Los diarios anunciaban a toda página el notable triunfo de Peñarol sobre Trouville en el último segundo por 70-68 con el doble del Bandido Bianchi en la vieja cancha abierta de Hebraica Macabi por la finalísima del Campeonato Federal. Fue el segundo más largo de la historia.
Yugoslavia le había ganado 1-0 a España en Frankfurt y lo eliminó del Mundial de Alemania 74, mientras Roberto Porta buscaba el plantel uruguayo para dicha Copa del Mundo.
Canal 10 anunciaba en los diarios que a la hora 20.30, el lector no se podía perder el programa de “El gordo y el flaco”.
Mientras todo esto sucedía, Nacional debía enfrentar a Cerro Porteño en el Estadio Centenario por la Copa Libertadores de América de 1974. En aquella época era normal jugar los sábados y así sucedió. El sábado 16 de febrero de ese año, los guaraníes vencieron 2-1 y complicaron al equipo del Pulpa Etchamendi en el torneo.
En ese partido, jugó con la número 10 –como era tradicional en Nacional–, Luis Artime, uno de los mejores goleadores de todas las épocas, no solo en los de La Blanqueada, sino también en su país y en su selección: Argentina.
Porque antes había defendido, entre otros, a Independiente y a River Plate, y había disputado el Mundial de Inglaterra 66.
Lo que nadie sabía, era que ese sería el último de los partidos de Artime, no solo en Nacional, sino también en su carrera. Pasaron exactamente 50 años.
Ese mismo día, el intendente de Montevideo, Óscar Víctor Rachetti, en plena dictadura, inauguró los semáforos de la Avenida 8 de Octubre entre Bulevar Batlle y Ordóñez y Pan de Azúcar.
“La Strada”, la película que inmortalizó a Federico Fellini, se exhibía en el Autocine Argentino, en Punta del Este, a la hora 22 y a las 24. A su vez, en la península había mucha expectativa por la llegada de Johnny Halliday, conocido como el Elvis francés.
Los diarios anunciaban el desfile de Carnaval para el 23 de febrero, un mes después de lo que se realiza en la actualidad.
Al otro día, del partido, Daniel Luzardo y José Alejandro Ruibal –padre del exdirigente de Peñarol, Alejandro Ruibal, flamante presidente de infraestructura del club aurinegro–, llegaban primeros a la Plaza Gomensoro y ganaban la categoría A del Rally 19 Capitales.
Aquel fenómeno mendocino que de chico se había mudado a Junín con su familia, ¡sí, a Junín, de donde vino Atilio García!, había llegado a Nacional en otros tiempos del fútbol uruguayo. Hoy tiene 85 años y vive junto a los suyos en su país.
Porque hoy resulta impensado que cualquier club de este país pueda contratar, como lo hizo el tricolor a mediados de 1969, al goleador de Argentina en el Mundial de Inglaterra 66, quien ya había jugado en Independiente, River y se desempeñaba en Palmeiras. Así llegó al bolso.
Ya en su debut ante Danubio por el Uruguayo, el 16 de agosto de 1969, anotó dos goles en la victoria por 3-0.
Fue Luis Cubilla –quien lo había tenido como compañero en River Plate argentino– el que le recomendó al presidente Miguel Restuccia que lo contratara. Y no se equivocó.
A fin de aquel año festejarían el bicampeonato uruguayo, el primero para él.
Varios de sus excompañeros que hablaron con Referí y otros tantos rivales que lo padecieron, concuerdan en algo: “No era un fenómeno con la pelota. Pero siempre estaba ahí, y entonces, cada pelota que tocaba, prácticamente era gol”.
De a poco se fue forjando el Nacional de 1971, campeón de todo: el Uruguayo, la Libertadores, la Intercontinental…
En ese año anotó goles trascendentes, como el segundo a Estudiantes de La Plata en la finalísima de Lima que le dio la primera Copa Libertadores de su historia a Nacional, y los dos contra Panathinaikos de Grecia en la revancha en Montevideo, para el 2-1 y la Intercontinental, con los tricolores jugando sorpresivamente de rojo como locales.
Como escribió el gran Osvaldo Ardizzone en El Gráfico sobre esa final contra los griegos que dirigía el enorme húngaro Ferenc Puskas: “Y no... Pitágoras no conoció a Luis Artime... que convirtió los tres goles en los dos encuentros. Sí, señor. Y que los olímpicos griegos sepan disimular el sacrilegio de asociar la ilustre memoria del honorable Pitágoras a un hecho tan subalterno como el fútbol... Pero este Luis Artime ya superó la complicada combinación de aquella hipotenusa y de aquellos catetos de nuestros lejanos tiempos de estudiantes... Con el simple y elocuente enunciado de su teorema exclusivo,... ‘De cada cinco veces que la toco en 90 minutos, dos veces, al menos, la meto adentro...’. Y así, Luis Artime pasa a ser el gran matemático de nuestro tiempo... El extraño propietario de la fórmula ideal para ganar campeonatos, para conquistar Copas de América, para resolver Copas del Mundo... ‘De cada cinco veces que la tocó en 90 minutos, dos veces, al menos, la meto adentro...’. Y estos griegos del Panathinaikos, justamente estos compatriotas del honorable Pitágoras, padecieron la demoledora utilidad de esa tesis...”.
Un resumen excelente de lo que fue su carrera. En Nacional, entre amistosos y oficiales, jugó 183 partidos y anotó 151 goles. Fue goleador del Campeonato Uruguayo durante tres años consecutivos: 1969 (24 goles), 1970 (21) y 1971 (16). También máximo artillero de la Copa Libertadores de 1971 junto al argentino Raúl Castronovo de Peñarol, con 10 tantos.
Cuando él firmó con Nacional, Ermindo Onega, otro argentino que era prácticamente su hermano, acordó con Peñarol. Eran otros tiempos y las familias cenaban juntas muy seguido.
Por si le faltara algo, Artime formó parte del plantel que ostenta el récord de mayor cantidad de clásicos invicto con Nacional ante Peñarol: 16, desde 1971 hasta 1974. De ellos, ganó siete y empató nueve.
En 1972 se fue a Palmeiras, pero el amor fue más fuerte y regresó al año, ya con otro nivel futbolístico y goleador.
Hasta que aquel 16 de febrero de 1974, hace 50 años, tras perder con Cerro Porteño, dijo “no va más”. Hubo preliminar que Nacional de Solís le ganó 4-0 a Preliac.
Nacional aquella jornada formó con Manga; Gervasio González, Gerolami, Masnik, Senatore; Walter Mantegazza, Carlos Rodríguez, Riveiro; Cubilla, Artime y Julio César Silvera. Entraron Repetto por Rodríguez al inicio del complemento, y Braulio Castro por Riveiro.
Se despidió dándole la asistencia para el gol para que Cubilla abriera el marcador a los 19 minutos, aunque luego cayeron 2-1. Pero ni él sabía que sería su último partido. Con el paso de las jornadas, tomó la decisión.
El Diario escribió entonces: “Artime: muy lejos de su nivel, su aporte fue escaso”. Sin embargo, el diario La Mañana, difería en el comentario: “Luchó siempre por alto y ganó o complicó al comienzo. Luego se pobló el área rival, sin conseguir una chance”.
Recién el 20 de febrero, cuatro días después, El Diario habló del tema del adiós de Artime. “Se va el Matador”, escribió en una foto de tapa.
Carlos Jara Saguier, el técnico que acaba de clasificar a Paraguay como campeón del preolímpico de Venezuela sub 23 y que lo clasificó a los Juegos Olímpícos de París 2024, y que ganó la medalla de plata dirigiendo al seleccionado guaraní en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, fue quien intercambió la camiseta aquella noche con Artime.
Según contó La Mañana en su edición del 17 de febrero de 1974, bajo el título “Jara Saguier con la blusa de Artime”: “De sopetón, asomó por el pasillo vistiendo la blusa tricolor N° 10 de Artime el paraguayo Jara Saguier y nos dijo: ’Intercambié la camiseta con un crack, como persona y como jugador. Un alto honor para mí”. Nunca se hubiera imaginado que era la última camiseta de Artime en el fútbol.
El mismo diario le hizo una pequeña nota a Artime y lo consultó por el polémico arbitraje.
Así dice lo escrito: “Artime era de los más lentos en recomponer su indumentaria. Envuelto en una toalla, cerca de la ventana, parecía repasar el partido lentamente.
‘¿Qué quiere que le diga? Nos ganaron y a otra cosa’, expresó. ‘2 a 1, ¿no? Hicieron las cosas bien, a nosotros no nos salieron. Porque en este resultado pesó más lo que le faltó a Nacional que lo que hicieron ellos’.
Lo interrogamos sobre la gestión del árbitro y sus notorias protestas en incidencias dentro del área, reclamando penales que no sancionara Arpi Filho, previendo su respuesta, clásica en el artillero tricolor en estos casos.
‘¿Si hubo penales? ¿Ahora qué importa? No da para hablar, porque llorar no vale en este juego, y yo no quiebro la regla’”.
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