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Género y política: Mujeres, democracia y posibilidades de participación

Los procesos para que algunas mujeres lleguen a lugares de decisión política expresan movimientos sociales que las democracias pueden y deben transitar
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19 de agosto de 2022 a las 11:01

Por Eduardo Anguita

El reciente triunfo del Pacto Histórico en Colombia no solo significó la asunción del primer presidente “izquierdista” y “exguerrillero” en el país. Cierto manejo de la información mediática deja, o posterga, un elemento clave para entender la América latina profunda que sale a luz con el nuevo gobierno encabezado por Gustavo Petro.

En efecto, cuando en plena campaña electoral el candidato Petro tenía que elegir su acompañante en la fórmula, sus asesores le sugerían convocar a alguien que proviniera de los ámbitos liberales o conservadores, para sumar votos y mostrar su disposición al diálogo. La figura de Alejandro Gaviria parecía calzar como un guante, ingeniero y economista, ex ministro de Salud de Juan Manuel Santos, quien en la presidencia se jugó por el diálogo de paz. Ese Gaviria tenía el perfil y los méritos para ser el candidato a vice.

Petro, hombre de largos silencios, un día dijo: mi compañera de fórmula será Francia Márquez, quien había competido con él en las internas del Pacto Histórico. Márquez es afrodescendiente, madre soltera a los 16 años, defensora de los derechos medioambientales y de la mujer, comenzó trabajando como minera igual que su madre y su padre, cuando se trasladó a Cali hacía labores domésticas para solventar sus estudios de Derecho. Se abrió camino en la política, donde ser blanco, hombre y parte de la aristocracia parecía un teorema imbatible.

Colombia no solo tiene una vicepresidenta mujer. Tiene 9 ministras sobre un total de 18 ministerios. En su discurso de asunción Petro anunció que las mujeres “cabeza de familia” tendrían asegurada un ingreso básico.

“Lo que vamos a hacer es que ese programa entregue al menos el dinero que le permite a una mujer madre cabeza de familia salir de la pobreza”, expresó textualmente ante decenas de miles de personas que concurrieron a la plaza ubicada frente a la sede de gobierno el domingo 7 de agosto.

Márquez estaba al lado, con la sonrisa de alguien que habrá soñado no solo llegar a tener un lugar para la toma de decisiones sino instrumentos para empoderar a las mujeres.

Desde ya, Alejandro Gaviria, quien no fue candidato a vice, es parte del elenco ministerial. En un lugar clave, Educación, desde el cual se construyen los cimientos de las sociedades democráticas cuando la brecha social, la desigualdad y la violencia que atraviesa Colombia, tiene que construir un futuro que trascienda al Pacto Histórico.

Contra viento y marea

Francia Márquez, antes del acto de asunción emprendió una gira que la llevó a Chile, Bolivia, Brasil y Argentina. En este último país tuvo oportunidad de visitar a Cristina Fernández de Kirchner, la líder política que ocupó dos veces la presidencia de la Nación y que en la actualidad tiene el mismo cargo que Márquez, vice.

Cristina Kirchner es la figura más relevante, con más popularidad, del Frente de Todos que gobierna Argentina. El acoso judicial y mediático que sufrió y sufre merecería otro artículo.

En enero pasado, al asumir Xiomara Castro la presidencia de Honduras, Cristina Kirchner estuvo presente. Castro no solo era la primera mujer presidenta del país, es la esposa de Manuel Zelaya, quien había sido derribado por un golpe de Estado en 2009. En aquel momento, Cristina Kirchner era presidenta, exigió a la OEA “el cumplimiento de la Carta Democrática, esto es que se cumpla a rajatabla el respeto de las constituciones y de las votaciones populares".

En la asunción de Xiomara Castro estaba Dilma Rousseff, quien entre fines de 2015 y agosto de 2016 vivió como presidenta de Brasil un proceso destituyente en un procedimiento plagado de irregularidades llevado a cabo por la Cámara de Diputados. Con agravios y acusaciones, parte de la prensa brasileña mostró su peor perfil y construyó una condena mediática sin la cual no hubiera sido posible su destitución. La Justicia de su país no pudo probar ningún delito cometido por esa mujer que en su juventud había sido parte de la guerrilla urbana y torturada salvajemente. El actual presidente brasileño se burló de ella. Terminaba 2020, plena pandemia y Bolsonaro, ante un grupo de seguidores, dijo –y quedó grabado-: "Dicen que Dilma fue torturada y que le fracturaron la mandíbula. Que traigan las radiografías para ver esos huesos. Yo no soy médico, pero hasta hoy espero las radiografías".

La chilena Michelle Bachelet fue dos veces presidenta de su país. Llegó por sus propios méritos y pocos saben que su padre, Alberto Bachelet, era un general de la Fuerza Aérea hasta el 11 de septiembre de 1973, cuando Augusto Pinochet encabezó el golpe de Estado que terminó con la democracia chilena del presidente Salvador Allende que prefirió resistir en la Casa de la Moneda, sede del gobierno, y sabiendo que era inevitable el triunfo de los golpistas, eligió pegarse un tiro. Alberto Bachelet fue detenido y torturado, incluso por sus camaradas, y murió en marzo de 1974. El parte oficial dijo “infarto de miocardio”.

Michelle Bachelet nunca buscó venganza personal, sí Justicia. Desde hace tiempo las Naciones Unidas la eligieron como la Alto Comisionado para los Derechos Humanos. Vela para que, dentro sus humanas posibilidades, no pase les pase a otras personas lo que sufrió su propio padre.

En su Chile asumió un gobierno de izquierda. En efecto, El presidente actual, Gabriel Boric llegó a la misma Casa de la Moneda que vio morir a Allende. Cuando presentó su gabinete había 14 ministras y 10 ministros. Las carteras de Seguridad y de Defensa y encabezadas por  mujeres, un rasgo distintivo de este gobierno de izquierda.

En 2021, México alcanzó el mayor número de gobernadoras mujeres en su historia, un avance destacado aunque también revelador respecto a lo mucho que falta por construir y deconstruir. La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se refiere a estos cambios como la “cuarta transformación” asegurando que el país está preparado desde hace mucho tiempo para tener a una mujer al frente de la Presidencia.

La democracia, estúpido

Hace 40 años Estados Unidos no hubiera dejado que (Gustavo) Petro fuera presidente, aseguró el asesor de Joe Biden, Juan González en una reciente reunión de la central empresaria colombiana reunida en Cartagena.

Efectivamente, sin democracia, sin procesos institucionales, sin organismos y pactos supranacionales que defiendan los derechos, estas líneas podrían aspirar a ser una (no tan bella) crónica palaciega.

Las mujeres latinoamericanas tienen ingresos salariales muy por debajo de los hombres, salvo aquellos convenios de trabajo que igualan salario sin diferenciar género. Sufren el legado patriarcal, son víctima de crímenes de género y atraviesan otras inequidades.

Los procesos para algunas de esas mujeres lleguen a lugares de decisión política expresan movimientos sociales que las democracias pueden y deben transitar.

Otras culturas, al menos hasta ahora, ni siquiera se asoman a recorrer esos caminos. Aunque parezca una banalidad: ninguna mujer que quiera ir sola a Qatar a ver el Mundial 2022 podrá ir sola, menos aún si está casada con otra mujer. Si va con su esposo y quiere salir a la calle, deberá ir con él. Eso no solo rige para las eventuales turistas del Mundial. Es la ley en Qatar. Es la norma en muchas sociedades donde la cultura y la religión musulmana. Es la vulneración de derechos que deberían ser inalienables.

En China, sucede algo distinto, pero que también debe ser subrayado. Un sistema de partido único como el que rige en el país, por más crecimiento económico y científico que tenga, muestra cómo la concentración del poder no es solo de color político sino también de género.

La Asamblea Popular Nacional de China tiene casi 3.000 integrantes y solo un cuarto de ellos son mujeres. Sin embargo, si se va a la cúspide de los órganos de poder político de la segunda potencia económica del planeta, se llega al presidente Xi Jinping, respaldado por los órganos partidarios, el Comité Central, formado por unos 300 integrantes. A su vez, de ellos, surge el Buró Político que tiene 25 miembros y de ellos se elige el Comité Permanente, que tiene 9 integrantes.

Sun Chunlan, una mujer de 71 años, que estuvo al frente de las tareas de la pandemia del Covid desde principios de 2020 por instrucciones del presidente Xi Jinping, es la única mujer que integra ese Comité Permanente. Los restantes son hombres. Esto no es cuestión de sumar o restar sino de pensar qué cambios son posibles en procesos democráticos y cuáles no pueden darse sin ellos.

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