Los científicos advierten que la absorción de microplásticos a través de los alimentos de origen marino pone en peligro a las comunidades costeras e indígenas

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La discusión mundial para salvar a los océanos del plástico seguirá el año próximo en París

Será la segunda ronda de negociaciones en busca de un acuerdo global vinculante para evitar que los 11 millones de toneladas de desechos que contaminan las aguas se tripliquen en 2040
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07 de diciembre de 2022 a las 14:19

Francia acogerá "a finales de mayo de 2023" en París una segunda ronda de negociaciones, después de la celebrada en la ciudad de Punta del Este, Uruguay, para acordar un tratado mundial sobre la contaminación marina por plásticos.

Los representantes de 160 países y unos 850 miembros de la sociedad civil participaron en la primera sesión de la negociación, que terminó el 2 de diciembre en la localidad uruguaya tras cinco días de debates.

"Esta sesión fue la ocasión para que los Estados precisaran sus ambiciones para el futuro acuerdo, que deben ser lo más elevadas posibles", indicaron la cancillería y el ministerio de Transición Ecológica francés al anunciar la nueva ronda.

Francia y la Unión Europea (UE) vienen reclamando un pacto que "cubra todo el ciclo de vida de los plásticos, con esfuerzos para reducir, eliminar y prohibir los plásticos y sustancias problemáticas", así como los "microplásticos y plásticos de un solo uso", agregaron sus representantes.

Según los institutos oceanográficos, al menos 11 millones de toneladas de plástico llegan cada año a los mares y océanos, una cantidad que podría triplicarse en 2040 si no se toman medidas; residuos que representan como mínimo el 85% de los deshechos marinos, según la ONU.

En marzo, la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (ANUE) adoptó una moción para crear un Comité Intergubernamental de Negociación, que se reunió por primera vez en Punta del Este con el objetivo de elaborar un texto jurídicamente vinculante para 2024.

"El mundo tiene una adicción al plástico, el mundo creó una crisis del plástico", dijo Andersen. Por su parte, el ministro de Medio Ambiente de Uruguay, Adrián Peña, aclaró que la lucha no es contra el plástico, sino contra la "contaminación por plástico” y que la clave es "cómo lo gestionamos, cómo lo reciclamos", añadió.

Según los expertos, unos 7.000 millones de toneladas, de las 9.200 millones de producción acumulada entre 1950 y 2017, se convirtieron en residuos. Las tres cuartas partes fueron desechados en vertederos, formando flujos incontrolados y mal gestionados, o fueron vertidos o abandonados en el medio ambiente, incluso en los mares y océanos.

Los plásticos también implican una amenaza para el clima. Según una evaluación publicada días antes de la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP26), se estima que en 2015 su fabricación produjo 1,7 gigatoneladas de CO2; y se proyecta que para 2050 esta cifra se triplique, alcanzando las 6,5 gigatoneladas, un 15% de la producción mundial de carbono.

Los biólogos advierten que todas las especies marinas, desde el plancton y los moluscos, hasta las aves, las tortugas y los mamíferos, se enfrentan a riesgos de intoxicación, trastornos del comportamiento, inanición y asfixia. Los corales, los manglares y los pastos marinos, además, son sofocados por desechos plásticos que les impiden recibir oxígeno y luz.

“El cuerpo humano también es vulnerable a los residuos plásticos en las fuentes de agua porque puede causar cambios hormonales, trastornos del desarrollo, anomalías reproductivas y cáncer”, advirtió la ONU. El plástico es ingerido a través de los productos del mar, bebidas e incluso la sal común; pero también penetra en la piel y pueden ser inhalados cuando está suspendido en el aire.

El informe de la ONU señala que “los riesgos para la salud humana surgen de la quema de residuos plásticos, la ingestión de mariscos contaminados, la exposición a bacterias patógenas transportadas en él y la lixiviación (la separación mediante disolventes de las partes solubles de las insolubles) de sustancias preocupantes en las aguas costeras”.

Los científicos advierten que la absorción de microplásticos a través de los alimentos de origen marino pone en peligro a las comunidades costeras e indígenas, donde las especies marinas son la principal fuente de alimentación.

La basura marina y la contaminación del plástico afecta, además, a la economía mundial. Los costos que acarrea la contaminación por plásticos en el turismo, la pesca, la acuicultura y otras actividades, como las limpiezas, se estimó entre los US$ 6.000 y los US$ 19.000 millones en 2018.

En 2040, el costo financiero podría ser ascender a unos US$ 100.000 millones al año para las empresas si los gobiernos les exigen que cubran los costos de la gestión de los residuos en los volúmenes esperados. La ecuación es compleja. El mercado mundial del plástico se estimó en 2020 en unos US$ 580.000 millones, mientras que el valor monetario de las pérdidas de capital natural marino se calculó en US$ 250.000 millones.

Los autores del informe de la ONU rechazan la posibilidad de que el reciclaje sea una salida y advierten sobre alternativas dañinas a los productos de un solo uso, como los plásticos de base biológica o biodegradable. Según los científicos representan una amenaza química similar a los plásticos convencionales. Con respecto al reciclaje, el problema es su baja tasa, inferior al 10%.

El documento también analiza las fallas críticas del mercado. Uno de ellas es el bajo precio de las materias primas basadas en combustibles fósiles frente al elevado costo de los materiales reciclados. También destacan otras fallas: los esfuerzos poco articulados en la gestión formal e informal de los residuos plásticos y la falta de consenso sobre soluciones globales.

De allí que los expertos enfaticen que no hay una solución única. Las propuestas pasan por implementar políticas de economía circular; la progresiva eliminación de productos y polímeros innecesarios, evitables y problemáticos; la adopción de instrumentos fiscales como impuestos, tasas y cargos; los sistemas de depósito-reembolso; los esquemas de responsabilidad ampliada del productor; la eliminación de subvenciones perjudiciales; y las innovaciones de la química verde para polímeros y aditivos alternativos más seguros.

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