Mundo > TESTIMONIO DE UNA SOBREVIVIENTE

Orgullo por su estrella judía

Ela Weibessger integró el coro de niños del campo nazi de Terezín y vivió para contarlo
Tiempo de lectura: -'
09 de julio de 2015 a las 05:00
Sobreviviente del holocausto
undefined

Cuando ayer a mediodía el coro juvenil Ayre interpretaba en un monumento en el Parque Batlle la canción de la Victoria, con la que termina la opera Brudibar, Ela Weibessger cantaba también. De 85 años y la memoria viva, es la única sobreviviente del grupo que por primera vez entonó esas canciones: un coro que funcionaba en el campo de concentración de Terezin y que estaba integrado por niños recluidos.

Brudibar se estrenó anoche en el Auditorio Nacional del Sodre y hoy habrá dos funciones más. Ayer Weibessger y Thomas Venetianer, también sobreviviente de ese campo en República Checa, depositaron una ofrenda floral en el Monumento Raoul Gustav Wallenberg, diplomático sueco que salvó a miles de judíos húngaros del Holocausto.

Ela ayer cantaba en voz alta y en checo, el idioma en que aprendió una ópera que nunca más olvidó. "Esta música está en mí, vivo con ella. La melodía es la misma aunque cambie el idioma. El ritmo es un poco distinto de lo que cantábamos. Vive en mi mente, en mi cuerpo", contó luego a El Observador. La mujer está radicada en Estados Unidos y vino a Uruguay para participar en la nueva versión de la pieza musical, que fue impulsada por Eduardo Bartfeld y dirigida por Rubén Martínez, y en la que participan más de 50 jóvenes y niños.

"Interpreté la obra 55 veces. En aquél momento no quería darle mi papel a nadie. Pero hoy disfruto al oír las voces de estos jóvenes", dijo Ela Weibessger.

La ópera era cantada por los niños en el campo, en funciones organizadas por los líderes. Les servía como un modo de evadirse de la realidad. Incluso, cuando actuaban se sacaban la estrella judía amarilla que tenían que usar como identificación. Hoy Ela está siempre con su insignia y el cartón con su número, el 646, en la cartera. "Estoy muy orgullosa de mi estrella. Soy judía y estoy libre y se lo puedo decir a todo el mundo", contó la mujer.

Dibujos con firmaEla fue de las primeras en arribar a Terezín, cuando tenía 11 años. Ese campo recibió en total a unos 150.000 judíos, de los que 15.000 eran niños. Solo un centenar pudo sobrevivir tres años y medio después. Junto con la música, el dibujo también ayudaba a los más chicos a mantener su identidad. Así lo cuenta esta mujer al cabo de los años, mientras mantiene en su mano el cartón numerado que guarda en un pequeño sobre plástico.

"Nunca nos llamaban por nuestro nombre sino por el número. Solo la maestra de arte, Friedl Dicker-Brandeis, un día nos dijo: 'Chicos, escúchenme: ustedes no son números, tienen un nombre. Aunque sea muy peligroso, firmen sus dibujos'. Eso era muy peligroso. Pero ella era mi ídola, vive conmigo". La maestra, que había estudiado en la Bauhaus, cuando fue deportada al campo atinó a meter en una maleta sus instrumentos de trabajo. Vio en el arte un modo de ayudar a los niños a expresarse y canalizar lo que estaban viviendo.

Sobreviviente del holocausto
undefined

Dicker-Brandeis estaba en Terezin junto con su marido, pero cuando este fue deportado en 1944, ella se ofreció para viajar en el siguiente tren y la enviaron al campo de exterminio Auschwitz. Pero la mujer no quería que se perdiera el testimonio histórico y escondió los dibujos de sus alumnos. Tres meses después del final de la guerra, en un ático encontraron valijas con 4.200 piezas hechas por niños. Están en el Museo Judío de Praga y son un testamento de lo sucedido. Allí hay 23 obras firmadas por Ela.

"Cuando los miré por primera vez no me decían mucho. Pero ahora veo en ellos mucho más, porque tienen algo que se puede sentir. Cuando miraba uno de mis dibujos, la maestra me decía: 'Tú puedes ser una ilustradora maravillosa'. Tenía 12 años, ¿a esa edad quién sabe lo que es ilustrador?", agrega con una sonrisa. La artista era su ídola y ahora vive en su interior. Ela recuerda cómo la mujer la impulsaba a ella y a los demás niños a mirar por las ventanas y mantener la esperanza.

"Era un día hermoso de primavera, se veían las montañas cerca de Terezin, el sol brillaba. Y la maestra nos decía: 'Esto es hermoso. Pero lo que importa es que detrás de esas montañas hay esperanza de que sobrevivirán'. Yo sobreviví", testimonia la mujer, una de las pocas que se salvó.

Y como si esa presencia no alcanzara, la señora sigue contando y relata que otra de las que estaban en el campo había logrado escabullir una pequeña guitarra y ahí se las arreglaba para componer música y hacer poemas. Otro modo de escapar al horror.

Uno de esos poemas es sobre la amistad. Ela lo aprendió en checo pero lo tradujo luego al inglés y lo recuerda cada vez que entonan la canción final de Brudibar, que es sobre la victoria. No le dio tiempo a recitarlo en el acto de ayer, pero lo dijo ante el grabador de El Observador, en su afán de insistir en el valor de la amistad, uno de los conceptos en los que más hace énfasis a raíz de su experiencia en el campo de concentración.

"Tú y yo y somos amigos / Tú y yo nos queremos / En Terezin nos conocimos. / Amigos en la necesidad / Mano en mano / Tú y yo seguiremos amigos / Tú y yo nunca nos olvidaremos".

"Siempre digo que por favor recuerden a mis amigos que no están", pide al final.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...