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La cuarentena y el efecto en la salud mental de adolescentes: ¿qué dicen los expertos?

Uruguay está entre los peores de la región en suicidio adolescente
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24 de mayo de 2020 a las 05:00

"Agarrate del pincel que te saco la escalera”. Con ese dicho popular, Juan Triaca, el director del Programa de Salud Mental de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), describe lo que la pandemia del coronavirus hizo con los adolescentes, apenas llegó a Uruguay, el 13 de marzo. De un día para el otro, el grupo más necesitado de contacto social, quedó alejado de su barra de amigos, sus deportes, sus pasiones y sus amores. Y la alerta, en uno de los países de América Latina con mayor tasa de suicidios en esa franja etaria, se enciende.

Más allá de las estadísticas frías, esta cuarentena también trajo casos de suicidios entre los más jóvenes. Y con cada vida perdida, la frialdad del número da paso a la angustia de familias que aún recuerdan a sus pequeños que decidieron quitarse la vida. 

Ese es el caso de Daniela Richino, por ejemplo, la madre de un chico de 13 años que saltó de un noveno piso hacia su muerte, días atrás. La propia madre, en reclamo de mayor protección para los “más vulnerables y frágiles”, escribió este jueves una carta al director del semanario Búsqueda relatando el trágico desenlace de su hijo.

“Trágicamente, como daño colateral de dichas medidas (el aislamiento social), mi hijo de 13 años falleció. Mi hijo era un chico feliz, sano, vibrante y lleno de energía. Su sueño era convertirse en atleta profesional. Era un atleta federado que competía en la pista de atletismo de Montevideo y un apasionado golfista. Estaba entrenando para competir en el Campeonato Sudamericano Prejuvenil de Golf que se jugaría este año en la cancha de Punta Carretas. De repente, todas sus pasiones y su descarga mental y física fueron cortadas por el cierre de la cancha de golf y la pista de atletismo debido a la cuarentena”, expresó Richino, que en la carta, desde el dolor, se describió como “una madre destrozada que perdió a su único hijo”.

Sin embargo, estos jóvenes son los que menos llamadas a la línea de prevención del suicidio realizan. En los datos analizados de la línea de atención emocional que se largó a causa de la pandemia, sobre una muestra de 856 llamadas, se observó que solo 11 llegaron de parte de adolescentes de entre 13 y 19 años. Entre los jóvenes (20 a 30 años) ese número aumenta (74 llamadas) pero sigue muy por debajo de los adultos mayores de 50 años (en total, 497 llamadas). 

Para Triaca, eso se debe a que los adolescentes no ven a las líneas telefónicas como su canal cercano de comunicación. Y entiende que “sí o sí” hay que pensar en nuevas alternativas que tengan más impacto en esta población, como las redes sociales. “Los adultos tenemos que entender a los adolescentes y no quererles imponer nuestras concepciones. Eso es no cuidarlos. Sería bueno poder comunicarse con ellos por otras herramientas”, dijo. 

El médico considera que el tratamiento tradicional al tema, además de las preocupantes cifras de suicidio, dan para reflexionar sobre la mirada de la sociedad ante estos jóvenes. “Las cifras de autoeliminación en la población joven, que son muy altas y están en las primeras de Latinoamérica, nos hace que tengamos que pensar como sociedad que lugar le estamos dando a los jovenes. No los estamos cuidando bien. Tenemos que ayudarles a construir la escalera. Si no quedan colgados del pincel. Tenemos que ofrecerles peldaños. No nos podemos quedar mirando el ombligo”, expresó.

Aunque personas de todas las edades sufrieron y sufren el impacto del distanciamiento prolongado, según el experto, son los adolescentes en quiénes más repercute la necesidad de ese vinculamiento.

“Cuando no estás en una familia que te contiene y no se te entiende, no se te respeta, y hay una invasión de los espacios de privacidad, se hace difícil sobrellevar la cuarentena”, dijo.  En ese sentido, señaló que los “malestares históricos” se ven agravados por la crisis y pueden aumentar la “irritabilidad” de los adolescentes.

Laura Viola, grado 5 de Psiquiatría pediátrica, entiende por su parte que la “adolescencia no es una sola” y que existen situaciones muy diferentes. Desde el conocimiento por los casos que le ha tocado atender, cree que en muchos adolescentes el aislamiento social hizo que sus “problemas con el uso de la tecnología” sean más aceptados. Ahora ya no son los raros que pasan todo el día encerrados en su cuarto frente a una pantalla. Los padres ya no le piden que salgan a jugar afuera o a tener contacto con otros.  

“El problema va a ser cuando esas reglas de juego familiar vuelvan a cambiar. Cuando vuelva a verse como algo malo que el chico pase todo el día en su cuarto. Creo que en la vuelta a la normalidad se va a encontrar un aumento de la ansiedad”, remató la médica. 

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