La antesala del juzgado penal, como no sucede casi nunca, estaba llena de gente. Grupos de personas que se preguntaban los unos a los otros si ellos también habían sido víctimas. Cuando el imputado no está preso, espera junto a ellos en la misma sala. Por eso, la mirada de esos grupos de personas se posaban sobre Marita, la mujer de cabello canoso y recogido a la que le habían confiado, muchos de ellos, todo su dinero.
Ya no se veían como cuando se reunía en representación de la corredora de bolsa para la que ella trabajaba, Perera y De Baeremaecker. Ahora tenía el cabello atado y no lleva maquillaje. Cuando el grupo de damnificados comenzó a acrecentarse, decidió esperar en un lugar más alejado con su abogado, Carlos Balbi, pero en la audiencia algunos se sentaron detrás de ella.
En una audiencia que encabezó el juez Huberto Álvarez se validó el acuerdo al que llegó la defensa de Marita con la Fiscalía de Delitos Económicos y Complejos de 3o Turno y se condenó a la mujer a 24 meses de arresto domiciliario. La mujer hizo la calesita con el dinero de sus víctimas durante casi diez años, aunque no para buscar su propio beneficio económico, según mostró la investigación. No se sabe a ciencia cierta cuánto dinero se perdió, pero se estima una cifra millonaria en dólares.
La fiscal adscripta Daniela Gómez explicó cómo era la maniobra. Marita trabajó en la corredora de bolsa de Perera y De Baeremaecker desde el año 2007 a noviembre de 2021 y en determinado momento comenzó a acercarle clientes. "Se trataba de personas que conocía y a quienes, en base a vínculos de confianza previos, convenció de realizar inversiones, utilizando la propia estructura de la corredora en la administración de sus carteras financieras. En tal sentido, les iniciaba las fichas respectivas, recibía bonos, letras de cambio, cheques o incluso dinero en efectivo con los que abría una cuenta y les entregaba documentación con prueba de sus inversiones", detalló en la audiencia que presenció El Observador.
Como ella –jubilada bancaria– era experta en este tipo de negocios, tenían confianza en su gestión del dinero. En la corredora de bolsa mencionada ella cumplía un horario fijo y cobraba $24.500 más comisiones en dólares que facturaba su hija, dado que por estar jubilada ella no podía facturar.
Existían dos formas de gestionar las inversiones, una manera tradicional y otra a través de la plataforma Saxobanc (banco danés que permite operar en las 25 bolsas bursátiles principales del mundo), en la cual el propio cliente podía operar directamente. Marita los registraba formalmente en la corredora de bolsa pero eso no implicaba, según dijo Carlos Perera, uno de los dueños de la empresa, que fueran "clientes activos" o se hubieran hecho gestiones concretas.
Según el relato fiscal, cuando Marita aconsejaba la forma tradicional, el dinero era transferido a una cuenta bancaria de la corredora de bolsa en los bancos Bandes y Heritage. Como en determinada instancia se les impidió, por política bancaria, las transferencias internacionales, tuvieron que acceder a otro tipo de servicios financieros. Allí entró en escena el cambio Brimar (Akumal Sociedad Anónima). Los servicios del cambio sí permitía ese tipo de transferencias.
Para la utilización de esos servicios debía haber instrucciones claras sobre el destino del dinero. La corredora lo hacía a través de órdenes escritas, pero era Marita la que tenía el contacto "permanente y directo" con el cambio, sobre todo de los clientes que ella misma había acercado a la corredora.
Pero el problema –según Marita– comenzó en 2012 cuando, a raíz de la caída de valores de Standard & Poor's, las inversiones de numerosos clientes se perdieron. Para resolverlo, comenzó a hacer una calesita con el dinero. Sacaba dinero de las cuentas "menos perjudicadas" y las ponía en aquellas "más comprometidas" sin avisarle a los clientes. "Allí se inicia la operativa compleja que culmina con los perjuicios económicos y personales de los denunciantes, que incluso llevó al cierre definitivo de cuentas e inversiones, circunstancia que fue ocultada durante años por la imputada, quedando de manifiesto con los hechos denunciados", relató la fiscal Gómez.
Mientras tanto, los clientes recibían intereses ficticios de cuentas que en realidad estaban cerradas. También entregaba estados de cuentas, recibos, órdenes, registros que no se adecuaban a la realidad de las cuentas.
Un ejemplo de ello es un mail falso que envió desde la computadora que tenía en la corredora de bolsa haciéndose pasar por uno de sus clientes en el que le pedía a ella el traspaso de 180 mil dólares.
Como no se enteraban de lo ocurrido, en los clientes había una "falsa satisfacción y percepción de su situación financiera".
Cuando se planteó el juicio abreviado –en el que acordaban la condena por delitos de estafa y apropiación indebida y una pena en arresto domiciliario– hubo abogados de víctimas que dejaron constancia de su disconformidad. Entre varios motivos, porque se obviaba imputarle el delito de falsificación, lo que a su juicio demuestra "liviandad" por falta de la fiscalía, así como también porque no encontraban verosímil que el delito cometido no hubiera sido en provecho propio de la condenada.
El abogado Jorge Barrera, que también representa víctimas, buscó dejar constancia de que la fiscalía seguirá investigando a la corredora de bolsa como empresa, a lo que la fiscal Gómez asintió.
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