La imagen y la voz de la joven Greta Thunberg retumbando en las Naciones Unidas para hacer oír su queja y su ira por la indiferencia ante el cambio climático conmovió la sensibilidad de vastos sectores. Y concitó el enojo de otros. En ambos casos, por razones, intenciones, prejuicios, intereses e ideologías diversas. Se mezclaron, además, cuestiones de género, discriminación, acusaciones, eslóganes y solidaridades ajenas al tema en sí. Como suele ocurrir.
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