Opinión > EDITORIAL

Hija de la educación

Un ejemplo que se debe difundir
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20 de diciembre de 2018 a las 05:04

El denso y largo debate sobre el presente y el futuro de la educación en Uruguay ha sobresaturado la capacidad de atención del público en general. El resultado es que la discusión sobre la educación quedó reducida a un grupo de expertos que solo se juntan cíclicamente para escuchar un mismo diagnóstico y lamentarse de que por falta de voluntad política no pueden llevarse a cabo los cambios.
Hace décadas que el país se desangra sin encontrar un rumbo claro para la educación, y así las generaciones crecen y salen a la vida adulta otorgando ventajas. La política en este sentido falló y todos pagamos las consecuencias.

Aparecen casos aislados de iniciativas privadas que se insertan en contextos críticos (Los Pinos, Jubilar, Impulso, Providencia) que demuestran que la educación es el arma más revolucionaria y pacífica que existe para transformar personas, barrios y comunidades. 
Será tarea de investigadores académicos libres y honestos encontrar en qué momento Uruguay perdió el rumbo en materia de educación pública y se olvidó del legado de José Pedro Varela, cuya sola mención debería hacer ruborizar a quienes han estado al frente de las políticas educativas en los últimos tiempos.

Por eso cuando la educación navega sin rumbo hacia el primer cuarto del siglo XXI y el mundo y el trabajo se transforman a la velocidad de la luz, la peripecia vital y la voluntad a prueba de tempestades de la maestra Juanita Pérez son un oasis en el que vale la pena detenerse.
Hoy es la orgullosa directora de una escuela en Progreso (Canelones) pero el camino para llegar hasta allí inflama el pecho de orgullo a todos quienes seguimos creyendo en la necesidad de una mejor educación pública. 

La directora Pérez es la séptima de 10 hermanos. Se crio en una casa sin luz ni baño. De chica no conoció una ducha de agua caliente. Debido a la falta de luz para estudiar perdió la visión de un ojo. Pero nada la detuvo. Ni siquiera tener que alimentarse de las frutas y verduras que dejaban a su paso los feriantes o mendigar un pan para comer. “Nosotros lo naturalizábamos mucho porque nuestros padres nos decían que no nos tenía que dar vergüenza pedir, que vergüenza era robar”, dijo en una nota para El Observador.
“Para mí la escuela –continúa– era un lugar feliz, donde me sentía querida por mis maestras. Ellas depositaron en mí una confianza que no tenía en mi familia. Siempre me hicieron creer que yo era capaz, que podía salir adelante”.

Su carrera incluyó ser maestra adjunta en aulas, secretaria y maestra comunitaria en escuela de contexto crítico hasta que en el 2014 fue ascendida a directora. Además, aprobó el curso para ser inspectora de Primaria.
“Tuve clarísimo siempre que quería estudiar. No quería pobreza, no quería frío –agrega y dispara la sentencia convencida–: yo me siento hija de la educación”.

Por eso es un referente que muestra al mundo entero que cuando hay voluntad siempre se abre el camino. El problema es cuando los caminos se cierran por malas políticas públicas y no alcanza solo con la voluntad.
Escuchemos a Juanita Pérez, difundamos su ejemplo y hagamos lo imposible para que los caminos de la educación estén bien abiertos para que estudien y se realicen los miles de Juanita Pérez que merecen un futuro digno en Uruguay. 

 

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