Pocas horas antes de asumir un nuevo mandato cuestionado a nivel internacional y catalogado de ilegítimo, con cada vez menos respaldo, Nicolás Maduro sigue firme en su postura de ser víctima de un boicot extramuros y no duda en seguir adelante con su propósito de perpetuarse en el poder.
Aunque no faltan quienes apostaban a que no resistiría, el protagonista de la peor crisis de Venezuela en su historia moderna, demostró estar dispuesto a todo para seguir siendo líder en su país, aun a costa de ser tildado de dictador.
El último hecho público del que fue protagonista muestra claramente esa actitud de seguir adelante pese a todo. El día antes de su asunción Maduro amenazó al Grupo de Lima -el grupo de países de la región que no reconoce la legitimidad de su candidatura- con tomar “las más urgentes y crudas medidas diplomáticas” si no rectifica su posición sobre Venezuela.
El mandatario consideró "inaceptable" la declaración emitida el pasado viernes por el grupo, que tuvo el apoyo de Estados Unidos, en la que le pidió que transfiriera el poder al Parlamento de mayoría opositora, mientras se convocan "elecciones democráticas". Maduro consideró que esto equivale a "ordenar el derrocamiento del gobierno legítimo de Venezuela".
“(Doy) 48 horas a los gobiernos del cartel de Lima para que rectifiquen su política intervencionista y grosera”, advirtió en rueda de prensa.
En la declaración, firmada por 13 de sus 14 miembros -México fue el único que se abstuvo-, el Grupo de Lima incluyó un punto que rechaza "cualquier provocación o despliegue militar que amenace la paz y la región" y pidió a Maduro que desistiera de "acciones que violen los derechos soberanos de sus vecinos".
Se refería a la interceptación de dos buques de exploración sísmica, contratados por la petrolera estadounidense ExxonMobil con permiso del gobierno guyanés, por parte de la Armada venezolana en la región del Esequibo, que se disputan Caracas y Georgetown, el 22 de diciembre.
La oficialista Asamblea Constituyente, de poderes absolutos, ordenó el martes la apertura de una investigación por "traición a la patria" contra parlamentarios opositores que respaldaron la declaración del Grupo de Lima.
"Es pertinente, es justo y yo lo apoyo plenamente", dijo el mandatario venezolano sobre la decisión de la Constituyente.
Maduro promete que ahora sí habrá prosperidad, pese a que durante su gobierno, iniciado en 2013, el tamaño de la economía de la que una vez fue una rica nación petrolera se redujo a la mitad.
Exsindicalista, Maduro recibió el peso de reemplazar a un Hugo Chávez (1999-2013) que se mostraba "insustituible" y, en principio, proyectó baja autoestima, dijo a AFP el politólogo Luis Salamanca. "Ese Maduro ya no existe. Chávez es un recuerdo lejano", sostiene.
Bajo su presidencia, Venezuela vivió protestas con unos 200 muertos, sanciones internacionales y una radicalización de la "revolución bolivariana". Su rechazo llega a 80%, según la encuestadora Delphos.
"Sobrevive gracias a su autoritarismo. Cambió las reglas para no enfrentarse en una contienda electoral democrática porque sabe que perdería", opinó Salamanca.
Sus adversarios lo acusan de destruir la Constitución y la economía y de ser un "dictador" sostenido por los militares, a quienes otorgó poder en todos los frentes y considera la "columna vertebral" del país.
"Me resbala que digan que soy un dictador", afirma Maduro, quien el pasado 4 de agosto denunció un intento de asesinato de opositores luego de que dos drones con explosivos estallaran cerca de una tarima donde encabezaba una parada militar.
Constantemente denuncia planes golpistas y se dice víctima de una "guerra económica" de Estados Unidos y la oposición, a los que culpa de la falta de alimentos y la inflación, proyectada por el FMI en 10.000.000% para 2019.
Maduro jurará el cargo este jueves ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) -y no frente al Congreso- y comenzará un segundo período de seis años desconocido por la oposición, Estados Unidos, la Unión Europea y varios países latinoamericanos.
Maduro ganó la presidencia por muy poco, en abril de 2013, frente a Henrique Capriles.
Dos años después sufrió un duro revés cuando la oposición arrasó en las parlamentarias, lo que marcó un quiebre. "Ni con votos ni con balas volverán a Miraflores (palacio presidencial); no nos ganarán más nunca una elección", advierte desde entonces.
Con influencia en todos los poderes del Estado, logró que la justicia anulara al Parlamento al declararlo en desacato, bloqueara un referendo revocatorio y encarcelara o inhabilitara a adversarios.
Desde agosto de 2017 gobierna con una Asamblea Constituyente de poder absoluto que sustituyó en la práctica al Legislativo, adelantó las presidenciales para el 20 de mayo pasado y cambió las reglas electorales.
Aduciendo que era un proceso fraudulento, los principales partidos opositores se marginaron, dejando el camino libre para que Maduro triunfara con 68% de los votos y la mayor abstención en seis décadas.
Con AFP
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