Lucas Zanolli

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Lucas Zanolli: el crimen para robarle el auto, las manos de la asesina, y un juicio a punto de cerrarse

La teoría fiscal indica que del crimen participaron dos personas, solo el hombre pudo ser identificado y el juicio oral transcurrió esta semana. En los próximos días se realizarán los alegatos finales y la jueza Marcela Vargas tendrá un mes para dar su veredicto
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13 de mayo de 2023 a las 05:04

Las llaves del Volkswagen Gol G1 de Lucas Zanolli las encontraron tiradas arriba de una mesada de madera en una casa de Jardines del Hipódromo. Como quien deja las propias a mano y poder salir rápido. 

El auto, estacionado en el fondo, estaba impecable y pronto para usarse, tal y como Zanolli, mecánico automotriz de 18 años, lo había dejado para vender. 

Cuando la policía lo encontró, en la tarde del 30 de noviembre de 2021, su familia y amigos ya hacía casi 24 horas que lo buscaban incansablemente. Comenzaron el 29 de noviembre en la tardecita, en un oscuro cañaveral en la intersección de Camino Colman y Fortet, el último punto que marcaba el GPS del auto de Zanolli, que había ido a dar una vuelta corta para mostrarle cómo funcionaba a un potencial comprador.

Ni su padre, ni su hermana, ni sus amigos pudieron recordar cuántos eran. Pero eran muchos los que lo buscaban desesperados, porque la aglomeración de personas hizo que un vecino asustado quisiera repelerlos a los tiros. 

Al principio, sus dos amigos —Joaquín y Rafael— fueron con la hermana de Zanolli, Yamille, despreocupados, a ver dónde se le había quedado el auto. Porque la explicación más lógica que encontraban a que no hubiera vuelto y no se comunicara era que se le hubiera quedado y no tuviera batería en el celular. 

Al rato, entró el nerviosismo, recordó su hermana. Eso terminó en que llamara a su padre, Víctor, y que junto a otros amigos y parientes desataran una búsqueda que los hizo perseguir pistas falsas por todo Montevideo. 

Un software pago que supuestamente rastreaba teléfonos y que, desde una ceibalita, intentaba usar al costado del cañaveral una de las cuñadas de Zanolli, le marcaba que estaba en el Palacio Legislativo y después en Ciudad Vieja. Unos estafadores mexicanos se hicieron pasar por secuestradores y mantuvieron en vilo al padre de Zanolli durante toda la noche, paseándose por cajeros en Suárez, 8 de Octubre y Larrañaga, hasta Ciudad de la Costa. 

Cuando no lo encontraron en Colman y Fortet, su hermana Yamille radicó la denuncia en la seccional policial. “Fuimos a la comisaría, estuve como una hora intentando hacer la denuncia. Digo intentando porque para mí esas cosas fueron claves”, comenzó explicando en el juicio oral que comenzó este martes. “Yo entiendo... podía no ser una emergencia. Nosotros que conocemos a Lucas sabíamos que lo era, no había otra opción de que le hubiera pasado algo”, desarrolló.

Durante las primeras horas, la policía manejó todo tipo de hipótesis, incluso la de un suicidio, según consta en un evento policial leído en el juicio por uno de los peritos del Centro de Comando Unificado (CCU).

Los estafadores no tenían nada que ver y Zanolli nunca había estado donde el software decía que había estado y que su familia, desesperada, había contratado.

***

Zanolli, fanático de los autos, había puesto a la venta en Marketplace su adorado Gol G1 —al que le había hecho infinidad de cambios para mejorarlo— para poder comprarse uno mejor. Tenía en vista una camioneta Saveiro C4, para poder subir su cuatriciclo y usarlo ese verano en su casa de la playa. Además, el verano de 2022 era el primero en el que iba a tener libreta de conducir, y por eso quería concretar la venta antes de esa fecha.

Varias personas le escribieron con dudas, pero solo una —que llevaba en su cuenta su primer nombre y segundo apellido— quiso ir a verlo. Fue una vez, y a los días fue otra vez… Le preguntaba todo sobre el auto. La tercera vez iba prácticamente a concretar la compra. Es más, Zanolli pensaba que capaz incluso podían dejarle una seña.

Al comprador, él le decía El Canario, porque le había dicho que era de Joaquín Suárez (Canelones) y le sentía el acento. Estaba preocupado, pobrecito, de que su comprador se venía en taxi desde Sauce a ver el auto ese 29 de noviembre, contó su hermana.

En esta tercera oportunidad, le dijo que iba a ir acompañado de su madre, sugiriéndole que ella tenía que aprobar el negocio porque era quien le iba a prestar el dinero.

Según el servicio de radiotaxi, el joven se tomó el taxi a dos cuadras de su casa, donde realmente vivía, en Jardines del Hipódromo.

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El Volkswagen Gol G1 de Lucas Zanolli

Joaquín y Rafael fueron los últimos en verlo con vida. Estaban los tres juntos circunstancialmente porque, en realidad, ellos dos iban a ir al Centro, pero en el camino el auto había empezado a perder aceite y lo llevaron a lo de Zanolli que, por ser fanático de los autos y estudiante de mecánica automotriz, su padre le había montado un pequeño taller que usaba para hacer sus primeros arreglos. Iban a merendar juntos y después Zanolli iba a ir a cenar ñoquis con su hermana y su madre, que vivían en la casa pegada.

Sus dos amigos lo vieron partir en el auto junto a los homicidas. Uno de los asesinos los miraba ahora desde una sala aledaña mientras ellos, los amigos, le contaban a la jueza cómo fueron los últimos momentos que tuvieron con Zanolli. Al potencial comprador del Gol G1, la policía lo encontró al otro día de la desaparición, pero el destino de la mujer que lo acompañaba –y que tuvo un rol protagónico en el crimen– todavía es un misterio. 

Rafael se acuerda que ella levantó la mano, de lejos, para saludarlo. También recuerda que estaban los dos juntos mirando el auto y que ella tocó el tablero mientras Zanolli le mostraba a él el tapizado.

Joaquín contó que con Rafael estaban tirados abajo del auto, arreglándolo, cuando Zanolli les gritó que había llegado el comprador. Pero que no le dio mucha bola, porque era una compra normal.

De él se acuerdan que tenía campera blanca, pantalón y gorro negro. Que llevaba tapaboca oscuro y estaba todo tapado. De la mujer, Rafael se acuerda que tenía pelo negro y una campera y pantalón del mismo color. 

***

El acusado por el homicidio de Zanolli tiene 20 años, pero un aspecto liceal que no solo se luce en su cara —joven y con un tímido bigote que no parece que vaya a seguir creciendo— sino también en su complexión menuda. Aunque durante el juicio nada parece movilizarlo o llamar su atención, un testigo declaró que cuando le dijeron que la policía lo buscaba, "se sorprendió y quedó blanco". 

El día que lo detuvieron en su casa en Jardines del Hipódromo, el 30 de noviembre de 2021, la fiscal del caso, Adriana Edelman, no se centró tanto en él. Su nombre en la cuenta de Facebook y el buzo blanco que se veía en las cámaras de seguridad eran elementos de sobra para llevárselo detenido y pedir una imputación.

En esa casa, también estaban la hermana y la madre del acusado. Edelman les miraba las manos y se fijaba si tenían anillos. Le pidió especialmente a Policía Científica que les sacara fotos en detalle de las manos. La fiscal buscaba que matcheara la única pista que tenían sobre la asesina de Zanolli

En el largo trayecto que realizaron el acusado y la mujer en el auto de Zanolli —que duró al menos una hora y fue capturado por un sinfín de cámaras de seguridad— lo único que se ve de la mujer es ropa oscura y una mano con anillos. 

A simple vista, las manos de su hermana y de su madre, no parecen ser esas manos con anillos que participaron del homicidio de Zanolli.

A partir de ahí, tenían al menos dos chances más de poder llegar a ella: alguna huella que hubiera quedado en el auto o que su cómplice la mandara al frente. La fiscal Edelman intentó tres veces cada una. Tres veces mandó analizar el auto buscando material genético, sin éxito, y tres veces llevó al acusado a declarar a Fiscalía, pese a que siempre él se negó a dar detalles que fueran útiles.

La fiscal tuvo que aceptar que tal vez nunca la encuentren, pero la duda le quemó hasta el último minuto.

Después de no haber mirado al acusado durante todo el juicio, cuando proyectaron las fotos de las manos de su madre y de su hermana, no disimuló su interés al girar su cabeza para buscarle un gesto o movimiento que pudiera transmitirle algo. 

No lo encontró. El acusado miraba todo el juicio como si fuera una película o como si estuvieran hablando de otro. No se movía ni hablaba, aunque miraba con atención las fotos de su casa que proyectaban los peritos y lo que encontraron en ella: el auto y el cuerpo de Zanolli. Las pocas veces que se le pidió que hablara, lo hizo brevemente y con soltura.  

La fiscal Edelman en la casa del homicida, el día que hallaron el auto

***

Dos policías que patrullaban la zona y participaban de la investigación de la desaparición de Zanolli habían ido a esa casa porque era donde vivía la persona con la que había chateado por Facebook. Por una hendija del portón habían visto un auto muy similar al de Zanolli.

Primero los atendió la madre del acusado. Le dijo que el auto era de su hijo y que lo tenía hacía aproximadamente un mes. En ese momento, los policías se fueron porque les habían dicho que el helicóptero había avistado un auto que podría ser el de Zanolli en otra zona. Pero como no lo era, al rato volvieron y le pidieron a la mujer si los dejaba pasar a verlo.

Aunque tenía la chapa matrícula cambiada, se dieron cuenta que era el de Zanolli porque sabían que el joven le había hecho varias mejoras que coincidían con las de ese auto. Finalmente lo confirmaron porque el chasis era el mismo. 

En pocos minutos esos dos policías se convirtieron en decenas y al comenzar a revisar la vivienda, uno de ellos fue hasta un galpón en el fondo, que no tenía puerta. 

Una chapa medio rara le llamó la atención y cuando se acercó y la corrió, encontró, arrollado sobre sí mismo, el cuerpo de Zanolli. 

Había sido asfixiado y arrastrado, lo que quedaba demostrado por las lesiones que el arrastre le generó y el barro que tenía en el pantalón. No tenía lesiones de defensa, por lo que sospechan que lo mató con una cuerda quien estaba en el asiento de atrás. 

El auto estaba intacto, no tenía signos de que hubiera habido una pelea. La única información útil que se pudo recabar de allí fue una huella del acusado en el espejo retrovisor interior, que coincidía en 99,9% con él. 

Dentro de la casa incautaron un rifle, una pistola y una escopeta, todas sin utilizar.

Para la fiscalía es imposible reconstruir en qué punto del recorrido y en qué circunstancias asesinaron a Zanolli. La información que tienen sobre lo que pasó dentro de ese auto se las brinda la autopsia. Un surco horizontal incompleto a nivel infralaríngeo de 1,5 centímetros de anchoque demuestra que lo asfixiaron con un elemento grueso —como puede ser una cuerda— y que la víctima tenía la cabeza apoyada, dado que la cuerda no dio la vuelta entera. Esto significa que es compatible con la teoría de que, desde los asientos de atrás, alguien lo haya tomado y apretado contra la propia cabecera del asiento. 

"Fue tomado de sorpresa, porque no tiene signos de defensa. No se ven otros signos tampoco traumáticos, solo uno en el cráneo que pudo haber sido o por convulsión durante la asfixia o porque se movió intentando zafar del lazo que estaba sobre el cuello", detalló el Dr. Caillabet, uno de los responsables de realizar la autopsia. "También es probable que haya sido más de uno, que lo hayan sometido también por delante para que no pueda defenderse", explicó.  

El auto de Lucas Zanolli, en la casa del homicida

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En un juicio sin demasiada discusión, las fiscales Edelman y Dahiana Padilla —que trabajó en el caso y durante el juicio oral lideró la mayoría de los interrogatorios— piden la condena del acusado a 29 años de prisión por homicidio muy especialmente agravado. El agravante que pretenden que la jueza Vargas le compute es el que se utiliza cuando se mata para cometer otro delito, en este caso, el robo del auto.

Mientras tanto, la abogada del acusado, Mercedes Acosta —que asumió el caso poco antes de que comenzara el juicio— sostiene que debe ser condenado por el delito de encubrimiento, dado que entiende que su cliente no fue el autor ni intelectual ni material del homicidio.

Los puntos que intentó hacer la abogada, ante la atenta mirada de las dos fiscales, fueron sobre la autorización para revisar la casa de su defendido. Eso, sabiendo que no existió orden de allanamiento alguna, sino que según expuso la fiscalía y los policías que declararon, sucedió porque la madre del acusado, propietaria de la vivienda, permitió el ingreso de los oficiales voluntariamente.

Por eso Torres preguntó, varias veces, justificándose en que no había entendido bien o no le había quedado claro si el portón de la casa estaba abierto o cerrado, si la madre del acusado había dado alguna condición para entrar al domicilio (por ejemplo, solo al patio o a toda la vivienda) y si el galpón donde encontraron el cuerpo de Zanolli tenía puerta o no. 

Para la fiscalía, la temperatura subió unos grados cuando declaró la madre del acusado. Pese a la infinidad de referencias ofrecidas, la mujer decía no recordar qué había pasado ese día y cuando se le mostró lo que había declarado previamente, afirmó que no recordaba si era eso lo que había dicho. Por eso, la fiscal Padilla —que por primera vez se mostró enojada— le aclaró que tenía derecho a no declarar, pero que lo que no podía hacer era mentir. La testigo, nerviosa, terminó rápidamente su breve declaración. 

***

Manifestación frente al Palacio Legislativo pidiendo Justicia por Lucas Zanolli

El primer día del juicio, cerca de una decena de amigos de Zanolli  —incluida su novia y otros parientes—  estuvieron presentes en audiencia mientras declaraban los testigos. Dieron su testimonio los dos amigos con los que estaba ese día y su novia. 

Se extendieron durante varios minutos sobre lo querido que era Zanolli, el amor que le había puesto a ese auto y lo que esperaba ese próximo verano con libreta de conducir. 

Los dos días siguientes, jueves y viernes, el abogado les advirtió que iban a mostrar fotos del cuerpo de Zanolli. 

Ese primer día, en el que a varios les tocó describir cómo había sido la última vez que lo habían visto, se colaba en un relato triste quién fue Zanolli. La afición que junto a su padre tenía con los autos y su sueño de hacer crecer su taller, los ratos de compañía con su madre y hermanos, la relación con su novia y la hermandad de años con sus amigos.

También, sus iniciales tatuadas en los brazos de varios de sus amigos, que miraban expectantes cada detalle. 

Todo eso, él, irrumpía cuando menos lo esperaban en el medio de una ola de tecnicismos y detalles dolorosos. 

—¿Qué lo hacía especial al auto? —le preguntó la fiscal Edelman a su mejor amigo Rafael, buscando que le diera los detalles de los distintivos que Zanolli le había puesto.

Rafael no dudó y contestó rápido.

—Él lo hacía especial.

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