Fútbol > CLAUSURA

En Peñarol, los chicos sacan la cara por los referentes

Los juveniles Pellistri, de 17 años y Matías De los Santos, de 21, hicieron olvidar las ausencias del Cebolla Rodríguez, Viatri y la lesión de Walter Gargano; Acevedo fue decisivo otra vez para que Diego López salvara otro examen
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03 de noviembre de 2019 a las 05:00

Es increíble, pero es real. Faltan seis partidos para que termine el Clausura y Diego López sigue dando exámenes. Se le iban dos puntos más, se le iba prácticamente toda chance de seguir con optimismo para afrontar lo que viene. No importa que ya esté clasificado a jugar al menos la semifinal del Uruguayo, su cargo no está fijo. Por eso la explosión del final, el abrazo interminable con el Mota Gargano –quien había salido lesionado–, el puño cerrado, la sonrisa satisfecha. Otra oportunidad. Un nuevo examen salvado. Ya queda menos para recibirse de campeón. De tricampeón para Peñarol, de bicampeón para él.

Es que en su fuero íntimo sabe que esta vez, las cosas le salieron bien como él esperaba. Que los cambios dieron resultado (y no exclusivamente por el resultado, sin ser un juego de palabras). Que Xisco Jiménez no puede jugar solo arriba como lo hizo durante 66 minutos hasta el ingreso de Luis Acevedo. Que éste, como se escribió en estas mismas páginas más de una vez, tiene que jugar, que tener más minutos. Es el goleador de Peñarol. ¿Cómo puede ser que no lo convenza en las prácticas? ¿Tan mal lo venía viendo? Lo ha colocado en los últimos partidos y cuando se terminaba este nuevo sufrimiento para él, que fue Plaza Colonia, Acevedo le correspondió con un gol en el primer minuto de adición que sirvió para los tres puntos.

El grito que llega desde arriba alentando, encuentra el eco allá abajo, en la cancha, en el banco en el que Diego López pelea todos los exámenes. Claro que por esa jugada final de Acevedo dejó atrás los silbidos por los aplausos, la cara de póker por la sonrisa, la bronca por la alegría. Tres puntos contra Plaza. Solo eso. ¿Solo eso?

Peñarol no naufraga, sigue adelante. Jugó sin el Cebolla Rodríguez, sin Lucas Viatri lesionado, se le lesionó Gargano, pero igual ganó. ¿Se entiende el razonamiento? Este equipo demostró por primera vez que sin sus referentes, puede ganar, sabe ganar. Y ese es un gran paso, más cuando se viene de una racha de malas presentaciones que ahora se cambió por tres triunfos seguidos.

Pero todo lo que debió pasar para que ello sucediera. El argentino Elías Umeres ingresó a los 82 minutos y se encontró con una escena surrealista, típica de una película de Fellini, algo que nunca hubiera imaginado. Entró, y sin anestesia, se encontró corriendo hacia el arco de Peñarol con Cecilio Waterman en un contragolpe letal. Quedaron solos contra Kevin Dawson y el panameño se la cedió porque le quedaba todo el arco libre. El muchacho definió mal. La tiró afuera con el arco totalmente libre. Era el 2-1. ¿Era el adiós de Diego López?

A eso hay que sumarle que en la última jugada, la que propició el gol de la victoria carbonera, Xisco le hizo una falta clara al propio Umeres y el árbitro Gustavo Tejera dejó seguir. El balón le llegó a Gabriel Rojas, su centro fue mal cabeceado por Gastón Rodríguez y en el rebote, el goleador del año aurinegro no perdonó, como no perdonan los goleadores. Algo inversamente proporcional a lo que había hecho (o no había hecho) Umeres en el arco contrario.

“No merecimos este sufrimiento”, dijo Diego López en conferencia. Tiene razón. Peñarol buscó siempre, no deslumbró, tuvo altibajos en el doble cinco entre Gargano y Guzmán Pereira, pero la explosión de dos juveniles que se bancan todo como Facundo Pellistri, de 17 años, y Matías De los Santos, de 21, más allá de su error al perder la pelota en la jugada que terminó en el penal para el 1-1 rival, fue relevante. Entre los dos entramaron un partido intenso y fueron figuras. De eso también se trata el fútbol y más el uruguayo. Muchas veces, cuando faltan los referentes, aparecen los botijas.

Otra frase feliz de López fue cuando dijo “esto fue un golpe anímico”. También tiene razón. Se viene la recta final y él más que nadie sabe que no se puede perder ningún examen. Que todos son difíciles, que ningún profesor regala nada, que hay que salvar como sea, pero salvar. Después, en el caso de lograr el título, se podrán sacar conclusiones acerca de las calificaciones.

Fue el mejor tributo que le pudieron dar al Bombón González en el día de su muerte. Ganar metiendo, como hacía Mario. Y seguir peleando por el título.

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