Gran Palacio de Salzburgo

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El motivo por el que el Gran Palacio de Salzburgo es considerado el templo mundial de la música

De Plácido Domingo a Luciano Pavarotti, este teatro es uno de los edificios emblemáticos de la historia de la música
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26 de julio de 2021 a las 05:00

Desde hace seis décadas, bajo el techo dorado del Gran Palacio de Festivales de Salzburgo, los artistas más célebres rivalizan con la esperanza de inscribir su leyenda en este templo de la música.

Con su acústica excepcional y su escenario magistral, todo es desmesura en este palacio inaugurado el 26 de julio de 1960 y que acoge las representaciones del "Salzburger Festspiele".

De Plácido Domingo a Luciano Pavarotti, las voces más bellas han sido aclamadas en esta antiguas caballerizas episcopales con una fachada tricentenaria, convertidas con el tiempo en el "santa sanctorum" del arte lírico.

"Ya fue simplemente un milagro que esta sala viera la luz", sostiene la presidenta del festival, Helga Rabl-Stadler, con ocasión de una visita de la AFP en junio.

Mientras se prepara un muy esperado Don Giovanni de Mozart, con un montaje de Romeo Castellucci a partir del lunes, la presidenta recuerda la historia de este edificio único que forma un conjunto con las dos salas vecinas más pequeñas: la Casa para Mozart y la Escuela de Equitación de la Roca.

Gran Palacio de Salzburgo

50.000 m3 de piedra

"Bajo la dirección del director de orquesta Herbert von Karajan, el arquitecto Clemens Holzmeister llevó a cabo esta obra monumental y en 1956, el Estado desbloqueó 210 millones de shillings para la construcción, una cantidad enorme", recuerda Rabl-Stadler. 

Entonces, el festival de música y de teatro, fundado en 1920 como un proyecto de paz tras la I Guerra Mundial, tenía lugar en barrios modestos, adosados al promontorio que domina el casco antiguo.

La pequeña República de Austria, que acababa de librarse de las fuerzas de ocupación que se fueron en 1955, pese a estar arruinada apostó por la cultura e hizo de este "Gran Palacio" ("Grosse Festspielhaus") de 2.179 plazas un símbolo de la renovación.

El escenario tiene 100 metros de ancho y fue construido dinamitando 50.000 m3 de piedras. Desde la calle, cinco puertas monumentales de bronce permiten el acceso al público.

La sala y el vestíbulo están recubiertos de marquetería, frescos, mosaicos, esculturas y tapicerías que ofrecen con sus materiales atemporales una atmósfera acogedora.

Intimidad sonora

La singularidad de esta sala es su "acústica verdaderamente maravillosa", según el director de orquesta Franz Welser-Moest, que ha actuado en ella en 74 ocasiones. "Al entrar en el escenario, se tiene la impresión de un lugar de dimensiones intimidatorias que permite, sin embargo, una intimidad sonora increíble", dice, deseando volver cada año.

"Los sonidos más suaves se propagan de tal forma que el oyente más alejado puede sentir la experiencia muy directamente", asegura. Helga Rabl-Stadler cuenta que "el director técnico de la Ópera de la Bastilla" de París, se sorprendió de que en los años 1960 se pudiera conseguir una "acústica tan buena".

Nunca es fácil para la nueva generación enfrentarse, como lo hicieron Karl Böhm y Pierre Boulez en su época, a este monumento en el que se perpetúa una tradición. Esta temporada, el personaje principal de Jedermann, una obra de teatro de Hugo von Hofmannsthal que se representa tradicionalmente cada año, llevará tacones altos interrogando la identidad de género.

Gran Palacio de Salzburgo

Salzburgo también tiene la responsabilidad de hacer descubrir "el talento que definirá la música del futuro", dice el director artístico Markus Hinterhäuser.

Sueño organizado

El mundo de la música clásica está muy globalizado y entre mediados de julio y finales de agosto, más de 5.000 empleados procedentes de 60 países trabajan para este festival internacional que reivindica el primer lugar en el mundo.

Pese a la pandemia del coronavirus se han vendido 220.000 entradas, de entre 5 y 445 euros (entre casi 6 y 525 dólares). Habrá 168 eventos en 47 días, con un presupuesto de 60 millones de euros (70 millones de dólares), de los que el 25% son subvenciones públicas, una inversión ampliamente compensada por los ingresos que genera.

Desde hace meses, se fabrican las máscaras para Don Giovanni, los sombrereros preparan los tocados, las costureras reciben los pedidos. Una verdadera ciudad dentro de la ciudad se activa para dar vida, como dice Hinterhäuser al "sueño organizado". 

"Que todas estas personas de continentes diferentes trabajen en pos de un mismo objetivo es una tarea ingente", recuerda Helga Rabl-Stadler, que se retirará este otoño tras un cuarto de siglo de leales servicios.

"En 1920, los fundadores proyectaban construir sobre suelo austriaco un centro artístico mundial que trascendiera las naciones. Quizá lo hemos logrado", concluye.

(AFP)

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