No comprar gato por liebre

Cuando el relato de lo que pasó entra en disputa hay que abrir los ojos, ya que nada bueno puede venir después. En la última década hemos visto cómo sectores vinculados a la izquierda barata latinoamericana han pretendido imponer una narrativa falsa. Como que el expresidente de Brasil Lula da Silva es una pobre víctima del sistema judicial, o que el gobierno de los Kirchner en Argentina era honesto, o que en Venezuela hay democracia y se respetan los derechos humanos.

Varios países de América Latina padecen los estragos de esta situación en que desde filas de la izquierda –en el gobierno o fuera– se pretende hacer creer a la población de que lo que sucede no es tal.

Un caso paradigmático es la muerte del militante promapuche argentino Santiago Maldonado, quien falleció ahogado en el río Chubut el 1° de agosto del año pasado. La cara del desafortunado artesano llenó las paredes de las calles e inundó las redes sociales. Se culpabilizó a la gendarmería y al gobierno. Se habló de desaparecidos en democracia y se montaron escraches. Sin embargo, el relato que se pretendió instalar era una burda mentira malintencionada.

La justicia argentina no encontró responsabilidades penales en la actuación de la gendarmería al reprimir un corte de ruta en el que un grupo de mapuches agredió con piedras a la fuerza federal mientras reclamaba por la liberación de su líder preso, y archivó la causa. El tristemente célebre Santiago Maldonado había muerto ahogado y punto.
“La verdad le ganó al relato. La Justicia cerró la causa por la desaparición forzada de Santiago Maldonado y absolvió al gendarme Emmanuel Echazú. Mintieron, quisieron engañar a la sociedad y generar miedo; hoy logramos dar un paso más hacia la Argentina de la ley y la verdad”, declaró la ministra de Seguridad de ese país, Patricia Bullrich. 

No tienen punto de comparación la triste muerte de un muchacho ahogado en tierras mapuches y el incidente de un Bonomi altanero y soberbio impidiendo la libertad de expresión de unos manifestantes tabacaleros en Artigas. Pero sí tiene punto de comparación la reacción del ministro y de otros jerarcas del gobierno pretendiendo construir un relato falso de lo que sucedió, escrachando a los manifestantes luego y negando lo ocurrido: que se censuró la libertad de expresión y se llevaron puestos –y presos– a los manifestantes.

No tienen punto de comparación la triste muerte de un muchacho ahogado en tierras mapuches y el incidente de un Bonomi altanero y soberbio impidiendo la libertad de expresión de unos manifestantes tabacaleros en Artigas.

Arrinconado por la realidad, el gobierno del Frente Amplio pretende instalar un relato de cuento de hadas sobre lo que pasa en Uruguay. Pero los uruguayos observan, leen, ven y perciben en la calle que la situación no es la que pretenden mostrar los integrantes del gabinete. 
Está muy bien y es necesario defender la gestión, argumentar y debatir. Lo que está mal es lo que pretendió hacer Bonomi y compañía tras la represión de los manifestantes en Artigas. Buscar de forma coordinada instalar un relato falso no es bueno para nadie. Mucho menos para el Frente Amplio, que luego se tendrá que hacer cargo de la desilusión.