El periodista Américo Signorelli quebró en llanto al recordar al futbolista.
Con Morena y Damiani, cuando Peñarol fue galardonado como "Campeón del Siglo" por la IFFHS
Con Eduardo Pereira y el Inido Olivera, campeones de América en 1987 y 1982 respectivamente. Fue en la fiesta de los 120 años del club.<br>
Jorge Goncalvez y Leonardo Ramos
Velatorio de Néstor Goncalves
Jorge Goncalvez con Leonardo Ramos
Jorge Goncálvez
Velatorio de Néstor Goncalves
Las condolencias para su hijo, Jorge Goncalvez

Fútbol > ADIÓS A LA GLORIA

La partida del gran capitán

A los 80 años falleció ayer Néstor Gonçalves, el jugador más emblemático en la historia de Peñarol; dejó un legado eterno
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30 de diciembre de 2016 a las 05:00
Pocas personas sintetizaron tanto el amor a una causa y la fidelidad a unos colores como Néstor Gonçalves, que ayer jueves dejó de existir a los 80 años a causa de una falla renal.
 
Caudillo, símbolo y capitán del Peñarol más ganador de la historia, Gonçalves fue un futbolista único. No tanto por su destreza de volante central impasable o por su capacidad táctica de estar siempre bien parado, ni siquiera por la hombría de ponerse el equipo al hombro cuando las circunstancias eran adversas.
 
Todos los calificativos se los ganó por no negociar jamás su felicidad ni sus valores: debutó, ganó todo y se retiró en silencio de su amado Peñarol cuando tras bailar varias canciones abrazado de la gloria las cartas llegaban desde el viejo continente.
 
Real Madrid quería tener al caudillo uruguayo vestido de merengue, varios equipos de Italia también lo intentaron y hasta River Plate de Argentina se ilusionó con llevarlo dada la cercanía, pero todos se quedaron con las ganas.
 
Cierta vez, en una de esas noches donde solo se habla de fútbol, Gonçalves cruzó la puerta. Sin aires de divo, saludó a todo el mundo y el auditorio, variopinto y compuesto por hinchas de varios equipos, quedó en silencio.
 
Transcurrida la conversación, el periodista que firma esta nota le hizo la pregunta tantas veces repetida: "Si te vino a buscar Real Madrid, ¿por qué no te fuiste?".
 
La respuesta fue una mezcla de sentencia y enseñanza: "Pibe, ¿vos te irías del lugar donde sos feliz?". Gonçalves fue un religioso de Peñarol, canonizado por los hinchas que peinan canas, muchos que ya no están y que trasladaron sus hazañas como un relato cultural a través de las generaciones.
 
"Yo llegaba a Las Acacias 10 minutos antes para escucharlo. Era magistral escucharlo hablar. Siempre se enojaba cuando veía jugadores con zapatos de colores. Se ponía malísimo (risas)" Carlos "Pato" Aguilera.
 
Nacido en Isla Cabellos (Artigas), Gonçalves tiene un historial de gloria que ameritó todos y cada uno de los galardones que recibió. Con la camiseta de Peñarol, la única que vistió en toda su carrera, sumó varios títulos entre los que se destacan nueve Campeonatos Uruguayos, tres Libertadores y dos Copas Intercontinentales.
 
Cerró su carrera mareado de tantas vueltas olímpicas al ganar la Supercopa de Campeones Intercontinentales y con un registro de 574 partidos en 14 temporadas, siempre con Peñarol en el pecho.
 
Gonçalves fue, además, el símbolo de un paradigma que dejó de existir, donde los equipos sudamericanos se plantaban de igual a igual ante las potencias de Europa en tiempos donde se hablaba poco y nada de macroeconomía, marketing y redes sociales.
 
"En aquel momento nadie imaginaba lo que significaba un título de Campeón de América. Ni siquiera nosotros, que lo habíamos conquistado. Fíjese que el primero en darse cuenta fue Maidana, en el hotel, después que jugamos contra Olimpia en Asunción. Compartíamos una habitación, él, Panchito Majewski y yo, y de pronto me dijo: '¿Te das cuenta que somos los mejores de América?", contó a El Diario en 1980 al referirse de la conquista de la primera Copa Libertadores de América en 1960.
 
Maidana, héroe del arco aurinegro, trabó una amistad con Gonçalves basada en códigos que ya no existen. El barrio, el potrero y el vestuario fueron la universidad de una raza de jugador que hoy no se compra con plata. El propio Maidana fue de los más emocionados en el velorio público que le rindió Peñarol en el Campeón del Siglo. Se mostró quebrado, como ningún rival pudo, ante la partida de su amigo.
 
"En Peñarol hubo muchos grandes capitanes, pero pocos fueron tan significativos como él. Nunca vistió otra camiseta que no fuera la de Peñarol. Por eso no creo que fue el capitán de un plantel o de una generación, fue el capitán de todo Peñarol" Pablo Forlán.
Las primeras ediciones de la Copa Libertadores distaban mucho de las actuales. Sin canales en vivo o transmisiones a color, la ausencia de detalles públicos era el caldo de cultivo perfecto para un fútbol que hoy se asemejaría a la barbarie. Vestuarios sin luz ni agua, amenazas de todo tipo y proyectiles en el campo eran escenas habituales. En esos escenarios ganar de visitante y salir ileso era una muestra clara de hombría.
 
"El Peñarol de ese momento no era un gran equipo, comenzaba a armarse. Era el embrión de lo que posteriormente llegó a ser Peñarol en la década de 1960. Pero tenía gente de una entrega tremenda a la que con ningún tipo de amenaza la asustaban y era en todos lados", agregó Gonçalves con una memoria intacta.
 
Como si su palmarés internacional fuera poco, también se dio el gusto de ganar el primer Quinquenio de Oro del club. Pese que sus éxitos deportivos lo colocaron en el sitial de los mitos, la carrera de Gonçalves tuvo ribetes insólitos y que pintan de cuerpo entero la situación del fútbol de esa época.
Tras probarse en Peñarol y superar la prueba, el club salteño dueño de su ficha pidió 20 mil pesos para venderlo y a Peñarol le pareció un jugador caro.
 
Otra época, otro fútbol, otro mercado. Fue por cuestiones como esa que Gonçalves pareció tocado por la varita mágica. Dueño de un temperamento único, fue el único futbolista que debutó en la selección uruguaya antes de ser un jugador profesional y sin partidos oficiales encima.
 
"La única palabra que se me viene a la cabeza es respeto. Fue el más grande de todos" Eduardo Pereira.
Gonçalves fue, es y será Peñarol. Por el carácter que lo marcó a fuego, porque su nombre quedó abrazado a la gloria y porque afuera de la cancha, donde los hombres juegan el verdadero partido, fue un caballero lúcido, agudo, divertido y muy respetuoso.
 
Fue, también, el ejemplo en carne viva de que la fidelidad no se negocia y ayer se despidió en un estadio que debió llevar su nombre.
 

A la cabeza de la gloria

La opinión de Pablo Forlán
Tuve la suerte de compartir momentos victoriosos con él. Yo me sumé a ese grupo en 1964 cuando ellos ya habían ganado mucho. Yo con ese grupo gané todo, Uruguayos, Libertadores, Intercontinental, Supercopa y era un grupo bárbaro, con él a la cabeza y con todos los muchachos que ya se fueron. Los Aromos era nuestra segunda casa y ellos dejaron un legado importante para todo el fútbol uruguayo.
 

Una gran persona

La opinión de Fernando Morena
Él tuvo incidencia como ayudante de Juan Ricardo Faccio para traerme de River a Peñarol. Luego de conocer su historia puedo garantizar que fue un mejor tipo. Tuvimos la posibilidad de ir a buscar con él y con Juan Pedro Damiani el trofeo del Campeón del Siglo a Inglaterra y fue una experiencia divina. Con su forma de ser nos dejó una enseñanza. Yo lo apreciaba mucho, fue el tipo más grande que tuvo Peñarol.
 

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