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Ezra Pound: poeta en el vórtice

El 30 de octubre se conmemoró un nuevo aniversario del nacimiento de uno de los mayores poetas del sigloXX. Y es una buena excusa para volver sobre su figura
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04 de noviembre de 2018 a las 05:00

Enorme torbellino, gigantesco remolino: es un vórtice. La vida de Ezra Weston Loomis Pound se compuso de buenas dosis de esta palabra. Desde un “lejano” pueblito minero de Idaho a finales del siglo XIX, un pueblo de frontera en que el hombre blanco era aún un forastero llegado con la ley en la punta del largo revólver; hasta su final, en Venecia en 1972, luego de 87 años agitados, pletóricos de creatividad literaria, de contradicciones y hechos bochornosos. Un nuevo aniversario de su nacimiento, el pasado 30 de octubre, es la mejor excusa para volver sobre una vida y una obra que reflejan como pocas los caminos tortuosos de los dones para el arte y los actos extremos.  

Pound tuvo la virtud de estar en diversos lugares que eclosionaban con la poesía y la estética, pero al mismo tiempo su acción protagonista contribuyó a potenciar crear esos contextos creativos como válvula fundamental. En Londres avivó movimientos poéticos como el “imagismo” y el “vorticismo”, que buscaban –en la línea de los movimientos de vanguardia como el futurismo y el cubismo– la experimentación con el lenguaje, la precisión y el despojo, así como la originalidad de introducir conceptos y técnicas de las literaturas chinas y japonesas en las vanguardias poéticas de habla inglesa. En la capital del imperio británico conoce a TS Eliot, al que aconseja y edita su famoso poema La tierra baldía, dedicado a Pound. En esa época comenzó a redactar sus célebres Cantos, su obra más importante.  

Asqueado por las consecuencias políticas, económicas (acusaba a las tentaciones capitalistas y a la usura de ser los grandes males de la época) y psicológicas de la primera guerra, en la que murieron varios de sus mejores amigos, Pound huye a París y rápidamente se inserta en el ambiente  literario, donde obtiene el reconocimiento de la colonia de emigrados yanquis, con Ernest Hemingway a la cabeza, así como de los dadístas y los surrealistas. Su consejo para el viril narrador fue contundente: “Usa menos adjetivos”. La figura de gurú de Pound alcanzó en Francia dimensiones gigantescas: al escritor irlandés James Joyce le sugirió retocar varios pasajes de su majestuoso Ulysses.  

De Francia emigra con su familia (y su eterna amante, una virtuosa violinista entonces embarazada de Pound) a Italia, donde se instala en el balneario de Rapallo, en la costa ligur. El poeta volcánico se involucra con el movimiento fascista e idolatra a Benito Mussolini. En la escalada belicista de la década de 1930, Pound realizó audiciones radiales contra los aliados y contra los judíos, que se intensificaron iniciada la segunda guerra. Por este motivo, los Estados Unidos lo declararon traidor, con un castigo de pena de muerte. Al momento de la caída de Italia, Pound fue hecho prisionero y mantenido en una pequeña celda en la que casi enloqueció. 

Declarado mentalmente incapacitado, lo trasladaron a un manicomio en Washington, donde vivió hasta 1958, cuando un grupo de escritores prestigiosos (liderados por Robert Lowell y Elizabeth Bishop) lograron un perdón por parte del presidente Eisenhower. 
 El libro The bughouse, de Daniel Swift, publicado el año pasado, contiene una crónica detallada de los años en el loquero, con la constante sospecha de que Pound estaba fingiendo para evitar la muerte. En ese período continuó el trabajo con los Cantos, que mantendría en redacción hasta 1969, aunque nunca los concluyó.  Luego de su liberación regresó a Italia, donde murió en Venecia en 1972, acompañado de su eterna amante.   

La vida y la obra de Ezra Pound han sido motivo de muchas biografías. Una de las más completas se despliega en tres tomos y su autor es A. David Moody. A lo largo de sus más de mil páginas, Pound pasa de ser el joven genio al poeta épico y maestro de una generación, al personaje más oscuro y demencial, al loco náufrago de carácter casi despótico, al viejo lobo de la vejez trágica y el retiro. 

Nadie que se precie de interesarse en la literatura y el arte del siglo XX puede ignorarlo.

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