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Fabián Estoyanoff sentido en Peñarol y Rampla
Darwin Núñez y Gabriel Fernández ganan en el juego aéreo pero no pueden conectar con el gol
Gran recurso de chilena de Fabián Estoyanoff
Ezequiel Busquets busca avanzar por el carril derecho
Fabián Estoyanoff gana en velocidad ante Rampla
Julio César Antúnez le da indicaciones a sus dirigidos
El lateral derecho mirasol Ezequiel Busquets
Fabián Estoyanoff

Fútbol > Campeonato Uruguayo

La inexplicable derrota de Peñarol

Los carboneros merecieron el triunfo pero no pudieron batir el muro de contención ramplense
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07 de octubre de 2018 a las 18:09

L a humildad de Rampla queda reflejada en cada instante de su vida. Basta darse una vuelta por el Olímpico para ver las chalecos colgados abajo de las cabinas de prensa. Los malabares que hacen los utileros con la ropa. Está prohibido cambiar la camiseta.  
La pelea de Rampla por el peso es diaria. Jugador que no tienen para grandes lujos. Hace un año se volvieron de la pretemporada porque no cobraban.
Convivir con el drama del descenso es una agonía de los últimos tiempos. El club parece haber nacido para esto. Los hinchas lo padecen. Pero Rampla parece inmortal.
Ayer volvió a brindar una nueva muestra de supervivencia. El picapiedra fue a la fiesta de Peñarol con cinco jugadores menos por estar lesionados. Con un entrenador que debutaba. Con una defensa armada con parches porque Soto terminó de lateral izquierdo. Y con la maldita daga del descenso en el cuello, fue al Centenario.
El partido arrancó siendo un martirio para Rampla. A juzgar por los primeros 15 minutos, pintaba para comerse una goleada histórica. Es más, muchos pensamos que cuando Peñarol hiciera el primer gol se caía la estantería.
Las pruebas son elocuentes. A los 10 Canobbio construyó una jugada notable por izquierda y su centro casi termina en gol de Fernández.
A los 12 ,Odriozola le ahogó el gol a Núñez y dos minutos después el golero volvió a ganarle el mano a mano al juvenil tras notable pase de Lucas Hernández.
Peñarol jugaba a placer. Le inclinó la cancha. Rampla no hacía pie. Se ahogaba en el medio. Y en la zona izquierda tenía serios problemas donde Soto y Edgard Martínez eran desborados.
Por si fuera poco, Peñarol le ganó todos los tiros de esquina, que no fueron pocos ya que dispuso de cinco.
En el Centenario estaba claro que el gol de Peñarol era cuestión de tiempo.
El Rampla del Tola Antúnez ponía a prueba su gran sentido de agonía. El primer tiempo no lo jugaba, lo sufría.
Rigoleto y Cóccaro quedaron anclados allá arriba y nos les llegaba la pelota.
Pero mire como son las cosas. Un minuto para el final del primer tiempo. Rigoleto tira una pared con Cóccaro. El primero remata, la pelota pega en el caño y el rebote le queda en la cabeza Cóccaro con el arco de frente. Adentro. Final del primer tiempo: Rampla 1 - Peñarol 0. Inesperado, sorpresivo. Injusto, claro que sí. El equipo de López se tendría que haber retirado al descanso al menos ganando 2 a 0.
Para el segundo tiempo el carbonero no apeló a cambios.
López dejó que el cuadro se volviera a meter en partido, pensó que no había sentido el impacto.
La gente lo empujó desde el inicio con sus cantos. Peñarol volvió a meter a Rampla contra su arco.
Pero con un pequeño detalle que pocos percibieron: algunos de sus jugadores empezaron a perder la paciencia.  
¿A qué llevó eso? A que perdiera de vista el objetivo colectivo para empezar a jugar partidos individuales ya sea contra el árbitro o con su marcador.
Le pasó a Agustín Canobbio, de buen primer tiempo, que se terminó poniendo el balde, como se dice en la jerga. El delantero aurinegro empezó a “pelear” con el lateral Servetti que pasó llave por su zona.
Así y todo Canobbio contó con una clara chance de gol. A los 10 minutos el Lolo Estoyanoff desbordó por derecha y lanzó un centro atrás. El Toro Fernández se pasó de largo pero le quedó a Canobbio que definió mal.
López percibió que el delantero no estaba bien y a los pocos minutos lo sacó dando ingreso a Ignacio Lores.
Pero el cambio tampoco dio resultado. Lores se perdió en el mar de piernas que puso Rampla antes de su golero. Lo cortaron, le ganaron cuerpeando, con oficio, ese que se adquiere peleando un descenso que nadie quiere.
Y Rampla fue llevando el partido al terreno que más le convenía. Con su golero haciendo tiempo, con los defensa restando sin miramientos y un mediocampo que dejó la piel en cada pelota.
El picapiedra se animó en una y casi liquida el pleito luego de un desborde de Candido y el pase atrás que conectó Díaz pero su disparo fue interceptado por la defensa.
El partido estaba claro. Peñarol iba desbocado. La imagen de su técnico López al borde de la cancha era elocuente. Primero gritando o dando órdenes. Luego con la resignación de llevar las manos a la cintura o acomodarse el pelo como diciendo ‘no lo puedo creer’.
Peñarol hizo el desgaste. Fue el que más aportó al partido. ¿Qué le faltó entonces? Calma, no dejarse ganar la carrera por el reloj ni el empuje de la gente. Y buscar otras fórmulas para entrarle a una defensa que por arriba fue invulnerable.
El problema del carbonero es que recuperaba la pelota rápido en el medio. El argentino Maxi Rodríguez la distribuyó bien, el equipo utilizó el ancho de cancha. Encontró huecos por derecha porque por el otro sector Servetti ganó con una personalidad increíble.
El hecho es que Peñarol se reiteró en centros que no encontraron nunca la cabeza salvadora del Toro.  
La más clara del equipo de López fue un tiro libre de Lucas Hernández sobre los 23 minutos que sacudió el palo.
Rampla, con alguna corrida y un gran pase de Dorrego a Rigoleto, contó con otra chance, pero sus delanteros carecieron de peso para embocarla.
Y lentamente se fue llegando a un final inesperado. El árbitro le devolvió el alma al cuerpo a los carboneros otorgando cinco minutos de descuento.
Pero no había forma. Los caminos al arco de Rampla estaban herméticamente cerrados.
El Tola Antúnez, fiel a su estilo, se salía con la suya. Con un equipo plagado de problemas estaba a punto de pegarle otra bofetada a un grande en el Centenario.
Peñarol iba al ataque herido. Se mordía el labio de bronca de solo pensar que que su eterno rival Nacional ganó sin jugar y le sacaba cuatro puntos en la Anual.
El final del partido fue un canto al sentimiento de Rampla. En el banco saltaron de alegría, los colaboradores entraron corriendo a la cancha para abrazarse con el primero que encontraran a su paso. El Tola Antúnez era abrazado por el profe. Odriozola, de cara a la hinchada, se puso de rodillas y con los brazos abiertos gritaba su sentimiento. Increíble pero real, Rampla parece inmortal.

 

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