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El trastorno obsesivo-compulsivo es como un mejor amigo agobiante

El TOC advierte sobre amenazas que no son legítimas, señalan los expertos; hay que aceptar sus sugerencias para después elegir ignorarlas
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22 de octubre de 2018 a las 15:36

Wajahat Ali
New York News Service

Desde muy joven, mi mente siempre ha estado atrapada. Me inundan pensamientos intrusivos. Las imágenes y las ideas se transforman en preguntas angustiantes –“¿Dejé la estufa encendida?”, “¿Y si no cerré la puerta con llave?”, “¿Qué pasa si pierdo el control y me torno violento?”–. Estos cuestionamientos recorren mi cabeza en un ciclo sin fin.
Para lidiar con este problema, busco constantemente calmarme repasando mis movimientos, tratando de remplazar mis pensamientos o usando la lógica para descartar lo que es totalmente ilógico. Sin embargo, todos esos esfuerzos fracasan y, en cambio, le dan fuerza a la idea, la resucitan como a un zombi al que se le inyectaran esteroides, y la vuelven más brutal, resistente y cruel.

Así es vivir con el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), un desorden de ansiedad que aflige a casi el 2% de la población. Con el TOC, el cerebro hace cortocircuito, lo que provoca que no funcione adecuadamente y reaccione a imágenes, elucubraciones y pensamientos perturbadores. El afectado intenta controlar su ansiedad con rituales compulsivos, que incluyen verificar las cosas de manera excesiva, contar, repetir una oración o un mantra y recurrir a constantes consuelos mentales que dan alivio a corto plazo, pero al final se convierten en paliativos adictivos que detonan un ciclo interminable de tortura.

El TOC a menudo se ha malinterpretado, diagnosticado incorrectamente y explotado como una serie de excentricidades entretenidas para personajes hollywoodenses. Desearía que mi TOC fuera tan divertido y encantador como el que vemos en Monk. No es así.

 

En determinado momento de mi vida, experimenté una serie interminable de pensamientos tormentosos sobre el sexo, abrumado por visiones de todas las variantes, asociaciones y formas viles imaginables. Visiones que harían que Calígula se sonrojara.

En esa etapa, inevitablemente comenzaron a abrumarme sentimientos de culpa, asco y vergüenza. Aparecía la inseguridad y me preguntaba: “¿Qué persona enferma podría imaginar este tipo de cosas? Desde luego que hay algo mal con mi cabeza”.

Heme aquí: soy una persona inteligente, moral y responsable, consciente por completo de que esos pensamientos son irracionales. Sin embargo, debo realizar rituales ridículos para tratar de sentir seguridad y alivio. Lo considero una broma enfermiza de Dios.

“En los cerebros de todas las personas surgen ideas dementes de manera natural”, me dijo Steven Phillipson, experto en el trastorno. La gente imagina que salta frente a un tren, que asfixia a su hijo o que comete cualquier otro acto violento, sexual y blasfemo. Todos tienen este tipo de pensamientos pero, “sin el TOC, la persona rechaza estos inventos del cerebro”, me explicó, y el suceso mental se olvida después de tres segundos. No obstante, para quienes sufren el TOC, es un “tsunami de angustia emocional”.

Phillipson compara el TOC con un mejor amigo que desea protegernos desesperadamente, pero nos advierte sobre amenazas que nunca son legítimas. Es claro que necesito un nuevo mejor amigo.

La mayoría de la gente no supondría que hay pensamientos perturbadores que me torturan constantemente. He conducido programas de televisión en vivo y he dado discursos frente a grandes audiencias. Durante la prueba de admisión a la Facultad de Derecho, algunos amigos de la universidad se sentaron a mi lado porque dijeron que les transmitía calma. No tenían idea de la tormenta que siempre está azotando mi mente.

En cuanto a poner mis ideas y temores en acción, debo decir que no lo hago: quizá soy el hombre más aburrido del planeta. Estoy casado y tengo hijos, no bebo ni peleo en los bares. Eso tiene sentido. “Los pensamientos del TOC no dicen absolutamente nada sobre la naturaleza de una persona”, comentó Phillipson.

David Adam, autor de las memorias The Man Who Couldn’t Stop, me dijo: “El TOC complica todo”. Su libro describe cómo enfrentó su propio trastorno, que lo hacía sentir un temor intenso e irracional de contraer VIH. Estuvimos de acuerdo en que el TOC, como todos los padecimientos mentales, no es una musa artística ni un don creativo, sino una situación injusta sin beneficio alguno. Aunque compara su condición con ser un alcohólico en recuperación, Adam tuvo la suerte de ser capaz de tratar su TOC y escribir dos libros después de someterse a una terapia conductual llamada exposición y prevención de la respuesta.

Este es el tratamiento más exitoso para el TOC y requiere exponerse repetidamente a pensamientos espantosos sin ceder ante el alivio a corto plazo que proporcionan las acciones compulsivas. La clave es reconocer que no puedes superar mentalmente el trastorno ni vencerlo con argumentos racionales ni escapar de él. Debes tomar la decisión voluntaria de confrontarlo. Es como invitar al payaso Pennywise, el demonio de la novela Eso de Stephen King, que se alimenta de tus miedos a tomar el té. Si estás obsesionado con los gérmenes y la contaminación, por ejemplo, debes abandonar las compulsiones relacionadas, es decir, usa baños públicos y trata de no lavarte las manos en repetidas ocasiones. Elige darle la bienvenida a la amenaza. Al final, tu cerebro se acostumbra e incluso se aburre de la amenaza, pues se da cuenta de que no hay nada que temer.

Phillipson dijo que la gente primero debe perdonarse por sufrir el TOC. Si todos tuvieran cerebros que se averían, todo el mundo se comportaría exactamente como nosotros. Además, desaconsejó el uso de ideas negativas y, en su lugar, propuso aceptar la “advertencia de nuestro mejor amigo” para después elegir ignorarla. “El objetivo del tratamiento es procurar que los pensamientos sean irrelevantes, no hacer que desaparezcan”, señaló.

El TOC me ha agotado. Estoy cansado de sufrir. Ahora practico el método de exposición y prevención de la respuesta, por lo que me expongo voluntariamente a mis miedos. Es aterrador y a menudo insoportable, como caminar en medio de un ejército de monstruos sin escudo ni espada, sino armado únicamente con mis creencias y una convicción absoluta.
Al mismo tiempo, me estoy esforzando por abandonar la vergüenza y la culpa que me provoca este trastorno de salud mental, con el fin de poder aceptar al “mejor amigo” que jamás pedí.

Para saber 

Definición
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un tipo de trastorno de ansiedad. Las personas con TOC tienen pensamientos repetidos y angustiantes denominados obsesiones. Con el fin de intentar controlar estas obsesiones, las personas con TOC sienten una necesidad imperiosa de realizar rituales o comportamientos, llamados compulsiones.

Rituales
Algunos ejemplos de obsesiones son el miedo a los gérmenes o el miedo a lastimarse. Entre las compulsiones se incluye lavarse las manos, contar, revisar una y otra vez las cosas o limpiar. 

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