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El Palacio Sudamérica dejó de sonar: se remató el templo de la bailanta

Fábrica de cervezas, cuna de artistas y uno de los bailes más multitudinarios de los últimos tiempos; el Sudamérica fue subastado y dejará atrás su historia musical
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06 de noviembre de 2021 a las 05:00

Bajó el martillo y el ruido del golpe dio por terminada una época. El Palacio Sudamérica, la “cancha grande” de la música tropical y una de las salas bailables de tango que recibió a las más grandes voces de su época, dejó de sonar de una vez y para siempre.

Construido para Cervecerías del Uruguay  en 1927, dos años después de la inauguración del Palacio Legislativo, nació bajo el nombre de Palacio de la Cerveza. No podía ser de otra forma. Su construcción estuvo a cargo del arquitecto Juan M. Delgado y no se trabajó con austeridad: el edificio Art Decó, ubicado en Yatay entre General Flores y San Martín, se convirtió en uno de los emblemas de su década con sus luminarias austriacas y estructuras alemanas. Poco tiempo después fue traspasado a Fábricas Nacionales de Cerveza (FNC) y desde sus primeras noches se convirtió en un lugar de fiesta.

Alberto Castillo cantando en el Palacio de la Cerveza, 1955

El punto de inflexión llegó en 1960 cuando lo compró la Institución Atlética Sud América (IASA) y lo transformó en su sede. “¿Si a nosotros, a la FNC, nos da pérdida y tenemos que deshacernos de él, cómo lo va a hacer funcionar un club de fútbol?”, preguntó el empresario Numa Pesquera al presidente del club, Roque Santucci, cuando la institución se presentó para comprar el edificio. “Cuando se compró el palacio hubo un momento en la asamblea que dos o tres pensadores, economistas y contadores, hicieron números y dijeron que no se podía comprar. Yo que quería que se comprara por el entusiasmo de mi juventud saqué una bandera de Sud América y empecé a gritar ‘¡Sud América!, ¡Sud América!, ¡Sud América!", recuerda el periodista y socio honorario del club Julio Toyos. La compra del Palacio se aprobó por aclamación.

La IASA le dio vida. Tanta que el edificio no se llamó nunca Palacio Sudamérica durante su gestión, sino Palacio Roque Santucci en honor al gestor de la compra, pero con el tiempo y la popularidad de los bailes bastaba con referirse al Sudamérica, o directamente al “Suda”, para entender de qué se trataba. 

El edificio, proyectado por el arquitecto Juan M. Delgado, se convirtió en un exponente del Art Decó

 
La inauguración de la gestión del club estuvo a cargo del argentino Roberto Firpo, que con su prestigio tanguero agotó todas las entradas. Lleno de bote a bote el Palacio del Sudamérica empezó una nueva etapa, y Toyos tomó la conducción de las primeras noches. “Fui el primer animador, allá por los sesenta”, comenta. “Para mi era muy simple porque era animador de Palán Palán y Gran Bazar. Para mí el escenario no era nada complejo, era muy fácil”, recuerda el periodista que después quedó ocupando el lugar de secretario de prensa del club.

En aquellos tiempos los bailes no se musicalizaban con grabaciones. Tocaban en vivo "las orquestas típicas o las de jazz". Pero a partir de la década de 1960 las pistas del Sudamérica empezaron a traer un nuevo ritmo, heredado de Centroamérica, y al binomio se sumaron “las tropicales” con grandes orquestas, combos y sonoras, que trajeron influencias de la guaracha, la plena y las cumbias, que pusieron a mover las caderas de los uruguayos. 

Los bailes de la IASA tomaron popularidad a partir de 1960 cuando el club compró el edificio para convertirlo en su sede

Abajo, en la pista principal, conocida por sus arañas de cristal, mármoles y ornamentos, sonaba la tropical. Arriba, subiendo la majestuosa escalera central, se tocaba, y se bailaba, tango. Pasaron por allí cantantes como Julio Sosa, Anibal Troilo, Roberto “Polaco” Goyeneche y Alberto Castillo. Conjuntos como el Combo Camagüey, Conjunto Casino y la Sonora Borinquen. Anunciar sus nombres era terminar con todas las entradas.

El Sudamérica fue un éxito. “Para mí era la mejor sala bailable de Montevideo, por la capacidad y por lo precioso que es el Palacio Sudamérica”, dice Miguel “Azuquita” Muniz, que ya en 1966 empezó a cantar en ese escenario. El cantante, que supo ser directivo de la Asociación Uruguaya de Músicos (Audem), organizaba cada 22 de noviembre, en honor a la festividad de Santa Cecilia, protectora de los músicos, El Baile de los Bailes. Ahí, en el Palacio Sudamérica. “Íbamos todas las orquestas, tanto de tropical, rock o típica, a tocar ahí. Se llenaba”. Las colas para entrar eran larguísimas y tocaban más de 40 agrupaciones en una noche.

En una noche cualquiera podían tocar 10 orquestas, se llegaron a comprar 10 mil platos de melamina para los banquetes del club, 17 máquinas para cortar fiambre y hubo tres pianos de cola al mismo tiempo. Los ómnibus que llegaban por San Martín, Agraciada y General Flores se llenaban y los bares que abrían en el barrio alimentaban a un gentío.

La capacidad del Palacio Sudamérica varía de acuerdo a quién se le pregunte, algunos dicen que entraban unas 5 mil personas, mientras hay quienes aseguran que se llegaba a colmar con 7 mil entradas vendidas. De cualquier forma, la posibilidad de reunir miles de personas por noche en un local bailable parece ahora una utopía. Muniz sostiene que en aquella época el baile más chico llevaba 1.500 personas. “Las orquestas trabajaban mucho porque había muchas salas bailables, grandes salas bailables, que muchas cerraron. Hoy en día los bailes grandes llevan 350 personas o 400, más no. Antes el más chico llevaba 1.500 personas. Era una cosa impresionante”, comenta. El Club 33, el Club Colón, más adelante el Palacio Salvo, el Rowing Club, la quinta de Galicia o Euskaro Español. Nombres que formaron parte de aquella primera ola de la tropical. 

La noche montevideana y la música tropical en 1991

Nelson Pino empezó a ir al Sudamérica con 16 años. Todavía no cantaba tango, pero le gustaba subir al segundo piso para maravillarse con las orquestas que tocaban en el escenario y las parejas que, a pesar de ser amateurs, demostraban su virtuosismo. Varios años después, ya en 1981, pudo cantar allí mismo.  “El primer baile popular que hice fue el Sudamérica, con la Orquesta de Walter Méndez. Era un lugar familiar para mí porque ya había ido varias veces. Ahí vi a mucha gente, muchos artistas. Vi a cantores como Jorge Valdez, Rodolfo Lezica, Argentino Ledezma o Enrique Dumas. Los conocía por los programas de tango que llegaban a Uruguay y con el tiempo me vi cantando en ese escenario donde aplaudía a todos esos cantantes”, dice en diálogo con El Observador. “Fue una emoción tremenda. Al que le gusta el tango, es lo mismo que aplicado a otras músicas, yo veía a esos monstruos y estaba cantando al lado de ellos”.

Las orquestas que tocaban en el Sudamérica eran rítmicas. Porque, a fin de cuentas, en los bailes, como en el caso del Sudamérica, la gente iba a bailar. “Les podía gustar el cantor y lo apreciaban, pero la gente bailaba”. Pino recuerda cómo convivían los diferentes estilos musicales y cómo el público bajaba y subía aquellas escaleras como si fuera un ascensor: “Cuando terminaba la parte de tango bajaba la gente veterana a la parte tropical y cuando terminaba la tropical subían a bailar tango”

Los hombres entraban de traje, las orquestas tocaban de frac y todos usaban zapatos de vestir. En el baño compartían la misma peineta, la gomina y hasta el desodorante; mientras en el de mujeres había un lápiz labial que pasaba de boca en boca. La pinta era importante antes de cabecear.

Interior del Palacio Sudamérica en la actualidad

Pero el lustre de los primeros años con el tiempo empezó a opacarse y hacia mediados de la década de los 90 la IASA tuvo que vender su majestuosa sede. “Empezó a cambiar el gusto de la gente, el piso de tango fue perdiendo público y la pista principal donde había música de cumbia empezó a tener un ambiente un poco más complejo. La IASA iba hipotecándose y cada vez precisaba más dinero de los bailes. La plata de los bailes prácticamente se recaudaba el sábado y el lunes se aplicaba en el fútbol. Hasta que un buen día Sud América tuvo tantas deudas que ya no se arreglaba con el baile”, explica Toyos en lo que considera una de las heridas más grandes del club y declara que se avergüenza al contar que él mismo fue quien hizo la moción de comprarlo y el que hizo la moción de venderlo. “El fútbol se lo fue comiendo. Como una boa constrictora lo fue apretando. Fue el fin de una historia dramática de un club que tuvo los mejores bailes de Montevideo".

"Se dio como un augurio lo de don Numa Pesquera: ¿si no lo podía hacer funcionar y ganar dinero FNC como iba a poder conservarlo un club de barrio como Sudamérica?”, apunta Toyos.

El Centenario de la tropical 

La tropical sobrevivió al tango. La última gestión, de Juan Bentancur y Edgardo Bertoni, terminó de establecer al Palacio Sudamérica como templo del género. “Tuvieron muchísimo éxito, porque estaban actualizados con lo que le gustaba a la gente. El país había cambiado y el club no había sabido cómo cambiar”, señala el periodista. 

Marihel Barboza hizo historia en la música tropical cuando se convirtió en la primera mujer que le puso su voz al género en Conjunto Casino. Y junto a Muniz se convirtieron en las voces de oro y plantino de la movida. Si bien "no era del palo" antes de sumarse a la agrupación, conoció varias etapas del Palacio Sudamérica: “Al principio fue un choque porque nunca había visto tanta cantidad de gente junta. Eran miles de personas en tres pistas. Fue maravilloso”, recuerda la cantante de Colé Colé que reconoce que cuando iba al Sudamérica tenía que cambiar el vestuario, porque las polleras no se llevaban bien con la altura del escenario. “Me acuerdo de los organizadores de aquel momento con el reloj pulsera mirando que cumpliéramos con las dos vueltas de 45 minutos a rajatabla, no importaba a la hora que llegaras, así te tocara a las 4 de la mañana. Ellos tenían varios conjuntos y nosotros teníamos varios bailes, teníamos que cumplir con todos”, comenta Barboza en relación a la época del club, en la que tocaban durante una hora y media sobre el escenario.

“Después de algunos meses en el conjunto y recorrer varios lugares me di cuenta que ir al Palacio Sudamérica era como jugar en el Estadio Centenario. Era jugar en la cancha grande", asegura. 

Conjunto Casino en los bailes de la IASA a mediados de 1970

Un terremoto llegó a fines de la década del 80 y comienzos de los 90 nuevos sonidos se hicieron un lugar en el género. Fabián “Fata” Delgado empezó a cantar en el escenario del Sudamérica en 1991, cuando formaba parte de Karibe con K, y desde 1996 pasó a ir con Los Fatales. “Cuando ibas a tocar ahí tenía mucha publicidad en radios, entonces para los grupos como Los Fatales cuando éramos nuevos era importante que nuestro nombre sonara en la radio. Cada vez que nos llevaban ahí era importante para nosotros por todo lo que significaba para la movida tropical ese lugar”. 

Recuerda que el baile tuvo varias etapas y varias épocas pero siempre apostó a la música tropical. “Juan Bentancur y Edgardo Bertoni me apoyaron mucho en mis comienzos. Ahí iban todos a tocar, estés en el mejor momento de la cumbre o en un momento en el que las canciones no son las más famosas, te llevaban igual”, recuerda el cantante, que lo considera un lugar “emblemático” para el género.

Ya en el 97 Los Fatales publicaron Los capitanes de la alegría, un disco que en la carátula tenía a los músicos trucados adentro de cada ventana de un avión. “Le propuse a Bentancur recrear la tapa con un avión con una escenografía y recuerdo que me dejó loco de la vida. Llevé a Lágrima Ríos ese día e hicimos un show de plena y candombe con ella y con los amigos de Sarabanda, éramos como 20 arriba del escenario”, recuerda Delgado en uno de los shows más memorables de su carrera.

Con el tiempo el ambiente del Palacio Sudamérica fue cambiando.

Fernando Padrón tenía siete años cuando su padre lo llevaba a comer alfajores en la cantina del Sudamérica. A los 13 ya entraba como utilero de Antillano, después como músico y a partir de los 2000 como manager de bandas como Sonora Borinquen, Karibe con K o Los Negroni. "Agarré la última época donde la madre de 35 llevaba a la hija con 16 años y no te dejaban entrar si no era de zapatos. Después todo se degeneró. Empezó el tema de la cumbia villera un poco más acá, en la parte de abajo se empezó a hacer el Interbailable y todo empezó a cambiar", recuerda. Muniz por su parte señala que "siempre hubo problemitas porque eso ocurre en toda familia, pero no como hoy en día vemos en la televisión o cuando vamos a tocar y vemos cosas que no nos gusta que pasen". En los últimos años el Palacio Sudamérica llegó a estar en la crónica policial

Pero siguió siendo uno de los principales escenarios de la música tropical, presentando varias bandas por noche hasta enero de 2020 cuando, antes de que llegara la pandemia de covid-19, hizo su último baile.

La subasta

Por US$ 2.675.000 se vendieron 6.938 metros cuadrados de terreno, un emblema Art Decó y casi un siglo de historia musical y cultural. Entre los asistentes a la subasta en la casa de remates Bavastro, interesados y en su gran mayoría curiosos, estaban dos de los trabajadores del Sudamérica que vieron como cayó el martillo sobre el lugar en el que vivieron tantas horas. El abogado Gabriel Arias declaró que asistió al remate en representación de un único empresario que adquirió el inmueble. “Hay idea de un proyecto de carácter edilicio, de construir apartamentos”, dijo el representante legal del inversionista y aseguró que se respetará la parte del predio que tiene un protección departamental.

El edificio y el predio en el que se encuentra se remataron por US$ 2.675.000 y se espera que se desarrolle allí un proyecto inmobiliario

"Cuando me entere de la noticia sentí un profundo dolor pero tengo la esperanza de que puedan rescatar el edificio, que era lo más lindo que tenía ese lugar. Es otro Uruguay, es otro Montevideo, y ya no se van a poder volver a hacer esos bailes gigantescos", sostiene el cantante de tangos mientras que Muniz siente una "gran pena" por el remate del edificio cuando "la música tropical, junto con el Carnaval, es lo que mueve más gente durante los fines de semana".

"Duele en el alma", dice Barboza a minutos de que terminara el remate. "Hace un ratito miraba las noticias y ya lo remataron. Duele porque hay mucha historia, mucha historia nuestra y de nuestra música, de nuestra cultura". 

Aún no se sabe cuál será el destino del emblema Art Decó, pero el Sudamérica volverá a sonar en el recuerdo de los que ahí pasaron sus noches.

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