Piñeiro en el barrio, la Unión

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Loly Piñeiro, la historia de lucha del joven que tira del carro de Danubio

Con 16 años llegó desahuciado a una prueba en Miramar Misiones y ahí inició su camino en el fútbol y pudo comprarse su primer par de zapatos; con 21 años es la figura de un Danubio que lucha por no bajar
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10 de noviembre de 2020 a las 05:03

Rodrigo "Loly" Piñeiro es fanático de los tatuajes. En uno de ellos pintó el mundo de sus sueños cuando era niño: una cancha, una pelota de fútbol, una copa y una casa. "Ese es mi preferido", le cuenta a Referí un día después de marcar un gol decisivo con el que Danubio le ganó a Fénix por la tercera fecha del Torneo Intermedio sumando puntos claves en su lucha por el descenso. También tiene el nombre de su sobrina y el de sus padres, el gran sostén de su vida. 

A los 21 años y con la franja al hombro, Piñeiro tira del carro de Danubio con sus piques eléctricos, su habilidad para encarar, su velocidad y sus goles. Es la gran figura del equipo de Leonardo Ramos y la esperanza para que el equipo logre mantener la categoría. 

El festejo ante Fénix del domingo

"No soy de ir mucho a cabecear, soy más de encarar, pero me gusta hacer goles y hay que hacerlos como sea", expresa. De cabeza le marcó a Fénix y a Cerro en la presente temporada donde tiene tres goles. 

La goleada sufrida ante River Plate (4-0 en la segunda fecha) fue una bofetada que despertó al equipo de Ramos. "Danubio es un grande, un equipo hecho para pelear por cosas importantes y jugar cada fecha por el descenso es una presión fea y linda a la vez, porque hay que sacar el equipo adelante y el objetivo es salir de esta situación". 

Platinado ante Rentistas

La continuidad que le dieron tanto Martín García como Ramos desde su llegada, le dieron a Piñeiro la posibilidad de mostrar una versión mucha más madura y completa de la que se vio en Peñarol en 2018, club al que llegó con 18 años.

"Me siento bien, con confianza, motivado en un club donde me tratan bien y siempre le estoy diciendo a la gente de Danubio, a sus médicos y a sus utileros, que me siento como en casa", dice.

Piñeiro siente que llegó demasiado joven a Peñarol. "Fue muy difícil, creo que con la cabecita que tengo ahora podría haber dado mucho más, jugué pocos partidos, capaz que rendí, capaz que no, pero hoy sería otra cosa. De todas formas ahora estoy en Danubio, donde me siento muy cómodo", expresa. 

En Peñarol, con Leo Ramos y Diego López, jugó siete partidos (todos arrancando como suplente) con un total de 117 minutos en cancha. 

Marcado por Deivis Barone, en Peñarol

Llegó con lágrimas de emoción cuando sus representantes Edgardo Lasalvia y Gerardo Rabajda, le comunicaron que el pase estaba hecho. Inmortalizó el momento dibujando en su piel el oro y el carbón. Pero a principios de 2019 se fue con lágrimas de tristeza luego de salir goleador en un torneo internacional con la Tercera, de hacer la pretemporada en Miami y de marcarle un gol a Barcelona de Guayaquil en un amistoso en el Campeón del Siglo. El club decidió darlo en préstamo.

Primero se fue a Boston River. Pero la cabeza todavía estaba en Peñarol. Jugó siete partidos y solo en dos lo hizo como titular: "La desilusión me mató anímicamente". 

En el segundo semestre recaló en un Rampla Juniors también complicado con el descenso. Jugó 19 partidos y marcó cuatro goles, aunque el picapiedra se fue a la B: "Fui con otra cabeza a aprovechar la oportunidad, le hice un gol a Nacional". Y así empezó a levantar vuelo. 

Clásico Rampla-Cerro en 2019

Con contrato vigente con Peñarol y con Rampla, el jugador tuvo que rescindir ambos vínculos para llegar a Danubio. "Fue una decisión tremenda rescindir con Peñarol y con Rampla tuve que resignar una importante cifra de dinero, pero me vine a Danubio porque es un grande y porque el club demostró interés en mí". 

"El fútbol es duro, pero da revancha, la posibilidad de transformar lo negativo en positivo", dice Piñeiro. La vida también. "Muy poca gente sabe lo mal que lo pasamos con mis padres". 

Es que el Loly la tuvo que remar de abajo para llegar al lugar en el que está actualmente, en el mundo del fútbol profesional. 

"En Peñarol hice preséptima pero me echaron. Pasé días llorando por la desilusión. Me fui a probar a River y no me ficharon. Estuve en El Tanque Sisley donde jugaba salteado y estuve cinco meses sin jugar hasta que mi padre me convenció de ir a probarme a Miramar Misiones. Fui sin esperanza, desmotivado a una práctica de sub 16", recuerda. 

Sin embargo se destacó con tres goles y el entrenador Faber Ros lo sumó a la sub 16 de los cebritas. "Ese año peleé la tabla de goleadores con Pablo García en juveniles". 

El 10 de setiembre de 2016, en el Palermo, Fernando Álvez lo hizo debutar en el primer equipo en un partido ante Villa Teresa. Tenía ya 17 años. Sumó 79 minutos en cinco partidos en ese torneo especial en el que El Tanque logró el único ascenso a Primera. 

"Con mi primer sueldo, con un contrato de juvenil, me acuerdo que me compré unos zapatos de fútbol Nike que los usaba hasta de adorno. Antes jugaba con unos que me había comprado mi padre, haciendo horas extra en el taxi. Me acuerdo que le ofrecí plata a mis padres cuando cobré mi primera platita, pero me dijeron que no. Hasta el día de hoy nunca me agarran un peso". 

Encarando contra Defensor Sporting

Al año siguiente fue titular en 14 de los 25 partidos que jugó. Le hizo su primer gol a Villa Española y le marcó un doblete a Rentistas. Y de ahí saltó a Peñarol: "Para mí fue un sueño cumplido, lo mismo haber sido convocado a una sub 18 con Uruguay. Fue una forma de devolverles la felicidad a mis padres". 

"Somos de la Unión y la verdad es que tanto a mí como a mis dos hermanos nunca nos faltó un plato de comida. Pero más de una vez vi a mis padres tomar un mate al mediodía porque no tenían para almorzar. Mi padre era taxista y ahora maneja una ambulancia en la salud. Mi madre es empleada pública. Soy muy unido con ellos", explica. 

La cancha y la pelota están. En la piel y en la vida. Faltan las copas y la casa. Pero, a los 21 años, el camino recién empieza. "Es el sueño de toda persona, poder comprarse la casa propia. Si me toca irme para afuera lo primero que voy a hacer es comprarle una casa a mis padres que la sufrieron mucho por mí; son cosas que llevo marcadas ", dice Piñeiro. 

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