El sentido en el caos musical

El resultado de esas sesiones es un disco que no tiene título, pero lleva el nombre de sus músicos. Y aún no se dio a conocer: su presentación oficial se realizará este sábado en el Cine Universitario a través de una escucha colectiva. El evento propone una primera impresión del disco diferente a lo que se acostumbra hoy, más enfocado en una experiencia comunal y audiovisual.

“El disco daba para que tirar otro viaje y que se extendiera a otra área fuera de la música”, explicó O’Bianchi a El Observador. “En el fondo es una experimentación, tampoco sabemos cómo va a ser la experiencia”, agregó Meyer.

Tres plumas

“Ellos son las dos personas que más admiro como compositores”, dijo O’Bianchi. “Les propuse en un principio hacer un taller de canciones, donde cada uno aportara lo suyo y hacer cosas que no habíamos hecho por separado. Agarrar canciones y destrozarlas en su estructura o dinámica; cambiar letras o ver otros recursos o procesos de grabación”, explicó.

“Yo lo veía como un plan a tres guitarras, medio ladrón. Pero ya la primera vez que nos juntamos salió un tema que iba por otro lado”, contó Meyer.

El atractivo de este disco no solo es la manera en que los tres músicos entremezclan sus plumas (de hecho cada canción detalla con porcentajes la participación de cada artista), sino también la heterogeneidad de sus canciones. Temas de dos minutos pueden atravesar tres o cuatro géneros diferentes y mantener a pesar de eso su cohesión interna.

“Como las canciones eran muy diferentes entre sí y variaban bruscamente de estilos y de sonidos se nos ocurrió la idea de diagramar la estructura como uno escucha música hoy por Internet”, explicó O’Bianchi. “Podés pasar de Lucas Meyer a Pantera en un click. Y hay veces que no escuchas el tema entero. Termina siendo una cosa volátil, brusca y violenta, pero lo hacés naturalmente”.

Así resultaron temas como Hotel Spinetta, que comienza en una bossa que se distorsiona en un caos de ruidos electrónicos para terminar en un himno. O Ácido en el trabajo, un tema rockero con rastros electrónicos que deja que las tumbadoras y el sarod (un instrumento similar al sitar) se hagan cargo del final.

La sensación que queda es de totalidad, de una suerte de ensalada que es resultado de tener todo al alcance de la mano y tratar de crear un sentido en todo eso. O’Bianchi define a esta sensación como “sobreinformación”. Entre las capas de sonidos hay ruidos de botellas rompiéndose, sonidos de calle, hay instrumentos como violines, acordeones y voces invitadas.

Si bien la composición fue de a tres, la grabación incluyó 27 personas, haciendo de este trabajo un emprendimiento difícil para llevarlo al show en vivo. “Nunca nos preocupamos por eso. Solo pensamos hacer este laboratorio. La grabación tiene la ambición de una superproducción pero fue grabado en un cuarto de 2x2 metros”, dijo entre risas O’Bianchi.

“Eso es lo que dice el disco, que sí se puede”, agregó Meyer.

El sábado, además de escuchar por primera vez el disco, se podrá conseguir en su formato físico junto a la entrada por $200.