Por Daniel Colombo
Las organizaciones de todo tipo se debaten diariamente en un mundo vertiginoso y en constante transformación. De allí que el rol de administrar situaciones cambiantes minuto a minuto no es para cualquiera: se requieren grandes dosis de excelencia profesional, entendimiento, apertura mental, equilibrio en la gestión emocional y, fundamentalmente, mucha, mucha paciencia.
Es justamente este aspecto, el de la gestión de las emociones, lo que caracteriza a líderes resonantes capaces de transformar el caos en organización efectiva.
Para empezar a entender el concepto de caos, propongo encuadrar la idea: se trata de algo que está confuso y desordenado, que no sigue procesos ni un orden lógico por lo que el clima organizacional a veces está inundado de tensión e incertidumbre. Cuando no hay certezas y el rumbo es errático, las decisiones se suelen tomar por impulso. Si bien en cualquier empresa es inevitable una dosis de caos, el vivir permanentemente inmersos en este estado de las cosas desgasta a las personas y no permite un funcionamiento óptimo.
La solución al problema es aprender a convivir con el caos y a gestionarlo progresivamente. Se trata de transformar paso a paso la cultura organizacional. La cultura es el conjunto de símbolos, vínculos, experiencias, formas de pensar, sentir, decir y hacer que tiene una organización de cualquier tipo.
Por ejemplo, en empresas que no cuentan con procesos para cada área, el problema frecuente donde irrumpe el desorden no sólo abarca lo administrativo, sino algo más básico y fundamental como son los vínculos interdepartamentales. Hay equipos que no se hablan, no comparten información; los responsables están desconectados y usualmente se genera mucha desconfianza y acusaciones cruzadas.
Desde otra perspectiva, la económico-financiera, indispensable para subsistir y seguir operando, una empresa o negocio caótico pierde mucho dinero, además de tiempo, ya que las fugas de energía son de doble vía: en aspectos tangibles como las entradas, salidas de flujos de caja y las inconsistencias en los aspectos operativos; y también en las relaciones del talento humano: desgaste permanente, tensión, falta de colaboración, baja energía, cero espíritu colaborativo.
Para implementarlo con efectividad, recomiendo que se designe un equipo especial, ‘de elite’, con la fortaleza interna y las habilidades de management necesarias para liderar el proceso. Un aspecto fundamental: hay que dotarlo de los recursos humanos, la tecnología y, sobre todo, el poder de decisión acorde a la enorme tarea que van a realizar.
Las personas responsables de gestionar el caos en las empresas saben que el proceso incluye un balance de fuerzas y contrafuerzas. Fuerzas son todas las acciones y necesidades concretas a implementar para ordenar el caos.
A las fuerzas se opondrán contrafuerzas, representadas por aquellos aspectos de la vieja cultura a transformar: aquí aparecerán trabas y dilaciones de todo tipo, personas quejosas y quedadas en el tiempo, “aquí esto se hizo siempre así y no va a cambiar” y todos los demás ‘no’ que buscarán interponerse en el camino del cambio.
Desde un punto de vista asertivo es necesario tomar en consideración estas variables, equilibrarlas lo mejor posible, no rendirse y aprender a generar entornos de confianza con los que levantan su bandera de contrafuerzas para poder utilizar esa misma energía y convertirla en un dínamo transformador. Recordemos que todo cambio produce en las personas miedo e incertidumbre hasta que los primeros resultados empiezan a verse en forma tangible y concreta. Para esto pueden pasar varios meses o años. Vale la pena encarar el proceso.
Para empezar a ordenar una organización de cualquier tipo es necesario empezar a despejar el estado interno de confusión progresivamente.
Aquí, algunas formas de lograrlo en el mediano plazo:
Con un plan certero, estrategia y paciencia se logrará en un proceso continuo eso que parecía tan complejo y desafiante al comienzo: gestionar el caos y conducir a la empresa, negocio y organización de cualquier tipo y tamaño a un futuro de mayor organización, logros y objetivos.
Se reavivará el espíritu de equipo y colaboración entre las áreas, y se obtendrá el necesario rédito en los resultados económicos, fundamental para garantizar la sustentabilidad del negocio.
Fuente: El Cronista - RIPE
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