Stockolmo fue el primer club que vio a Joaquín Piquerez en una cancha. Aquel chiquilín que jugaba de delantero y metía muchos goles, comenzó a hacerse notar en el barrio.
De allí pasó a Rincón de Carrasco y en 2010, fue seleccionado por la Liga Palermo para jugar el Mundialito Danone en Uruguay, que ganó su equipo, Palermo I en esa temporada, un torneo disputado por más de 4.500 niños y niñas.
Eso le dio la posibilidad de ir a jugar la Danone Nations Cup, un torneo homologado por FIFA que se disputó ese año en Sudáfrica. Sí, se jugó tres meses después de que Uruguay, en ese mismo país, consiguiera el cuarto puesto en el Mundial con Óscar Tabárez como entrenador.
Luego de superar a rivales como Marruecos, Nueva Zelanda, Alemania, Sudáfrica -como primero del grupo-, Portugal, Chile y Francia, perdieron 2-0 la final ante México.
Igualmente terminaron con una sonrisa enorme porque el padrino de ese evento era Zinedine Zidane. Por protocolo, el francés, le firmaba la camiseta solo a los capitanes. Joaquín no lo era, pero quería su firma porque sabía muy bien de quién se trataba.
“Lo encaró y le dijo que era amigo de Enzo Francescoli -el ídolo de siempre de Zidane- (aunque no lo conocía), entonces logró que se la firmara y la conserva hasta hoy”, contó a Referí, un allegado al futbolista.
En la familia le inculcaron que los inteligentes siempre resuelven mejor en el fútbol y como él ya apuntaba a ser un gran futbolista, se especializó en ajedrez y es muy bueno.
Iba al Liceo Sagrada Familia y salió con las mejores notas. Entonces se anotó en la Facultad de Química, pero le coincidían los horarios con los entrenamientos, por lo que decidió dejarla, al menos por ahora.
Es primo de Leandro Otormín, el exfutbolista de Nacional que en la actualidad defiende a Cerro Largo y que el lunes le anotó un gol a Peñarol en el empate 2-2. Uno de sus mejores amigos es Emanuel Beltrán, quien hoy también defiende a los arachanes y con el que alternaron años en Defensor Sporting.
Tras el baby fútbol comenzó a jugar en AUFI defendiendo los colores de River Plate y luego comenzó en las inferiores de Defensor Sporting.
Luego de haber debutado en la Primera división de los violetas con Eduardo Acevedo como técnico en 2017 -quien una vez lo hizo jugar de ‘9’ contra Peñarol en el Estadio Campeón del Siglo- y de haber jugado con el Polilla Da Silva, su sucesor, la llegada de Ignacio Risso le trajo malas noticias: el nuevo DT lo bajó a Tercera. No veía un buen futuro y se fue a préstamo a River Plate.
Allí Jorge Fossati sacó lo mejor de él y llegó a tener una relación tal que cuando estaba por salirle el pase a Peñarol, el entrenador lo invitó a almorzar con él en su casa de Punta del Este. Trataba de convencerlo de que no se fuera.
Pero Joaquín siempre fue hincha de Peñarol y no quería dejar pasar esta oportunidad. Le agradeció al Flaco, pero firmó contrato con los aurinegros.
Joaquín era de los hinchas de Peñarol que iban a la Ámsterdam con la hinchada y luego también iba a verlo al Estadio Campeón del Siglo, aunque aún no era futbolista del club.
Sus padres, Daniel y Claudia, tenían una imprenta y él a veces ayudaba con el reparto en una camioneta.
Es muy bueno jugando al tenis y jugó un par de años en el Círculo de Tenis del Prado. “Su ídolo es Roger Federer”, admitió la misma fuente.
Uno de sus ídolos futbolísticos más importantes es el brasileño Ronaldinho, del cual “tiene un poster en su dormitorio”.
Le gusta cocinar y realizó un curso de comida mexicana especializada en tacos con el Gato Dumas.
También la música y la lectura son gran parte de su vida. Escucha música variada como La Vela Puerca, No Te Va Gustar, Pablo Cerati y Marc Anthony.
Se ha devorado todos los libros de fútbol internacionales que se han editado en los últimos años.
Todavía recuerda una frase que le dejó Mario Saralegui en su paso por Peñarol antes de jugar un clásico: “Ganamos o no volvemos a Los Aromos”. Esa tarde le ganaron 3-2 a Nacional en el Estadio Campeón del Siglo.
Su gran nivel en los aurinegros llevó a que Palmeiras lo contratara el pasado 31 de julio, aprovechando que se iba Matías Viña a Roma, y se adaptó enseguida a un ritmo mucho más veloz que el del fútbol uruguayo.
Entonces le llegó la citación a la selección mayor.
Las vueltas de la vida: el mismo Maestro que dirigió en Sudáfrica tres meses antes de que él jugara la Nations Cup Danone con solo 12 años, lo reservó por primera vez en mayo pasado para los para los partidos contra Paraguay y Venezuela por las Eliminatorias para el Mundial de Catar 2022. Fue un día de mucha felicidad para él y su familia.
Sin embargo, pocas jornadas después, el 30 de mayo, se lesionó ante Boston River y se perdió la posibilidad de estar en ese grupo celeste.
Igualmente, luego tuvo revancha y en setiembre debutó con Uruguay en el 1-1 contra Perú en Lima. Desde allí, alternó con Matías Viña en esa posición, aunque de los dos, fue quien más jugó.
Se adaptó “muy bien a la ciudad de San Pablo” en la que defiende a Palmeiras y vive en un barrio privado en el que también lo hacen algunos de sus compañeros y hasta hace poco, el extécnico del rival, Sao Paulo, el argentino Hernán Crespo.
Su mamá y su hermana se ponen tan nerviosas que prefieren no ir a la final de este sábado ante Flamengo. Joaquín quiere entrar en la historia grande de Palmeiras y en menos de cuatro meses, ganar un título tan importante como la Copa Libertadores de América.
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