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Matías Viña, el triunfo del sacrificio y el mejor en la encuesta Fútbolx100

El lateral izquierdo de Nacional, Matías Viña, elegido el mejor jugador del año, contó a referí cómo fue su trayectoria desde que llegó a los tricolores, donde siempre tuvo obstáculos que sortear
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23 de diciembre de 2019 a las 05:02

En su última práctica de prueba en Nacional, Matías Viña se quebró la clavícula. Tenía 17 años y no fue el mejor comienzo para quien desde niño soñaba con vestir esa camiseta, ganar clásicos, salir campeón, llegar a la selección. Alcanzar este 2019 de ensueño, en el que fue elegido el mejor jugador del Campeonato Uruguayo por 75 de 100 periodistas encuestados por Referí, no resultó un camino de rosas para el lateral izquierdo tricolor.

“Me levantaba a las 5 de la mañana (en Empalme Olmos, su lugar de nacimiento) para llegar a las 7 al Parque porque salía el ómnibus para Los Céspedes, entrenábamos y volvía, me quedaba a almorzar en la residencia del club y tenía que hacer la recuperación de la clavícula, ir al gimnasio, volvía derecho al liceo porque estaba haciendo el nocturno, cenaba, me bañaba, me acostaba y al otro día la misma rutina”; así de sacrificados y llenos de ilusión eran aquellos días de Viña, quien hoy agradece la generosidad de su familia, de su abuela que lo acompañaba al baby fútbol y que fueron un soporte clave para este presente de éxitos.

El 2017 fue un buen año. Con la selección sub 20 se coronó campeón sudamericano, jugó el Mundial de Corea, salió campeón Uruguayo con la Tercera División de Nacional y debutó en Primera con Martín Lasarte. Pero en el 2018 sufrió. “Ese fue un año muy difícil para mi porque no tuve los minutos que esperaba en Primera”, contó a Referí.

Con Alexander Medina como entrenador fue campeón en Tercera, pero cuando el Cacique se hizo cargo del plantel de Primera en 2018, no lo tuvo en cuenta: “Me chocó bastante porque obviamente había compañeros míos con los que había compartido la sub 20 que ya no estaban en el fútbol uruguayo o se habían consolidado en un equipo en Primera. A mí me estaba costando bastante”.

El sufrimiento corroía por dentro: “Tenía momentos de bajón por no poder jugar y me ayudaron mucho mi familia, mis amigos, diciéndome que el momento iba a llegar. A veces iba de malhumor a entrenar y no era lo mismo porque me perjudicaba a mí y no me hacía bien”.

Nunca supo por qué Medina no le dio una oportunidad. “No habló conmigo, pero yo estoy tranquilo, sé que hice las cosas bien. No entendí no tener minutos, yo esperaba jugar porque estábamos compitiendo por Copa y había partidos entre semana y fin de semana, me sorprendió mucho”.

Fue entonces cuando aparecieron personas que lo ayudaron a mantener la calma y a no perder la esperanza: “Tuve chances de ir a préstamo a algún otro equipo pero no lo hice porque me dijeron que me iban a tener en cuenta y no lo hicieron. Ese año aprendí muchas cosas, maduré mentalmente y  me ayudaron muchos compañeros hablándome”.

Martín Ligüera, su técnico en Tercera durante 2018 fue de los que más le habló. “Martín y varios compañeros me hablaban, que siguiera metiéndole y eso me hizo cambiar la cabeza de seguir entrenando, de no bajonearme. Empecé a entrenar de buena manera. En el plantel de ahora tengo muchos que se acercaban siempre, Mejía, Rolín, Arismendi, Seba Rodríguez, me voy a olvidar de alguno, pero que me ayudaron mucho en este camino”, contó Viña.

Su objetivo a mediados de 2018 fue llegar a 2019 con todo para buscar esa ocasión que aún  no había tenido. “El año pasado dije que este año tenía que ser mi año. Empecé en un gimnasio a mitad de año preparándome para la pretemporada que venía. Mas o menos sabía que el Pacha (Alfonso Espino) se podía ir entonces había que aprovechar esa oportunidad para consolidarme en Primera y por suerte pude concretarlo”.

Pero como todo camino, aunque sea de rosas tiene espinas, Nacional contrató a principio de año a Álvaro Pereira para jugar en el lateral izquierdo. “Obviamente que me bajonée cuando trajeron al Palito porque es un gran jugador, un referente y dije ‘¡pah!, otro año más donde voy a estar afuera’. Igual eso fue un empujón anímico para demostrarme a mi mismo que podía”.

A lo largo del año Palito Pereira fue uno de sus principales consejeros y lo ayudó a crecer: “Tuve muchos compañeros que me ayudaron, entrenadores. Palito por tenerlo en mi posición me habló bastante, mismo en los entretiempos, él veía cosas y me las planteaba. Yo las escuchaba porque es un referente, porque yo lo miraba cuando era chico. Me ayudó mucho Fede Domínguez (ayudante de Eduardo Domínguez) que jugó en mi posición, y me decía que suba, que trate de ir, que el volante se preocupara más por marcarme a mí que yo de marcarlo a él. Que llegue al fondo y trate de tomarme un segundo más a la hora de tirar el centro y tomar las decisiones. Lo más difícil era llegar al fondo y si lo hacía después terminaba mal la jugada era una lástima porque hacía un esfuerzo enorme para llegar hasta ahí y por eso que me tomara un segundo más. Todo eso me quedó”.

También el entrenador de arqueros Leonardo Romay le dio una gran mano: “En 2018 me invitaba a tirarle centros a Mejía y a Esteban (Conde) y eso me ayudó a perfeccionar el centro, iba casi todas las mañanas por lo menos 15 minutos antes, los ayudaba a ellos y a mí mismo”.

Con el paso de los partidos del último campeonato formó una dupla letal por la banda zurda junto a Gonzalo Castro, de quien recuerda sus ocurrencias: “Me decía que gracias a él habían vendido al Pacha (Espino), que en España vendió a otro y metió a un lateral izquierdo en la selección y ahora mi iba a vender a mí. Un poco en joda eso, pero una clase de persona increíble que siempre me habló y yo lo escuché por la trayectoria y la experiencia que tiene. Me ayudó muchísimo en el hecho de llegar al fondo con espacio, él siempre me aguantaba la pelota. Nos entendimos muy bien y por suerte pudimos hacer un gran año entre los dos, nos ayudamos mutuamente”.

Matías recordó una anécdota con el Chory: “Él siempre hace una jugada que tira la pelota por un lado y va por el otro. En un partido la tiró por un lado y yo estaba unos metros más atrás y pensé que me había dado el pase, entonces empecé a correr y cuando él fue a dar la vuelta yo llegué primero. Después hablando con él le pregunté, ‘¿me diste la pelota?’ Y me dijo ‘no, la tiré para mí, pero cuando te vi pasar te dejé’. En concentraciones a veces nos poníamos a mirar videos de él en años anteriores y nos reíamos bastante”.

La temporada empezó torcida con Domínguez, pero luego llegó Álvaro Gutiérrez y se enderezó. “Generábamos y teníamos chances, pero no las podíamos concretar. Cuando vino Álvaro tuvimos un cambio, él planteó desafíos a corto plazo: sumar puntos para la Anual, ganar el Clausura. Es un técnico que une mucho al plantel, había un vestuario muy sano, un compañerismo increíble y eso lo generó él”.

Con Gutiérrez pasó un momento de calor a poco de conocerlo: “Estábamos en Miami haciendo la pretemporada y hacía mucho calor. Nos subimos al ómnibus y el aire estaba frío. Álvaro tomó un micrófono y dijo, ‘apagame el aire que se me enferma Viña’. Yo escuché por arriba, no me di cuenta quién era y dije ‘cerrá el culo’ y todos me quedaron mirando. Cuando me di cuenta que había sido Álvaro quedé nervioso porque no lo conocía, pero él se rió y no pasó nada. Es un fenómeno, con su cuerpo técnico armaron un plantel enorme, en la clase humana y siempre está jodiendo con nosotros, tirando algún chiste, te relaja un poquito para no estar tan tenso y ayuda bastante”.

El gran año de Matías lo llevó a la selección mayor. “No me lo esperaba, se dio y quedé muy contento con eso, de haber compartido vestuario, cancha y concentración con esa clase de jugadores, fue una experiencia muy linda que disfruté y aproveché todo”, y recuerda los consejos de Josema, de Godín, de Suárez.

El año se coronó con el Campeonato Uruguayo, con los tres títulos ganados frente a Peñarol, con el inolvidable “clásico del Chory” como llama al del Intermedio y siendo elegido el mejor jugador, mejor defensa e integrante del equipo ideal. Todo en un solo año. La realidad superó a los sueños. 

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