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Las lecciones del maestro

Cargado de sustos y de referencias al género, el cine de Wes Craven dejó su huella en el horror
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01 de septiembre de 2015 a las 05:00
Sin contar las películas de Disney, el cineasta Wes Craven no vio su primera película "de verdad" hasta muy tarde en su juventud. Craven, nacido en la ciudad de Cleveland, fue criado en una familia católica muy estricta que consideraba que ir al cine era un acto pecaminoso. Excepto si se trataba de un filme animado de la casa de Mickey Mouse. En el último año del liceo, se fue a dedo hasta otra ciudad y se dejó deslumbrar por Matar a un ruiseñor, la película de Robert Mulling sobre la novela de Harper Lee.

Eso fue el principio de su escapada hacia el séptimo arte. Una epifanía, le llamaría él. "Si eso es lo que se consideraba pecado, entonces debían estar equivocados", afirmó en una entrevista. Tal vez en señal de rebeldía hacia su infancia o debido a su fascinación hacia lo fantástico y oscuro, Craven –quien falleció el domingo a sus 76 años debido a un cáncer– construyó una carrera hoy venerada dentro del cine de horror. Fue director, guionista y productor y su afán prolífico por brindar algo más que un simple susto le terminó otorgando el título de maestro dentro del género.

Pero el título no solo era poético ya que Craven también fue profesor de inglés. Por eso no es sorpresivo que su filmografía puede tomarse como un curso que aborda varios tópicos: la historia y la mutación del cine de horror, la relación entre la industria cinematográfica y la tecnología, así como un manual audiovisual de cómo asustar a generaciones de espectadores con personajes tan terroríficos que provocaron que varias lámparas de luz se mantuvieran encendidas durante la noche.

Craven dio sus primeros pasos detrás de cámaras a principios de los 1970, cuando escribió, dirigió y editó Ultraje al amanecer. En el filme, que el director concibió como una reversión de La fuente de la doncella de Ingmar Bergman, Craven narra la historia de un par de adolescentes que, en busca de un poco de marihuana en camino a un concierto, son secuestrados por una banda de convictos psicóticos. El buen recibimiento de la crítica fue opacado por la censura que el filme tuvo en varios países debido a su extrema violencia.

Durante esos años como cineasta novato, Craven siguió explorando, como director y cinematógrafo, el cine de explotación de horror, con historias de asesinos incansables como La pandilla abominable y Extraño verano. Sobre el cambio de década, el director comenzó a explorar otra forma de horrorizar a sus audiencias: la fantasía. Encabezó una adaptación del cómic de la editorial DC, La cosa del pantano, sobre un científico que es transformado en un monstruo.

Wes Craven películas
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Abierta esa puerta creativa, en 1982 concibió una de sus creaciones más recordadas hasta la fecha, al estrenar Pesadilla en lo profundo de la noche. Allí no solo le presentó al mundo a un joven Johnny Depp en sus primeras películas, sino también al personaje de Freddie Krueger, un asesino serial que vive de los malos sueños de los niños y adolescentes de la calle Elm para matarlos de las formas más espeluznantes posibles, siempre portando un guante con cuchillas, un sombrero de cuero y una sonrisa macabra sobre el rostro quemado del actor Robert Englund. Con nueve películas en su haber, Freddie pasó al panteón de los monstruos más recordados del cine del siglo XX, con Craven detrás de él como su orgulloso creador.

Y no sería la única creación del artista que alcanzara este estatuto clásico. En 1996, con el VHS como el medio más popular de consumo masivo, Craven se haría de los mecanismos y componentes narrativos del género para deconstruirlos en Scream, vigila quien llama. La película, que introducía al asesino Ghostface, mezclaba las tradiciones del cine slasher, en el que se inició el director, para trabajarlo con humor y los clichés de las películas de miedo. Fue un éxito imparable de taquilla y también significó el inicio de una saga fílmica que próximamente tendrá una nueva versión como serie de televisión.

Ya sea acercando al espectador a la cotidianeidad inocente de sus personajes, inventando villanos burlones o atacando a las concepciones narrativas del propio cine que lo hizo famoso, Craven será recordado por su imaginación envidiable y por su capacidad para brindar sustos memorables. Su cinefilia era latente en su obra y, como si de cualquier clase se tratase, es recomendable prestarle la máxima atención posible en cada filme.

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