Tabaré Rivero y su nuevo show: "Fuimos de las cuevas al Solís"

El aplomo del Teatro Solís impuso que el ambiente fuera decididamente teatral. En el escenario, despojado hasta del mismísimo fondo, la banda se alejó de la audiencia y se ubicó en el centro, dejando lugar para que los siete bailarines desarrollaran sus interpretaciones.

El espectáculo, cuyo concepto fue “un concierto de danza, una obra escénica de rock”, capturó la atención del público y logró sorprender con su híbrido de expresiones. Los textos, interpretados por Tabaré Rivero y Alejandra Wolff, servían de introducción para diferentes bloques de canción e intercalaban a los diferentes grupos de bailarines encargados de dar movimiento al tema. Se trató de una unión de lenguajes que por momentos hablaban en paralelo y en otras conversaban.

Que revienten! fue, después de todo, la presentación oficial del disco Que revienten los artistas, y por ende, el repertorio se basó en gran parte en el trabajo.

La banda se lució con una formación renovada: Lucía Ferreira como la nueva voz femenina, acompañada por la ya nombrada Wolff y Marcelo Lacava en batería. La formación se completó con tres músicos invitados.

Desde el inicio con el texto A reventar, donde Wolff reclamaba enamorarse tanto hasta estallar de amor, se marcó la idea central del show: el concepto del polaco Tadeusz Kantor de implotar para transmitir todo.

Aquel cuplé, primer corte del nuevo disco, dio el comienzo musical, que siguió con Girando la rueda y el viejo Flan del rock, con Ferreira en la voz principal. Fueron los temas más tradicionales de la banda, como Un romancero, La enemistad, Un epitafio y El Kafkarudo los que recibieron las mayores ovaciones.

Las voces de Ferreira y Wolff, que sobresalieron durante todo el show, se destacaron aún más con un pequeño guiño a The Great Gig In The Sky de Pink Floyd, que luego desembocó en Zona (Sola) por Ferreira.

Por su parte, las coreografías de Inthamoussú, ideadas para explorar los límites de los bailarines, hacían que saltaran, rebotaran y corrieran, precisamente hasta reventar. Se ganaron la atención con temas como De licencia –sobre la ironía de la rutina de trabajo–, que fue interpretada por un bailarín atado con un arnés y a cada paso que daba era arrastrado hacia atrás. Así como también en No me mientas, donde otro rompe la cuarta pared e increpa con la mirada fija al público.

Entre cada interpretación el rock todavía estaba ahí. Salía de los solos de Leo Lacava y rebotaba en el piso al ritmo de los pies de los asistentes. Solo en el final esa solemnidad inicial se quebró con una ovación de pie y la demanda de un bis, que Rivero, emocionado, quiso cumplir.

A pesar de tratarse del género en que La Tabaré se desarrolla, para el músico y actor, el rock ya es un mero negocio. “Lo que antes dolía, transgredía, combatía, ahora es otra chuchería del entertainment social”, dice sobre el final del tema Girando la rueda. Como lo dijo en entrevista con El Observador, para él la transgresión es hacer las cosas bien y con este show lo consiguió.