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Uruguay y una Copa con gusto a poco

Uruguay se despidió antes de lo esperado en la Copa por no poder repetir lo hecho en el debut y por una serie de fallos del entrenador y los jugadores
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01 de julio de 2019 a las 05:03

La selección uruguaya cerró su participación en la Copa de América de Brasil 2019 con gusto a poco porque si bien se fue invicta y con solo dos goles en contra en cuatro juegos, el nivel de las individualidades, el tiempo de trabajo de un mismo grupo con respecto a sus adversarios y el prometedor arranque que tuvo en el torneo lo hacían uno de los candidatos. Sin embargo, fue el único que no llegó a semifinales. 

Es cierto que el equipo sufrió las adversidades de las lesiones de Matías Vecino y de Diego Laxalt. Las sintió y eso trastocó el plan original de Óscar Tabárez. También perdió a Lucas Torreira por un cuadro viral.

Debutó a todo tren el equipo. Arrasó con Ecuador (4-0). Pero luego fue incapaz de volver a jugar como lo hizo en los primeros 45’ ante el elenco del Bolillo Gómez. 

¿Por qué? Porque el entrenador apostó fuerte por Nicolás Lodeiro quien después de ser figura en ese encuentro no repitió ante Japón y Chile y terminó perdiendo la titularidad contra Perú. 

Sin Laxalt ni Lodeiro, el equipo se quedó sin una pierna zurda para ampliar el campo de juego. 

Y parte del problema provino de que el técnico optó para suplir a Laxalt por Giovanni González pasando Martín Cáceres al lateral izquierdo. Al marcador de punta de Peñarol le costó. Tanto en la marca como en la proyección al ataque.   

También optar por Giorgian De Arrascaeta en lugar de Lodeiro fue una solución que no le funcionó al entrenador que recién en los minutos finales del partido contra Perú puso al 10 de Flamengo a jugar por el callejón central y no contra una banda donde pierde incidencia en el armado de juego. 

Tabárez metió mano durante toda la Copa en el mediocampo y ahí sacó buenas conclusiones. 

Porque encontró en Rodrigo Bentancur y Federico Valverde un tándem con su probado buen pie que respondió con altura a la exigencia de jugar sin la pelota. Lo hicieron ante Chile donde el entrenador falló al no poner de entrada a Nahitan Nández, algo que corrigió para el segundo tiempo. 

Chile es uno de los equipos de mejor posesión de pelota a nivel mundial. Uruguay lo quiso contestar desde la conformación de un mediocampo de buen pie, pero jugó en largo porque no tuvo el balón. 

De todos modos, el otro gran mérito del torneo celeste –además de la goleada a Ecuador– estuvo en ganar ese partido ante Chile, que alineó a cuatro suplentes y que resignó a su dibujo ofensivo de 4-4-3 por un esquema más cauteloso (5-3-2). 

El mediocampo y su apuesta por la posesión de pelota también sufrió problemas con la intensidad del juego de Japón que en el primer tiempo le generó muchas dificultades con una presión asfixiante en la línea media. 

En ese partido se insinuaron también problemas de eficacia en el ataque. Uruguay generó mucho más de lo que concretó y volvió a ser rescatado por una pelota quieta. 

Esos problemas se ratificaron en el duelo decisivo ante Perú. 

Cavani y Godín fallaron goles abajo del arco y los delanteros cayeron siete veces en posición adelantada. Sin dudas que fue una noche fatal, muy especial. De esas que se dan muy de vez en cuando. Porque a eso hay que agregarle tres goles anulados por off-side. 

Sin embargo, no solo fue la “suerte de los penales” lo que eliminó a Uruguay ni las cuestiones milimétricas de los fueras de juego. 

El problema de la pierna zurda para la amplitud del juego quedó evidenciado en la recta final del partido cuando Uruguay encontró las mejores vías de ataque por izquierda y el incansable Cáceres se ofreció en todas las posesiones. Pero las culminó todas a pierna cambiada.

También mejoró el equipo cuando De Arrascaeta pasó al callejón central con el ingreso de Torreira. Aunque lo descubrió –o utilizó– tarde, ese es un buen apunte que se llevará Tabárez de cara a futuro: tres volantes de buen pie, con capacidad para recuperar y ganar los duelos aéreos y un generador liberado de la responsabilidad de retroceder por la banda.

Otra vía creativa que Tabárez exploró poco fue la de Gastón Pereiro. Un puñado de minutos contra Ecuador –donde bajó una pelota de gol– y nada más. 

El de PSV Eindhoven venía de anotar tres goles y de repartir dos asistencias en los amistosos previos.   

Poco se tiene que preocupar Uruguay por su rendimiento defensivo. Sobre todo porque fue sometido a mayor exigencia por aumentar gradualmente el caudal de su propuesta ofensiva y obligar a sus defensas a verse expuestos por contragolpes (como contra Japón o Perú).  

Además, lo de José María Giménez en ese sentido fue notable.

De todas formas, Uruguay se fue antes de lo esperado en la Copa. Estaba para mucho más. Y no fue solo la suerte lo que lo dejó afuera contra Perú.  


 

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