Rooney Mara y Cate Blanchett son las protagonistas de Carol, que en Uruguay se estrenará en febrero

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Las profundidades del amor

El estreno de la película Carol, protatonizado por Cate Blanchet y Rooney Mara, es una excusa parahablar del trabajo de la escritora Patricia Highsmith
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28 de noviembre de 2015 a las 05:00

Desde hace un tiempo cunde una nueva revolución sexual, en las que se embanderan algunas mujeres y otras miran de costado con indiferencia un discurso que no las termina de seducir. Algunos hombres parecen desconcertados, no terminan de entender las piezas del juego en que están metidos, se quejan de lo que se les enrostra o miran al piso en clave de culpabilidad genética.

En la superficie hay de todo: frases hechas sobre género sin mucha reflexión, visiones agudas y personas descreídas, mujeres que mueren asesinadas y otras que reclaman igualdad de salarios. Un poco más abajo hay menos sustancia racional y más prejuicios, signos y semiótica enrevesada, bastante confusión e hipocresía.

Por eso viene como anillo al dedo una película como Carol, del estadounidense Todd Haynes, que ya suena como el filme en que la gélida australiana Cate Blanchett encenderá (de nuevo) la pantalla para ganarse (de nuevo, también) alguna estatuilla tan dorada como su pelo.

La historia va al hueso, sin piedades. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven que trabaja en una gran tienda, se enamora a primera vista de una clienta madura pero muy atractiva, Carol Aird (Blanchett). La chica tiene un novio con el que no pasa nada, y la mujer está divorciada y sola. En la gran ciudad, las dos encuentran en la otra el eslabón donde engancha el engranaje que las hace moverse hacia un territorio que ambas desconocían: el amor. Tan simple y tan bestial.

La pareja actual y el ex de cada una descubren el affaire y se sienten obligados a actuar, a luchar por recuperar a sus mujeres que se liberaron. Pero nada es sencillo. Los humanos, sea cual sea su inclinación sexual, son demasiado complejos para encasillar en las etiquetas de heterosexual y homosexual.

Si la historia es densa se debe a que debajo de la producción de Hollywood se encuentra la pluma y el criterio de Patricia Highsmith. Esta película es la adaptación de su novela El precio de la sal, una de las primeras que afrontó el tema del amor carnal entre mujeres en clave de thriller en la literatura.

Para esconder su identidad (como harían luego muchas de sus personajes más conocidos, por ejemplo, Tom Ripley), Highsmith firmó con el seudónimo Claire Morgan una obra por demás polémica para 1955 en la conservadora sociedad de los Estados Unidos.

Highsmith era mujer y despreciaba a las mujeres, a las que consideraba seres sucios y estrafalarios. Era una auténtica misógina, con una personalidad laberíntica que mereció varias biografías excelentes, como la de Joan Schenkar. Porque también era homosexual y homofóbica.

Amó a muchas mujeres y a unos pocos hombres. Nunca se casó ni tuvo hijos. Escribió como forma de soportar la realidad. Vistió anécdotas con heridas personales. Vivió en varias ciudades y países, y pobló sus libros con un paisaje de una amoralidad lúgubre a la luz de un sol radiante, como un asesinato al pleno mediodía.

Sus héroes nunca pierden la ambigüedad. Pero no solo la doble cara espejada de una sexualidad homosexual. Los personajes de Highsmith se buscan a sí y exploran los límites y las rigideces de la extrañeza del mundo que los contiene como en una larga condena.

Qué suerte que en épocas de palabras livianas la compleja figura de Highsmith, que se enamoró de un fotógrafo homosexual porque veía dentro de él a una mujer, vuelva al ruedo con todo merecimiento gracias a un película que promete arrasar en los premios Oscar.

La película y la cara de loba contenida en la nieve de Blanchett son apenas las excusas para volver a la lectura de Highsmith, una mujer que supo escribir de humanos, fueran mujeres u hombres, qué más da la diferencia. En la greda de su literatura los géneros se mezclan como muñecos infernales e incompletos sin el otro, moldeados por su mano maestra.

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