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Los militares y el poder: una tensa relación que se repite cada gobierno

Desde el retorno de la democracia, todos los presidentes han enfrentado crisis militares por diversas cuestiones
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18 de marzo de 2019 a las 05:03

“Usted cayó en la trampa que le tendió el enemigo”, le dijo en la mañana del jueves 19 de octubre de 2006 la por entonces ministra de Defensa, Azucena Berruti, al comandante en jefe del Ejército, Carlos Díaz, y lo relevó del cargo. La salida de Díaz, por la “falta grave” de reunirse con el expresidente Julio María Sanguinetti en el Cortijo Vidiella –una dependencia del Ejército– sin autorización de su superior, fue el primer gran conflicto militar que debió afrontar el Frente Amplio en el gobierno.

Por entonces, y al igual que ahora, al mando de las Fuerzas Armadas estaba Tabaré Vázquez, que no dudó en destituirlo por no respetar la “cadena de mando”.

Automáticamente, los militares retirados se solidarizaron con Díaz, al igual que lo hicieron con Guido Manini Ríos, cuando anunció la semana pasada que había sido cesado por criticar al Poder Judicial en un escrito en el que solicitó la homologación de los fallos del Tribunal Especial de Honor que juzgaron a Jorge “Pajarito” Silveira, Luis Alfredo Maurente y José Nino Gavazzo. José González, uno de los tres generales que los juzgó y declaró libres de “culpabilidad”, asumirá este lunes como nuevo comandante en jefe en una ceremonia en el Comando General del Ejército.

De perfil bajo, paracaidista al igual que Manini Ríos, González egresó de la Escuela Militar en 1983 y pasará a ser un general cuatro estrellas desde este martes.

El nuevo comandante estaba haciendo sus primeras armas en el Ejército, cuando el 11 de enero de 1991 una bomba destruyó el auto del diputado del Frente Amplio, Hugo Cores. El atentado, reivindicado por un “Comando Lavalleja”, significó el inicio de un conflicto militar y policial que puso en jaque al gobierno de Luis Alberto Lacalle y se extendió hasta el final del siglo.

La molestia en las Fuerzas Armadas con Lacalle provenía desde el día de su asunción cuando había promovido a general en el Ejército a Manuel Fernández, que era considerado su correligionario, y a James Coates como jefe de la Armada. En menos de 24 horas, Coates fue ascendido a contralmirante y designado máxima jerarquía.

Algunos meses después del atentado contra Cores, un artefacto explosivo estalló en el estudio de Sanguinetti en la Ciudad Vieja. El ataque fue asumido por una “Guardia de Artigas”, aparentemente vinculada con la logia “Tenientes de Artigas”, que se había enfrentado con Sanguinetti en su primer gobierno, y que ocupaba cargos clave en el gobierno de Lacalle.

Los Tenientes de Artigas continuaron con su avanzada y pusieron el foco en tres generales: Raúl Mermot, Juan Curutchet y Fernán Amado, todos afines al Partido Colorado. En el caso de Amado –padre del actual diputado– la logia colocó micrófonos en su despacho, que fueron descubiertos meses después.

La noticia provocó un sacudón en la política nacional, principalmente luego de que el senador colorado Pablo Millor revelara que el espionaje se había extendido hasta el comandante en jefe del Ejército, Juan Rebollo. Esto, sumado al caso Berríos –un exagente de Pinochet que ingresó clandestinamente, fue secuestrado y apareció muerto años después– precipitó la caída del ministro de Defensa, Mariano Brito y el pase a retiro del director de Inteligencia, el general Mario Aguerrondo.

La victoria de Sanguinetti el 27 de noviembre de 1994 en las elecciones no auguraban el mejor futuro para los Tenientes de Artigas. En sus cinco años al mando, Sanguinetti nombró como jefes del Ejército a Curutchet, Mermot y Amado sucesivamente.

El retorno a las trincheras de los Tenientes de Artigas les permitió comenzar a hacer migas con quienes años atrás fueron sus principales enemigos: los tupamaros. Encabezados por Eleuterio Fernández Huidobro y avalados por José Mujica, comenzarían una relación que se afianzaría a partir de 2009, cuando el otrora líder guerrillero asumió el poder y la comandancia de las Fuerzas Armadas. Convencido de que tener militares afines al gobierno era la “única garantía” frente a un “golpe de Estado”, Mujica y Fernández Huidobro –instalado en el Ministerio de Defensa hasta el día de su muerte– sugirieron a Tabaré Vázquez que nombrara a Guido Manini Ríos –integrante de la logia– como jefe del Ejército para el tercer gobierno frenteamplista.

Mientras Huidobro vivió, la relación con las Fuerzas Armadas fue correcta, pero la situación se desbordó con la llegada del socialista Jorge Menéndez, quien nunca terminó de ganarse la confianza de los militares.

El gobierno de José Mujica debió enfrentar la crisis en la Armada, que finalizó con el procesamiento de tres excomandantes en jefe (Alberto Caramés, Óscar Debali y Juan Fernández Maggio) por compras irregulares. Las compras fantasmas de una grúa y un banco de prueba para motores por US$ 600.000 se produjeron mientras Fernández Maggio estaba al frente de la fuerza (2006-2010). La investigación judicial se extendió durante siete años y finalizó por abuso innominado de funciones.

Mientras el gobierno analiza sancionar a Manini Ríos, González pasará a ser el nuevo jefe del Ejército, un cargo en el que podrá permanecer hasta el 31 de enero de 2021, día en que está obligado a pasar a retiro. Eso si el próximo gobierno así lo dispone.

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