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Los asesinos que zafaron de la Justicia en 2018: los casos más sonados

Entre los 382 homicidios que registró el año récord de 2018, hubo algunos que coparon titulares y que todavía no fueron resueltos
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06 de febrero de 2019 a las 11:32

Venganzas, hipótesis que no se descartan, asaltos en los que los delincuentes no tienen piedad, cuchillos, disparos. El 2018 fue un año récord: cerró con 382 homicidios, 99 más que en 2017, y con una tasa de resolución judicial del 50%, de acuerdo a los datos publicados a mediados del año pasado por el Ministerio del Interior. Es decir: uno de cada dos asesinatos quedaron impunes. Y de esa mitad en la que todavía hay cabos sueltos están algunos de los casos mediáticos que ocuparon titulares en la prensa.

A solo ocho días de comenzar el año apareció el cuerpo de una mujer en las inmediaciones del río Olimar, en la zona Ejido, en Treinta y Tres. El cuerpo era de Daniela Beatriz Pérez Rodríguez, una mujer de 26 años que ese lunes, al mediodía, había almorzado con su familia. Por la tarde, su pareja, según declaró a las autoridades, la había dejado en el mismo sitio donde minutos después apareció muerta. A los dos días, el subjefe de Policía del departamento, Gustavo López, informó que no había signos de violencia sexual o "marcas de haber sido agarrada", y las investigaciones en conjunto con la Fiscalía no descartaban que se pudiera tratar de alguien cercano a la víctima".

Más de un año después, sin embargo, el caso no tuvo avances, según dijo a El Observador el fiscal a cargo de la investigación, Maximiliano Sosa.

En la misma situación se encuentra otro caso, que ocurrió seis meses después en el mismo departamento y que Sosa tampoco pudo resolver: el sábado 7 de julio, a la noche, apareció el cuerpo de Rocío Belén Duche Viana, una adolescente de 17 años. Su cuerpo tenía cortes en la cabeza y en la espalda, y fue encontrado en una zanja del barrio Abreu, de la capital departamental.

Asalto

Cuando el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad publicó sus últimos datos sobre delitos a fines de julio, se conoció que mientras los homicidios habían aumentado en el primer semestre de ese año 66,4%, las rapiñas habían subido 55,8%. Y hubo casos -uno de cada 10- en que las víctimas mortales fueron, antes, víctimas de rapiñas, como le ocurrió a Nicolás Pereira, un minuano de 22 años que trabajaba en el supermercado Kinko ubicado en Sarmiento y Obligado (Pocitos). El 29 de abril, su hermano, José Pereira, le había mandado mensajes de WhatsApp unas horas antes de que Nicolás entrara a trabajar para mostrarle cómo llovía en Minas ese domingo a la tarde.

Esa fue la última vez que hablaron, porque esa noche intentó defender a su compañera de un asalto: forcejeó con el delincuente hasta que este le disparó y murió. Dos días después, cuando el cuerpo de Nicolás estaba por viajar a la capital de Lavalleja donde sería velado por su familia, José decía a El Observador: "Estamos esperando que pasen los minutos y que esto se resuelva lo más rápido posible". 

El fiscal del caso, Juan Gómez -quien por entonces era el único fiscal de Homicidios para todo Montevideo- logró la identificación de tres sospechosos y la policía los detuvo el viernes de esa misma semana, pero finalmente no hubo pruebas suficientes como para llevarlos a juicio. El asesino, y quien lo esperaba afuera del almacén para huir, siguen sueltos.

Emboscada

En la misma semana en que murió Pereira, Agustín Silva, un cabo de la policía que retornaba a su casa luego de cenar con su esposa, fue asesinado en plena calle, a pocos metros de donde vivían ambos. Una moto les cortó el paso, y él le ordenó a ella que saliera corriendo: esa fue  la única reacción a la que tuvo tiempo Silva antes de que le dispararan. Los dos atacantes se subieron de nuevo en su moto, y se fueron despacio, mientras Beatriz gritaba desesperada que la ayudaran.

"Lamentablemente no", dijo a El Observador la fiscal que investigó el caso hasta que semanas atrás fue trasladada desde la Fiscalía de las Piedras a la de Pando. "Hasta hace poco estuvimos buscando y buscando, pero no hubo avances", agregó.

Patricia Rodríguez, presidenta del sindicato policial de Montevideo (Sifpom) puso en palabras lo que los familiares de Silva murmuraban durante el velorio: "Agustín no era querido por la delincuencia. Estaba amenazado por ser muy frontal y derecho".

Ataques

Maicol Palumbo era un peluquero de 21 años que fue asesinado en el barrio de Lavalleja. Había ido a ver un partido de fútbol junto a Ferreira, un vecino de su novia, que se disputaba en las cancha de Astilleros Orientales y Horacio Redondo. Cuando caminaban a un kiosco cercano para devolver la botella retornable de Coca-Cola que se habían tomado mientras miraban el partido, se empezó a sentir el estruendo de varios disparos. Murieron él y su vecino. Las balas fueron disparadas por los ocupantes de dos vehículos, un Volkswagen Bora y un Peugeot 307, quienes se dirigieron hacia los dos jóvenes y mataron de un disparo en la cabeza a Palumbo e hirieron gravemente a Ferreira, que murió después.

Por este caso fueron a prisión dos hombres que el fiscal Gómez encontró responsable de los tiros: un hombre de 22 años, quien presuntamente mató a Palumbo, y a otro de 42 por un delito de receptación y tráfico interno de arma de fuego. No obstante, Gómez dijo a El Observador que todavía busca a otros implicados en el ataque, por lo que el caso no está cerrado.

Sin rastro

Nunca quedó claro qué fue a hacer Juan Fígoli, un estudiante de medicina de 26 años, cuando en la madrugada del domingo 30 de octubre decidió cruzar a la rambla. Fígoli había salido esa noche: estaba en uno de los boliches de Plaza Mateo. Su cuerpo apareció sobre el amanecer, sobre la playa Ramírez. A pocos pasos, había un cuchillo, y él había muerto apuñalado, pero las autoridades no pudieron probar que se tratara del arma homicida.

La fiscal del caso, Mirta Morales -que hacía pocos días había asumido como la segunda fiscal de Homicidios de Montevideo- no pudo avanzar en la investigación, porque los relatos de los testigos no fueron reveladores y porque las cámaras de seguridad de la zona no aportaron información: Morales dijo en varias oportunidades que las cámaras tienen funciones específicas -controlar el tránsito o la seguridad de los boliches-, y que por eso no han servido para registrar quién mató a Fígoli, o siquiera qué llevaba puesto el asesino.

El caso sigue estancado, y la fiscal mantiene varias hipótesis en su investigación.

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