volantes externos (Ocampo por derecha y Gonzalo Castro por izquierda) se encargaron de cargar de profundidad a ese juego. Así llegó el primer gol. Centro de Chory, cabezazo por el segundo palo del juvenil.
Matías Viña, lleno de confianza, pasa por un gran momento, y con una naturalidad impropia para el fútbol local desarrolla al función de lateral-puntero con inteligencia táctica y respaldo físico. Para que Viña sea figura, sus compañeros se encargan de cubrir los espacios que deja el lateral. Eso es un equipo.
Nacional empezó a tener problemas a partir de la lesión de Neves, a los 33 minutos, y el cambio en la figura táctica. Sin embargo encontró la forma en las individualidades para mantener la dinámica en el juego ante un Wanderers que al ritmo de Diego Riolfo llevó el partido a un punto en el que incomodó a los tricolores.
La lesión de Neves y de Castro le dejaron un saldo negativo a los tricolores, el único aspecto que restó en la segunda fecha para los albos. El regreso de Bergessio fue un punto a favor y los goles errados por Thiago Vecino, más allá de la bronca del momento, brindan la certeza de que el juvenil delantero tiene mucho para darle a este equipo que no se puede confiar, porque no le sobra nada, pero sabe que va por buen camino. Y si hoy está primero es porque se lo ganó a fútbol y al convencimiento de lo que realizan en el campo de juego, con una actitud defensiva con la que marca la cancha y una respuesta futbolística que le permite ser el equipo más goleador de la temporada.
Así como en marzo este escenario era inimaginable (Nacional estaba penúltimo en el Apertura), cualquier descuido y desborde de confianza de los futbolistas albos, que los pueda exponer a dejar al descubierto sus fragilidades, pueden, también, devolverle el peor golpe. Porque el nivel es muy parejo en el torneo local, la tabla está cerrada y en las 13 fechas que quedan, nadie tiene asegurado nada.
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