Son muy fáciles de reconocer. Decenas de autos, a veces cientos, otras miles, se alinean con banderas y bocinazos arengando por el partido político al que quieren ver victorioso en las elecciones. Cuanto más cerca del día en el que todo se define en las urnas, más ruidosas y si bien no necesariamente se traducen en votos, las caravanas son una de las maneras en la que los militantes miden sus fuerzas. Lo difícil, quizá, es saber cómo se convirtieron en una tradición de las elecciones uruguayas. La historia puede dar algunas pistas.
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