Cesar Romero como El Guasón en la serie Batman

Opinión > COLUMNA/EDUARDO ESPINA

Un mundo lleno de guasones

Sorprende la popularidad global que ha cobrado la figura de un personaje de historieta
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07 de noviembre de 2021 a las 05:05

Días atrás, una foto del futbolista uruguayo Brian Rodríguez disfrazado de El Guasón (Joker) apareció reproducida en medios informativos. Rodríguez juega en uno de los dos clubes de Los Ángeles, ciudad en la que, como la canción de Celia Cruz, todo el año es carnaval. Cuando abandone las canchas, Rodríguez ya tiene trabajo como doble o extra en una película de la saga de Batman. Ese mismo día, domingo 31 de octubre, un desquiciado violento, llamado Kyota Hattori y disfrazado de El Guasón, comenzó a tirar líquido inflamable en un vagón del metro de Japón. Emulando al hombre murciélago, la policía pudo detenerlo y evitar lo que podría haber sido una catástrofe mayor. Y agrego otro dato al párrafo introductorio: El Guasón/Joker ha sido el personaje favorito en la reciente Noche de Brujas, habiéndose agotado la indumentaria festiva para caracterizarlo en fiestas donde supuestamente nadie debería morir. La historia del citado personaje es vieja, pero la tendencia universal a celebrarlo a rabiar en forma masiva resulta nueva, pues, perteneciente a la misma historieta, en el pasado era más popular El Pingüino que el personaje que no sabe cuándo parar de reír.

En la serie televisiva original, estrenada en 1966 y emitida hasta 1968, al Joker lo interpretaba Cesar Romero (1907-1994, escribía su nombre sin acento), actor de padres cubanos, quien por entonces tenía 59 años de edad, esto es, era más bien un viejito gracioso que en su pasado en cine había hecho de latin lover. Ese Guasón no era una amenaza con visos de violencia nada disimulada, como el que mucho tiempo después interpretó Heath Ledger y por el cual el cine lo recordará siempre. La caracterización del personaje que hizo Ledger puede considerarse sintomática de los cambios que han sufrido el cine y la televisión en cuanto a representación de la violencia. Antes era un asunto de pin pun pan, es decir, artillería ficticia, chasco de utilería, en tanto la realidad y la no realidad estaban bien separadas. Al hacerse más explícito y evidente en sus formas de convertir a la violencia en parte del entretenimiento, el cine abrió las puertas del infierno, motivando de no tan indirecta manera comportamientos violentos que consideran a las películas clases de inspiración para comportamientos aborrecibles, como Guasón, interpretada por Joaquin Phoenix dos años atrás.

Para una generación que en 1966 disfrutaba de la niñez o estaba entrando recién en la adolescencia, el hombre murciélago fue la primera estrella en el álbum de ídolos permanentes. Adam West era Batman, mejor dicho, Batman era él. El verdadero, la encarnación con voz y movimientos físicos del Batman de papel, que leíamos en las historietas publicadas por la mexicana Editorial Novaro, en la cual Robin siempre aparecía en el momento de planear la salvación de Ciudad Gótica, aunque el trabajo principal lo hacía Batman, no vano, lo que era Batman y Robin devino con el paso del tiempo Batman, a secas, por más que Robin siguió estando lo suficiente como para que algunos hablaran de una relación homosexual entre ambos. En la lista de Batmanes televisivos y cinematográficos, la que incluye a Lewis Wilson, Robert Lewery (ambos preWest), Michael Keaton (creo yo, el mejor de todos), Val Kilmer, George Clooney, Christian Bale y Ben Affleck, West fue sin dudas el más humano de todos, seguramente porque el actor se creía en serio que era Batman, y por lo tanto podía hacer su trabajo sin mostrar estrés ni dudas a la hora de resolver las misiones, además, como sus condiciones actorales eran limitadas, era casi igualito a los niños cuando juegan a que son el hombre murciélago, logrando sin drama alguno que sus actos heroicos tuvieran una efectividad absoluta en la imaginación. Aquel y sus enemigos diversos eran personajes de ficción aptos para todo público.

De la serie Batman se hicieron 120 capítulos, los cuales por tres temporadas fueron una antología de situaciones altamente originales para la televisión de la época. Guionistas y productores no necesitaban recurrir a la violencia explícita, ni a cualquier tipo de truco ofensivo para entretener con acción y situaciones inesperadas, propias del mundo del entretenimiento cuando hace su trabajo con inspiración. La serie contó con la presencia regular de actores de primer nivel, como Romero, Burgess Meredith (El Pingüino), y John Astin (El Acertijo), quien luego fue el protagonista de Los locos Addams. Quiero suponer que ni Rodríguez ni Hattori tuvieron en cuenta el estilo, clase y elegancia de Romero cuando interpretaba al Joker, ni tampoco a Jack Nicholson, quien estuvo fabuloso encarnándolo en Batman (1989), primera de la saga, sino únicamente a la sombría caracterización que hicieron Ledger y Phoenix, convertidos en embajadores de la muerte.

Vivimos días en los que lo ridículo, lo violento bizarro (palabra de moda cuya corrección gramatical resulta dudosa), y lo exasperante en términos lógicos, pasaron a estar en primer plano, tienen horario central, pues la industria del entretenimiento y la de la información ofrecen lo que la gente quiere ver y leer, y con la mayor frecuencia posible. Por otra parte, son tiempos en los que las noticias insólitas no hay que buscarlas, vienen solas. 

Al final del día tienen mayor importancia en las conversaciones que todas las crisis económicas mundiales o que las decisiones de un presidente. Los responsables del auge del interés por realidades que parecen irreales reciben sinónimos diversos: morbo, aburrimiento, constante necesidad de irrealidad,  cansancio ante las noticias mal llamadas “importantes”. Lo único cierto, más allá de los apelativos y eufemismos, es que las motivaciones del público actual son muy claras a la hora de digitar las noticias que desea consumir. La realidad, desde los tiempos de Adán y Eva, siempre ha sido rara, pero ahora se encuentra en circunstancias más que favorables para exhibir todas las rarezas que le acontecen. En ese contexto, el personaje de El Guasón vendría a ser el epítome de un momento de la historia en que la superficie simbólica de los acontecimientos ha pasado a ser el contenido mismo. En su locura, tal vez Hattori se imaginó en una película en cuyo final los malos triunfan.

Coincidiendo con la popularidad del Joker en la fiesta de la Noche de Brujas 2021, se estrenó Halloween Kills, película que en apenas una semana ha superado los US$ 120 millones en recaudación. Halloween Kills es la nueva versión de la saga iniciada en 1978 por John Carpenter. Maestro del cine de terror, Carpenter se dio cuenta de que la cosa ya no iba solo por el lado de acumular víctimas inocentes y desperdigadas, porque un sádico en serie y en serio era capaz de matar cantidades de personas que andaban por ahí cada vez que se sentía aburrido. El público, desde que el cine existe, disfrutaban en la sala el ritual de la sangre y los alaridos. Pero Carpenter se dio cuenta que había algo más con lo cual horrorizar: la realidad en ciernes. Con el puntapié inicial de Halloween el horror se convirtió en presente de un futuro horrendo y con aspecto real. En el pasado mañana situó Carpenter su imaginario y para tales fines dirigió, como ominoso presagio de lo que será, Escape de Nueva York y Escape de Los Ángeles. La violencia sin límites instalada en una metrópolis convertida en ejemplo de inseguridad era el principal, y casi único, problema a superar. 

A bordo de ciudades tomadas por la delincuencia, por asesinos que se disfrazan para creer en la ficción que han creado, y con una rampante impunidad, vamos. Es la próxima estación. Cuesta cada vez más existir en las urbes que tenemos, en las cuales, lenta, aunque no tanto, comienza a emerger un panorama de miedo y vulnerabilidad. En la realidad y en la ficción el crimen ha ido ganado espacios, habiéndose convertido en emblema inmediato de un escenario en descomposición. El miedo, a diario, circula en las calles, ocupando espacios donde la muerte por causas violentas se vislumbra en todo su acechante poderío. Hay quienes apelan a la gracia macabra de El Guasón/Joker para olvidarse de que ese horror es más real que ficticio. 

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