Lula da Silva, presidente electos de Brasil

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Lula da Silva definió su gabinete y antes de asumir se reunirá en Washington con Joe Biden

El presidente electo anticipó que anunciará sus futuros ministros y viajará a Estados Unidos después del 12 de diciembre, fecha en que la Justicia Electoral cumplirá con el protocolo de declararlo vencedor en la segunda vuelta electoral. También viajaría a la Argentina antes del 1 de enero
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05 de diciembre de 2022 a las 05:04

El mandatario electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, afirmó que ya tiene decidido quienes integrarán su gabinete de ministros y anunció que antes de asumir su tercer mandato presidencial el 1 de enero se reunirá en Washington con su par estadounidense, Joe Biden, encuentro que se suma a una posible visita que realizará a la Argentina.

El encuentro con Biden se concretará muy posiblemente en la Casa Blanca. Así lo afirmó el propio Lula de Silva, quien reveló desde Brasilia, desde donde conduce el proceso de transición, que la fecha de la reunión quedará firme durante la visita del consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, quien arribó hoy a Brasil.

Aunque la fecha será analizada, el mandatario electo dejo en claro que el viaje recién podrá hacerse en la segunda mitad de diciembre. "No puedo viajar antes de la diplomatura; será después del día 12", dijo Lula da Silva en referencia al trámite protocolar en el que el Tribunal Superior Electoral (TSE) lo reconocerá como ganador de las elecciones en las que se impuso al presidente saliente, Jair Bolsonaro.

Aunque no adelantó los temas de la agenda que abordará con Biden, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) enfatizó que ambos países vivieron procesos políticos similares en los últimos años. "Estados Unidos padece de una necesidad democrática tanto como Brasil. El daño que el expresidente Donald Trump hizo en la democracia americana es el mismo daño que Jair Bolsonaro hizo en Brasil", evaluó Lula da Silva.

“Quiero hablar sobre la relación entre los dos países, sobre el papel de Brasil en la nueva geopolítica mundial, sobre Ucrania, incluso sobre si es necesaria esa guerra", afirmó. Por lo pronto, el viaje a Estados Unidos es interpretado por los analistas como un gesto hacia Estados Unidos, uno de los primeros países que reconoció su triunfo en la segunda vuelta electoral del 30 de octubre pasado, comicios que Biden describió como “libres, justos y fiables”.

El jefe de la Casa Blanca, además, llamó a Lula da Silva por teléfono para una charla en la que elogió “la fortaleza de las instituciones democráticas de Brasil” y en la que ambos “se comprometieron a seguir trabajando como socios frente a desafíos comunes”, según coincidieron en describir el contenido del diálogo los colaboradores del líder del PT y el Departamento de Estado estadounidense.

La confirmación del viaje de Lula da Silva sigue a las declaraciones realizadas el miércoles pasado por el exministro de Educación (2005-2021), exalcalde San Pablo​ (2013- 2017) y candidato presidencial del PT en 2018, Fernando Haddad, quien había dado por hecho la reunión, ocasión en la que, además, evaluó como posible que Lula da Silva viaje a la ciudad de Buenos Aires para verse con el presidente Alberto Fernández, visita que también dio casi por segura el embajador argentino en Brasilia, Daniel Scioli.

“Valdrá lo que yo diga”

Durante la conferencia de prensa que ofreció en Brasilia, y preguntado por los ministros que lo acompañarán, Lula da Silva afirmó que ya tiene decidido quiénes integrarán su gabinete, aunque aclaró que empezará a difundir sus nombres a partir del 12 de diciembre, cuando sea certificado como próximo jefe de Estado.

"Cuando eso ocurra empezaré a hablar de ministerios. Ya tengo el ochenta por ciento de ellos en la cabeza. No quiero construir ministerios para Lula, sino para las fuerzas políticas que me ayudaron a ganar", afirmó.

Sus declaraciones llegan en momentos en que tanto la prensa como el mercado financiero presionan para conocer quiénes será los futuros ministros, sobre todo el que ocupará la cartera de Economía, que según las especulaciones sería Haddad. “Estoy hablando con las fuerzas políticas. Ya lo hice con las que no me apoyaron durante la campaña, que pertenecen a partidos que son importantes en el Congreso Nacional, ya sea en la Cámara de Diputados o en el Senado", se limitó a responder.

Lula da Silva, que recibirá un país con 62,5 millones de pobres, entre ellos 17,9 millones de indigentes, insistió en que no tiene prisa y que debe pensar bien sus decisiones para "no dar un paso hacia adelante y después uno para atrás". Sobre las especulaciones y rumores que la prensa viene publicando desde que ganó en la segunda vuelta electoral afirmó: "Lo que valdrá es lo que yo diga".

De momento, solo confirmó que la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, no ocupará ninguna cartera, y que la creación de un Ministerio de los Pueblos Originarios, una de sus promesas, podría tener el rango de una “secretaría especial” vinculada en forma directa con la Presidencia, aunque prometió dialogar primero con las comunidades indígenas antes de tomar una decisión final en un tema complejo que abarca los derechos de los pueblo originarios, la deforestación de la Amazonia y los poderosos intereses del sector agropecuario, además del problema la minería ilegal.

Las declaraciones de Lula da Silva se dan, además, en momentos en que su compañero de fórmula, el vicepresidente electo Geraldo Alckmin, designado coordinador del equipo de transición, negocia con el denominado “Centrao”, el bloque de espacios legislativo que domina la agenda económica y política mediante la administración de una parte del presupuesto nacional, un Proyecto de Enmienda Constitucional (PEC) que permita elevar el gasto fiscal durante 2023 para incrementar las ayudas sociales.

El debate por el gasto fiscal

La discusión está centrada, principalmente, en el programa Bolsa Familia, que creó Lula da Silva por decreto y convirtió en ley en el inicio de su primera presidencia, iniciativa que complementaria a la generación de empleo y los incrementos del salario mínimo permitió que 30 millones de brasileños salieran de la pobreza y que, al igual que otras erogaciones, se ve afectada por el límite sancionado por el Congreso al gasto público a mediados de 2016, durante el mandato interino de Michel Temer, tras la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff (2011-2016).

Una de las opciones que negocia el PT con el “Centrao” es eliminar todo el gasto de la Bolsa Familia del tope, una forma de abordar la falta de espacio presupuestario en diferentes rubros que exhibe el Presupuesto 2023 enviado por Bolsonaro al Congreso. Una alternativa de la que recela la ortodoxia, pero que según los analistas locales tendría más chances de ser aprobada por el legislativo, ya que la coalición del futuro gobierno no alcanza las mayorías especiales de 3/5 en ambas cámaras que requiere la PEC para ser sancionada.

Los cálculos indican que el monto necesario para garantizar el beneficio mínimo a las hogares más necesitados de R$ 600 (US$ 115) a partir de enero y un adicional R$ 150 (US$ 29) por hijo hasta los seis años implica un gasto total de unos R$ 175 mil millones, superior a los R$ 105 mil millones reservados en la actualidad. En este contexto, el mercado financiero le reclama a Lula da Silva que defina un valor máximo con el argumento que así se daría previsibilidad a la trayectoria de las cuentas públicas.

El temor de algunos economistas es que la ausencia de un límite explícito sirva para seguir ampliando el gasto destinado al programa. Por su parte, el equipo del presidente electo se ha manifestado en contra de un fijar un tope nominal, señalando que la inflación erosionaría la capacidad del programa, o bien retrasaría su actualización. La discusión, además, tiene como horizonte abril próximo, cuando el futuro gobierno deberá el anteproyecto de Presupuesto para 2024.

Hasta el momento, algunos de los integrantes del “Centrao” han propuesto, en línea con la ortodoxia financiera, en estipular un plazo para la excepción, que podría ser de un año, o incluso de cuatro, siempre bajo el argumento que de esa forma se conseguiría la confianza del mercado financiero. Discusión que también incluye otros programas sociales, como el Farmacia Popular, y la actualización del salario mínimo.

Diferencias internas

Por su parte, el expresidente del Banco Central Persio Arida, uno de los cuatro coordinadores del área económica del equipo de transición, confirmó en una charla en la Cámara de Comercio Franco-Brasileña que Lula da Silva buscará avanzar con una reforma impositiva. Arida, que trabajó en las reformas concretadas en el marco del Plan Real por el expresidente Fernando Enrique Cardoso (1995-1998 / 1999 a 2002), abogó por la necesidad de que el futuro gobierno mantenga el equilibrio fiscal.

Dijo que Brasil viene de una política fiscal que está lejos de ser contractiva y que el techo de gasto se ha incumplido. “La mayor preocupación es el riesgo de que el nuevo gobierno se enfrente a lo que pasó en Gran Bretaña”, sostuvo en referencia al gobierno de Elizabeth Truss, quien tras anunciar un plan que hubiera disparado el déficit primario desató una crisis en el mercado de la deuda pública del Reino Unido.

Una declaración que según los analistas locales demostraría que hacia el interior de la coalición que encabeza Lula da Silva hay visiones contrapuestas sobre el rumbo económico que debería adoptar el futuro gobierno, en especial entre el PT y los sectores representados por Alckmin, quien proviene del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) fundado por Cardoso.

El histórico rival del mandatario electo abrió las puertas a un entendimiento y llamó a votarlo en la segunda vuelta con un tuit que acompañó con dos fotos: una de 1978, cuando el entonces líder metalúrgico respaldó a Cardoso cuando éste volvía del exilio para presentarse a elecciones al Senado; y otra de 2017, cuando Cardoso se acercó a acompañar a Lula da Silva en el velorio de su segunda esposa, Marisa Leticia Rocco, pocos meses antes que el líder del PT fuera condenado y preso por orden del entonces juez Sergio Moro.

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