Opinión > HECHO DE LA SEMANA/ GOBIERNO Y PRODUCTORES

Un mundo feliz y su Infierno

Las rencillas entre el Poder Ejecutivo y el campo ponen de manifiesto las fortalezas y los límites de la economía uruguaya
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03 de marzo de 2018 a las 23:11
El mensaje del gobierno de este martes por cadena de radio y televisión, presentado por el periodista Fernando Vilar, fue una acción de propaganda lisa y llana, solo entendible en el marco de sus guerrillas con los productores rurales. Pareció el recuento de un mundo feliz: medias verdades autistas, sin matices ni contexto, con horribles reminiscencias de la Dinarp. Fue desconcertante, aunque al fin se habló más del mensajero que del mensaje.

También hirvieron los grupos de WhatsApp del movimiento de protesta de los productores rurales, Un solo Uruguay. Parecían responder, parafraseando a Aldous Huxley: ¿Cómo sabéis que la Tierra no es el Infierno de ese otro planeta feliz?

Esos grupos de WhatsApp no son enteramente representativos. Es cierto que la mayoría de quienes los integran son productores y pequeños empresarios de servicios vinculados a la agropecuaria. Se estimulan e intercambian información, rompiendo su aislamiento tradicional. Pero también se les han adosado oportunistas y obsesos que divulgan propaganda o falsedades. Es otra horrible caricatura.

Muchos productores se sienten indignados por las reacciones del gobierno, o están severamente condicionados por sus apreturas económicas. Desean tomar medidas de presión como cortes de ruta o el cese de embarques de alimentos. Los dirigentes del movimiento, que lo son casi a su pesar, sienten que con ello pueden meterse en una trampa que, al fin, los divida y destruya. Pero también perciben que si no tiran del carro la causa se deshace.

Uruguay parece metido en una situación extraña: después de un larguísimo proceso de desarrollo económico, se muestran más o menos satisfechos los empleados con ingresos fijos, que son la amplia mayoría de la población. Pero entre los empresarios pequeños y medianos y en los cuentapropistas predomina la cautela y escasean las ganancias.

También el martes, pero en un foro en ACDE, el equipo económico de gobierno encabezado por el ministro Danilo Astori hiló más fino que Presidencia. Es dudoso que exista "atraso cambiario", o al menos uno significativo. Ocurre que para paliar la crisis financiera de 2008, la Reserva Federal de Estados Unidos multiplicó la base monetaria por cuatro o por cinco. En suma: inundó el mundo de dólares, por lo que esa moneda se depreció.

Pero en todo caso Uruguay está muy caro, como lo sabe cualquiera que viva en el exterior, o que viaje de vez en cuando. Los inmuebles son caros, y lo son los vehículos, las máquinas, el combustible, la cuenta del supermercado, los servicios públicos y casi todo lo que se mida en dólares.

La economía sigue funcionando gracias al enorme vigor de las exportaciones agroindustriales, el turismo y el consumo. Pero muchas empresas vinculadas a la exportación, que dependen de precios internacionales, sienten la asfixia. Y la cautela se expresa, por ejemplo, en la debilidad del empleo y en la aguda caída de la inversión, salvo la destinada a la especulación financiera.

Una de las causas de los altos costos internos es la elevada presión impositiva. Otra es el déficit fiscal, muy alto desde hace seis años. Astori ha advertido varias veces sobre el riesgo del círculo vicioso: más déficit, más deuda, más déficit. Cuanto más tarde se cierre la brecha, más doloroso será. Pero, por razones políticas, no habrá ajuste ni grandes reformas hasta el próximo gobierno.

Una manera de aumentar la rentabilidad de las empresas, sin reducir los impuestos y el gasto público, sería pagar menos aranceles para ingresar a los principales mercados de exportación: China, la Unión Europea y Estados Unidos. Pero una parte del Frente Amplio, el partido de gobierno, no cree en el libre comercio y preferiría una economía más cerrada y estatista.

Si hay muchos productores asfixiados, el gobierno también lo está. Tiene más compromisos de los que puede cumplir, como con la seguridad social. El conflicto de alguna forma representa los dilemas de Uruguay, que no son nuevos sino muy viejos.

Algunas situaciones coinciden con las que precedieron a las grandes crisis de 1982 y 2002, aunque entonces hubo shocks externos drásticos (abandono de la "tablita" en Argentina en 1981, devaluación abrupta de la moneda de Brasil en 1999) que no se registran por ahora.

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