El acuerdo alcanzado el pasado mes por el por el cual todos los países del G20 (las economías más grandes del planeta) se comprometen a imponer un impuesto mínimo de 15%, a los beneficios de las compañías multinacionales en aquellos lugares donde estas operen marca un hito histórico en el concierto fiscal internacional. Sin lugar a dudas, las crecientes necesidades de gasto público ocasionadas por la pandemia actuaron como un acelerador para llegar a este resultado. Sin embargo, hace ya años que bajo la forma de impuestos digitales, varios países estaban diseñando estrategias para compensar lo desfasado que se había quedado el sistema fiscal vigente frente a la nueva economía.
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