Macri, al llegar hace minutos al comando de Cambiemos, su fuerza política (AFP)

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Macri bostero

De cuna de oro, Mauricio Macri llegó a la Casa Rosada luego de superar mojones políticos
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22 de noviembre de 2015 a las 21:00
Fue presidente de Boca Juniors, equipo conocido por propios y ajenos como "el bostero". Surgió de la clase alta y es un pregonero del libre mercado. Además, es hijo del dueño de un imperio de negocios. El nuevo presidente de Argentina llega al máximo poder de su país con la chapa de líder de la derecha liberal.

Nunca antes un representante de lo que llaman "establishment', rico de cuna y graduado en una universidad privada en un país que valora sus universidades públicas, llegó tan lejos en el poder político. Será el primer jefe de Estado desde que se instituyó el voto (en 1916) que no pertenece ni al Partido Justicialista ni al radical socialdemócrata, las dos grandes fuerzas populares en 100 años de vida política en Argentina.

Huye de las etiquetas que le encuadran en la derecha y se define como el candidato del "desarrollismo del siglo XXI" con la bandera del "cambio" y de la "revolución de la alegría". Su color, el amarillo. Y su sueño, dice, una Argentina unida.

"El mercado va a fijar el tipo de cambio, no vamos a intervenir", se pronunció este año ante los 400 empresarios más poderosos de la tercera economía latinoamericana.

La frase sintetiza el pensamiento de Macri, al finalizar un ciclo de 12 años de gobiernos peronistas de centroizquierda que regularon el tipo de cambio.

De profesión ingeniero, nació hace 56 años en la ciudad de Tandil, un polo de rica producción agropecuaria en la pampa húmeda. Su padre, Franco Macri, nacido en Italia y nacionalizado argentino, es un influyente magnate.

"Siempre pensé que mi hijo debía dedicarse a dirigente deportivo y a la política. Iba a ser exitoso", dijo una vez en una rueda íntima Franco Macri al hablar de la carrera de su hijo, que llegó a ser gerente del holding.

El padre era visionario. Mauricio ganó las elecciones internas de Boca Juniors en 1995.

"Yo quería ser el 9 de Boca", confesó Mauricio Macri una vez.
Comandó la etapa más ganadora de la historia de la institución, con 17 títulos, 11 de ellos internacionales. Fue su trampolín a la política.

En 2003, tras la peor crisis de la historia, Macri fundó un partido conservador. Nadie lo tomaba muy en serio. Perdió una elección a jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y no se rindió.

Logró ser elegido diputado. En la cámara baja, volvió a ser subestimado. Se quedaba dormido en la banca. "Si no te dormís por aburrimiento, no sos normal", se defendió. Pero su ascenso proseguía implacable.

Secuestrado

En 1991 fue víctima de un secuestro extorsivo. A las dos semanas lo liberó la policía. La familia pagó US$ 6 millones. Lo había raptado la "Banda de los comisarios", oficiales dedicados al delito.

"Si yo no hubiese sido secuestrado, tal vez mi vida pública no hubiese existido", ha reconocido públicamente.

En aquel tiempo Macri estaba deslumbrado con Carlos Menem, un caudillo peronista que llegó al poder en 1989 con el discurso nacionalista tradicional del partido en favor de los trabajadores y el pueblo, para dar luego un viraje hacia las 'relaciones carnales' con Estados Unidos y las privatizaciones.

Casado tres veces, tiene tres hijos del primer matrimonio y una niña de tres años de su última pareja, la empresaria textil Juliana Awada, de 41 años. "Es mi hechicera", dijo. Se considera a sí mismo bajo un embrujo de amor.

Justicia y poder

Macri arrastra causas con la justicia. Salvó la primera en los años de 1990 por supuesto contrabando, absuelto por la justicia que manejaba Menem.

Las otras causas son recientes. Elegido y reelegido alcalde de la capital, su baluarte político y bastión del antiperonismo, se lo acusó de espionaje a opositores e incluso contra un cuñado suyo, parapsicólogo, detestado por la familia.

Dicha causa está viva. La que feneció es otra que le atribuía organizar a barrabravas de Boca para perseguir en las calles a mendigos o vagabundos.

La oposición a la presidenta Cristina Fernández encontró en él un jefe. Logró el respaldo del radicalismo, formó el frente Cambiemos y quedó a solo tres puntos de Scioli en la primera vuelta electoral, con todo para ganar –como así fue– en el balotaje de ayer.

"Cambiar, necesitamos cambio", es su lema. Su asesor, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, le aconseja no dar detalles.

Macri impuso su estilo de actos con globos amarillos y papelitos. A veces trata de imitar a su idolatrado Freddy Mercury. O baila cumbia argentina.

Sus frases hacen historia. "El kircherismo es gente mala", "los salarios son un costo" o "el poder es armar equipos". Se comporta como un dirigente del Partido Republicano de Estados Unidos.

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