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Porras, una historia de sacrificio: vendió rifas, cortó leña y se hizo cargo de cuatro hijos

El volante vuelve a Villa Teresa y recuerda su pasado cuando era reponedor de un supermercado, iba a entrenar en bicicleta, que su primer sueldo cobró $ 550 y le descontaron $ 470
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23 de marzo de 2020 a las 05:04

Fue reponedor en un supermercado. En formativas jugó en un club que no tenía vestuarios para cambiarse. Su primer sueldo fue $ 550 y le descontaron $ 470 de aportes al BPS. Jugando en primera iba a entrenar en bicicleta y cortaba leña para calentar la caldera del camarín. Formó una familia con cuatro hijos y, pese a ello, le dijo que no a un grande porque le había dado la palabra al presidente de un club chico. Valores que le llaman. Gonzalo Fabián Porras regresa a las fuentes. Se da una vuelta por el pasado para volver a jugar en Villa Teresa. La misma que se pegó en la charla con Referí donde, a pesar de haberse coronado campeón con Danubio y Nacional, dice no estar salvado económicamente y que mañana verá qué le depara el futuro. Pese a todo, asume con orgullo su regreso al club del barrio.

La historia comienza a fines de la década de 1990 cuando Porras era un adolescente plagado de sueños. Vivía en Nuevo París y jugaba al fútbol en las formativas. Pero lentamente el sueño se fue convirtiendo en desilusión porque no lo ponían. Un día se cruzó con un viejo amigo de la familia: Domingo González. El hombre estaba vinculado al ciclismo en Villa Teresa, por lo que le propuso: ‘¿Gonzalito, por qué no te venís al Villa?’

Cuando fue a entrenar a la cancha de Agronomía no podía creer las condiciones. Para que tengan una idea, no había vestuarios, pero eso no era todo. “No había ropa para entrenar, entonces salía de casa en bicicleta con la ropa para entrenar y volvía todo transpirado para ducharme en casa porque en la cancha no había duchas”, recordó.

Jugó un año en la Quinta División del Villa y al año siguiente (2002) le tocó vivir la revolución que se generó con la triple fusión de Villa Teresa, Salus y Huracán del Paso de la Arena que terminó con la fundación de Alianza. Un club resistido. No era para menos, el Villa y Salus conviven en medio de una añeja rivalidad de aquellas donde los partidos terminaban a las trompadas.

Porras recuerda que “la fusión generó muchos conflictos y asperezas. Salus era el tradicional rival y en el Villa había gente que no estaba muy afín”, recordó el volante.

Lo cierto es que aquella alianza significó el salto para un joven Porras que con 18 años fue subido al primer equipo. Se entrenaba en el Parque Salus. “Cómo olvidarlo si me tocó pagar el derecho de piso de tener que cortar leña con un hacha para hacer ponerle a la caldera y poder tener agua caliente para ducharnos. Me mandaban junto a los más chicos a buscar leña al aserradero de la zona junto con el Coto Correa y Tito Ferro”, rememoró con un dejo de nostalgia el jugador.

Por ese entonces en Alianza jugaban verdaderos pesos pesados como Héctor Morán, Fernando Kanapkis, Enrique Saravia, Javier Barragán y el Flecha Fernando Fajardo.

Un día su entrenador en las formativas, Fernando Balda, lo llamó y le brindó la que por entonces era la mejor noticia del mundo: lo ascendería al primer equipo de Alianza. Porras tenía 18 años. Trabajaba como reponedor en un supermercado y pensó que había valido la pena el esfuerzo de aquellos inviernos en los que concurría a entrenar en bicicleta bajo agua.

Fue en Alianza donde firmó su primer contrato. “No me olvido más. Mi primer sueldo fue de $ 550 y me descontaron $ 470 para aportes del BPS. Poco menos que pagaba para jugar. No me daba ni para el boleto, pero por suerte tenía la bicicleta para ir a entrenar”, rememoró.

Se funde Alianza

Pero mire cómo son las cosas. Alianza, el club integrado por los tres cuadros de la zona, se terminó fundiendo. El equipo no pudo cancelar las deudas y se terminó disolviendo. Porras, que era un juvenil, quedó en banda.

Fue allí donde surgió la posibilidad de ir a Liverpool junto con el Coto Nicolas Correa y el Tano Sireza que ya no juega más al fútbol. Los ficharon para jugar en la Tercera que era conducida técnicamente por Juan Verzeri. Salieron campeones. La alegría compensó los pocos pesos que no pudo cobrar cuando la desaparición de Alianza.

Al poco tiempo Porras fue ascendido al primer equipo negriazul que era dirigido por Carlos Barcos. Jugó seis meses y se fue a Juventud de Las Piedras donde se encontró con Julio Ribas.

“Uno saca cosas de todos los entrenadores que tuvo y Julio me inculcó la parte de la motivación, del no rendirse, del estar preparado, de ser profesional y mirar siempre para adelante”, asumió.

Juventud logró el objetivo de ascender lo que determinó que Juan Ramón Carrasco pusiera los ojos en el volante y en el año 2008 se lo llevó a jugar a River Plate.

Porras pasaba del fútbol resultado al fútbol champagne. “Es cierto, Carrasco es un entrenador con una ideología distinta y se notaba la diferencia. Uno era de un juego más vertical y de segunda pelota (Ribas) y el otro de jugadas elaboradas con varios toques (Carrasco)”.

Porras asume que Carrasco le inculcó la marca técnica, la pelota bien jugada y no hacerse amonestar. El volante dice no olvidar un partido en el Franzini contra Nacional donde no realizó una de las tantas jugadas que pretende su entrenador y Carrasco lo sacó a los 15 minutos de partido.

“En el momento uno sale caliente, pero luego en frío se toma de otra manera”, recordó.

Idas y vueltas

A partir de ese momento Porras inició un trayecto de idas y vueltas con River Plate. Es que en 2010 fue a préstamo a Danubio y regresó a los darsenero. Luego salió a Toluca de México y retornó a River.

“Las salidas se daban porque a veces el futbolista en algunos equipos cumple ciclos. Salimos terceros con River en la Sudamericana y el entrenador optó por otro jugador en esa posición y surgió el interés de Danubio”, expresó.

Porras tuvo un segundo pasaje por la franja en 2013-2014 cuando Leonardo Ramos lo pidió y fueron campeones del Uruguayo en recordadas finales contra Wanderers. El equipo de Maroñas terminó ganando el campeonato luego de un gol de Camilo Mayada en la hora que permitió llegar a la definición por penales. Porras era el segundo capitán del equipo, por detrás del zaguero Jadson Viera.

La palabra primero

Antes de iniciarse aquella temporada, en el año 2013, Porras recibió un llamado de Nacional que lo quería incorporar a su plantel. El volante se había comprometido con el presidente de Danubio, Óscar Curutchet, a jugar en la franja.

La decisión no fue sencilla. Porras se había enamorado de una mujer con cuatro hijos con la que formó una familia y con la cual tuvo dos hijos más. Pasar a Nacional podía asegurar un buen porvenir para el numeroso grupo familiar.

“Fue raro aquello. Luego de haber dado la palabra (a Danubio) surgió el interés de Nacional”, contó Porras a Referí.

El jugador llamó a su señora y la consultó por la situación que se le planteaba. Respetaba lo hablado con el presidente de Danubio o se iba a Nacional en procura de un mejor porvenir económico para su familia.

Sentados frente a frente su señora lo miró y respondió: “Gonza, vos ya diste la palabra... ¿Qué van a decir de vos si te vas en este momento? Seguí con tus principios que si demostrás los que valés, Nacional se va a volver a interesar en vos”.

Porras se quedó en Danubio. “Respeté los principios y lo que me inculcaron en mi familia y los compañeros más grande que tuve en mi carrera”, expresó.

Y como se lo había anticipado su señora, luego de ganar el campeonato Uruguayo con el equipo de Maroñas, Nacional volvió a la carga por su concurso. Esta vez no hubo barrera. Porras se puso la tricolor.

“Cuando uno llega a un grande llega con incertidumbres, dudas, de cómo le pueda llegar a ir. Obviamente que todo cambia a jugar en un grande porque tiene el doble de repercusión, estás en el ojo de toda la gente, pero por suerte mis tres años y medio por Nacional fueron muy exitosos y no pasó nada raro, contó el volante.

Volver a emigrar

Luego de ganar ganar el Campeonato Uruguayo con Nacional de la temporada 2014-2015 y el Especial de 2016, Porras volvió a  emigrar. Esta vez armó la valija para un viaje cercano: cruzó el Río de la Plata para defender a Olimpo de Bahía Blanca.

“Llegué en una situación muy complicada del club, no jugué mucho, por lo que al poco tiempo volví a Uruguay”.

Fue en junio cuando llegó a un acuerdo para enrolarse a Cerro. “Apenas llegué tuve buena participación. Clasificamos a una Copa Sudamericana pero el año 2019 no fue bueno, participé poco, tuve algunas lesiones que me complicaron. No fue un buen año”, narró Porras.

Sobre el cierre de la temporada llegó al club el técnico Julio César Antúnez que lo terminó radiando definitivamente. “No terminé como se podría terminar con un entrenador pero nada para hablar. No me gustaron algunas actitudes que se las hice saber donde tenía que hacerlo y no públicamente”, contó el volante.

La vuelta a las raíces

El año 2020 lo tiene a Porras con un nuevo desafío. La vuelta a las raíces. El Villa. El barrio. Los viejos conocidos. A los 36 años Porras reconoce que las oportunidades se van terminando. “Esta es una bala que tengo ahí… Y el retiro es algo que voy a ir analizando con mi familia en el transcurso  del año viendo como se dan las cosas. Definido no hay nada, encaminado sí”, asume.

Gonzalo es técnico recibido desde 2017. Pero por ahora se siente jugador.

“Me tocó vender rifas, cortar leña, prender la caldera, ir a entrenar en bicicleta bajo agua y ser campeón. Pasé por todas las etapas en el fútbol. Con esto no estoy dando lástima pero soy agradecido de haberme formado en equipos donde todo es base de sacrificio y pulmón. No estoy salvado económicamente pero tengo mi casa y mi familia. Lo económico va y viene. Después veremos que nos depara la vida”.

 

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