Dani Umpi nunca se consideró un rockero, y desde su mirada, la actitud rock es algo que ha ido entendiendo con el tiempo. En el cuarto capítulo de Rock State, declaró sobre cómo el rock, para él, nunca fue una rebelión contra un sistema establecido, sino más bien una forma de ver la vida desde la disidencia. En sus palabras, no se trató de un enfrentamiento, sino de una postura distinta desde el costado. "Para mí, nunca fue una actitud de rebeldía contra un sistema. Siempre estuve fuera de él, observando", comenta Umpi en diálogo con Federica Bordaberry, periodista de El Observador.
Para él, la actitud "rockera" es algo que, a lo largo de los años, se fue interpretando de distintas maneras, pero que en su caso nunca estuvo asociada a una postura contra el sistema, sino a la vivencia de ser diferente, de no integrarse a lo que se esperaba de él. En ese sentido, la definición de rock ha sido para él un proceso que ha madurado con los años, reconociendo que el contexto cambia y que las fronteras entre géneros se diluyen. “Creo que el rock tiene algo de libertad, algo de cuestionar el sistema, pero más desde una mirada externa”, dice.
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La actitud rock: rupturista y de gran tradición
Al hablar sobre qué significa ser transgresor, Umpi reflexiona sobre los cambios culturales y la diferencia entre la rebeldía de su generación y la de los jóvenes actuales. Aunque reconoce que el contexto social y político ha cambiado, considera que la rebeldía sigue teniendo un lugar, aunque ahora con más conciencia de la historia de la música y una preocupación por el impacto de las palabras y las imágenes. "El pop tiene algo de rebelde, pero en el contexto actual es más difícil ser rupturista sin que se malinterprete", explica.
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Con el paso del tiempo, Umpi ha comprendido que el sistema del que tanto hablaba en sus primeros discos no solo es algo contra lo que lucha, sino un espacio que también le ha dado lugar. "Hoy me veo dentro del sistema, antes era un poco más desconectado, pero con el tiempo entendí que uno no se salva solo", dice.
A lo largo de su carrera, Umpi ha desafiado las normas del arte y la música. No solo ha sido pionero dentro de la música pop, sino que ha integrado elementos visuales y estéticos propios de la cultura drag y queer, dándoles una vuelta de tuerca artística y conceptual. "Siempre me interesó lo camp, lo kitsch, ese lugar en el que la estética y la música se rompen pero con intención", comenta.
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El camino de Umpi no solo ha sido musical, sino también literario. Su obra Miss Tacuarembó ha sido un referente para muchos, y al igual que en su música, ha utilizado el arte como una herramienta para cuestionar lo establecido, mezclando la literatura con la cultura queer. “Miss Tacuarembó es una novela de juventud, y con ella traté de explorar algo más conceptual, algo que se despegara de lo tradicional”, explica.
Si bien comenzó su carrera en un contexto underground, ha logrado conquistar a una audiencia joven, muchos de ellos ajenos al pop de su generación. "Hoy el pop tiene mucha más aceptación, incluso entre los mismos rockeros que en su momento no lo aceptaban", señala. Es consciente de que su música y su propuesta no solo han influido a otros músicos dentro del mismo circuito, sino que ha logrado que el electropop y las influencias queer lleguen a generaciones que lo ven como una referencia en un contexto más amplio.