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Muslera: de comerse cuatro goles y no querer salir a la calle por miedo, a hacer historia
La majestuosidad del estadio lo superó. Era un manojo de nervios. La camiseta de la Lazio con su nombre colgada esperando para salir a la cancha. Y allá fue. Cuando se paró en el arco, miró enfrente y se encontró con Kaká, Seedorf, Maldini, entre otros. Se comió cinco goles. Lo colgaron un año.
La carrera lo puso siempre a prueba a Fernando Muslera. Desde aquella vez que con 12 años fue a acompañar a un amigo que jugaba en Wanderers y jugando en el entretiempo despertó la atención de un hombre que observaba cómo atajaba todas las pelotas que le tiraban. Lo ficharon.
Realizó su carrera con la ilusión de todo joven. Lo ascendieron y cuatro meses después de estar en el banco debutó contra Peñarol en el Centenario. Una tarde volvía de Punta del Este cuando un amigo lo sorprendió llamándolo al celular para comunicarle que tenía que presentarse en la sede de Nacional a firmar contrato.
Seis meses después lo vendieron a Lazio. Debutó contra Milan. "Me encontré con los mejores jugadores del mundo frente a mí. La velocidad de juego era distinta. Era todo nuevo para mí. Perdimos 5 a 1 y cuatro de los cinco me los hice yo. No quería salir a la calle, tenía miedo de que la gente me dijera 'sos un burro'", comentó Muslera.
Luego de ese partido estuvo un año sin jugar. Volvió en 2009 para demostrar por qué lo habían contratado.
En octubre de ese mismo año debutó en el arco celeste. Una serie de errores de los goleros de la selección lo hicieron meditar al técnico Tabárez. Miró abajo y se encontró con el golero que había defendido a la sub 20 y era una tercera y hasta cuarta opción por ese entonces.
El entrenador buscaba un golero para una era en el entendido de que Uruguay, a lo largo de su historia, había contado con un golero que marcó una época en el arco.
Jamás imaginó Muslera lo que le tenía reservado el destino. Al margen de cumplir con el cometido de atajar durante una era, vivió la inolvidable experiencia del Mundial de Sudáfrica 2010. Levantó la Copa América en 2011. Clasificó a todos los mundiales. Superó a un histórico, como Ladislao Mazurkiewicz, y hoy llega a los 100 partidos con la selección.
Parece mentira, pero ya pasaron nueve años llegando al arco, saltando y pegándole la piña al travesaño para cumplir con un ritual centenario.
