Desde el viernes pasado, cuando el informe mensual del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) proyectó una producción mayor a la esperada en soja para la próxima cosecha, y a medida que aumentan los envíos de granos de Ucrania, el mercado de granos retomó una tendencia bajista que ha predominado en los últimos dos meses.
Solo se interrumpió parcialmente la semana pasada, ante la amenaza de una ola de calor sobre los cultivos de Estados Unidos.
El frente climático tampoco ayuda. Llegaron lluvias a las zonas agrícolas estadounidenses, que ya parecen ir asegurando una cosecha al menos aceptable que, junto al resto del contexto, llevan a que las referencias de precios sigan una corrección que es acompañada por el conjunto de las materias primas, petróleo incluido.
Dentro de una lógica que todavía es de precios altos respecto al año pasado, las cotizaciones gradualmente han vuelto a ser las previas a la guerra y en el caso de la soja auguran un precio menor al de la cosecha del otoño pasado, pero mayor al de las cosechas previas.
La soja y el maíz mostraron cierta recuperación frente a la caída pronunciada de las cotizaciones del martes 16, pero aún se mantienen por debajo del cierre de la semana anterior: la tonelada de soja para noviembre en el eje de US$ 515 y el maíz apenas por encima de US$ 240 la tonelada.
El trigo bajó hasta 10%, abandonando la línea de los US$ 300 la tonelada para fluctuar entre US$ 270 y US$ 275.
Mientras, los cultivos en Uruguay tienen por primera vez la amenaza del faltante de agua a las puertas de la primavera.
En el oeste hay zonas con déficit hídrico y no aparecen lluvias para los próximos días y sí un ascenso de temperatura a partir del 23 de agosto que puede resultar en una exigencia para los cultivos.
Problemas sanitarios y heladas también han causado un cierto daño sobre los cultivos de colza. Eso dentro de un panorama que sigue siendo en términos generales favorable.
En Argentina la Bolsa de Cereales de Rosario elevó en tres millones de toneladas (de 49 a 52 millones) su estimación sobre el volumen de la cosecha de maíz 21/22, en base a un incremento de 400.000 hectáreas en la superficie sembrada.
Para 2022/23 se proyecta una intención de siembra de 7,5 millones de hectáreas, una caída de 2,3%.
El riesgo de una primavera seca por el efecto de La Niña –por tercera temporada consecutiva– abre las perspectivas para practicar una “agronomía de precisión”, con ajustes de fechas de siembra, rotaciones y siembras más tardías para no exponer los cultivos a los períodos deficitarios en precipitaciones en momentos críticos de cada ciclo.
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