Para nosotros como amigos es una más, una más de nuestra historia. Pero en lo personal sí, es un gran cierre de etapa, es un punto y aparte para un proceso, una película, un personaje, una historia, un vínculo, lo que surgió después, un análisis. Es ponerle palabras a todo eso y decir "continúo desde acá".
¿Qué imagen te queda del momento de escritura?
Creo que Bariloche es el corazón. Es la imagen que se me viene. Cada vez que pienso en el libro pienso en esos doce días encerrados con Felipe, con calor y frío, doce días intensos y de mucha diversión. Fue una dinámica divertida, que después cuando volvimos a Montevideo cambió.
¿Cambió al abrirse desde esa escritura íntima al trabajo con la editorial?
Sí, igual me sorprendí. Mi terror es que estuviera pésimamente escrito, que lo mandara y lo tuvieran que reescribir. Y cuando mandamos el texto solo hubo corrección de estilo y un trabajo en la síntesis de las ideas que era muy útil para la lectura, porque agarró velocidad. Fue un trabajo muy sutil, pero hacía una diferencia. Creo que había algo sólido. Y algo de ese trabajo que fue intenso sirvió para que la editora lo vea y diga "esto no es tan terrible".
¿Cuándo y por qué sentiste que las notas sueltas que venías recopilando tenían que transformarse en un libro?
Creo que fue en una charla con Felipe. Esas notas son un corazón, algo que está por debajo, un lugar al que vuelvo para tener una visión más fresca del rodaje (de La sociedad de la nieve), pero esas notas evolucionaron. Creo que este libro tiene más aristas, son experiencias que merecen contarse y no pasarlas por arriba. Esa vivencia que fue tan solitaria para mí, tan íntima, poder compartirla y que sea de alguna manera útil... Pienso en mis amigos y mi familia, que no estuvieron ahí, pero acompañaron todo el proceso, que ahora lo puedan leer me parece lindo. O para mis amigos de rodaje, que vuelvan a leerse y a reencontrarse pero desde adentro.
Enzo Vogrincic Gastón Britos (8)
Felipe Ipar y Enzo Vogrincic
Gastón Britos / FocoUy
Uno de los momentos claves del libro es cuando se estrena la película y la exposición sobre tu figura explota. Por lo que contás, fue un momento difícil y que no te dejó indemne. ¿El libro, en ese sentido, fue una depuración de esos momentos?
Sí, cien por ciento. Y me ayudó a amigarme con toda esa cosa también. Hacer un repaso. El único momento de saturación que tuve con todo ese boom y esa intensidad fueron los premios Goya. No llegué a explotar, pero no me estaba sintiendo bien y necesitaba irme de ese lugar. El atosigamiento era mucho, realmente. Ese fue la única vez que me saturé, y me había quedado con una sensación muy fuerte y muy nítida, y estaba muy seguro de ese recuerdo. Estaba enojado con esa situación, confuso. Pero claro, cuando empiezo a escribir y a organizarlo en palabras empiezo a entender, a disculparle al recuerdo, a calmarme, a ver las cosas con cierta perspectiva. Es como decirle al recuerdo "me equivoqué contigo, te guardé con rencor y no hacía falta".
En un episodio recordás cuando te preguntaban por tus películas predilectas mencionabas a Elephant, de Gus Van Sant, hasta que te diste cuenta de que eso significaba recomendar una película sobre "adolescentes asesinando adolescentes" (Ndr: la película reconstruye la masacre escolar de Columbine, ocurrida en Estados Unidos en 1999). ¿En qué otras cosas la exposición masiva te hizo más cauteloso?
Es loco. No es lo mismo decir algo y que lo escuchen solo tus amigos, a decir algo y lo escuchen millones de personas que no conocés. Eso cambia la dimensión de todo lo que decís, y uno no podría hacerse cargo de todo lo que el otro interpreta. Trato de no gastar demasiado tiempo en pensar eso, y sí en estar alineado con lo que pienso y con lo que siento. En ese sentido, me considero una buena persona, entonces estoy tranquilo. Pero es raro, es una exposición un poco extraña. A veces por sólo el hecho de tener exposición es como si todo lo que dijeras debería ser correcto. Yo trato de sacarme ese peso, o de no darle importancia, o ser más frío. Porque no se puede vivir así.
Enzo Vogrincic Gastón Britos
Este libro, de alguna forma, sigue "abriendo" tu intimidad al resto del mundo. ¿Eso estaba claro desde el principio?
Lo estoy descubriendo ahora que está publicado y digo "apá, ¿qué puse acá?" (se ríe). No, está hecho con mucho cuidado. Yo soy reservado y parece un chiste haber hecho un libro que habla tanto de mí, pero al final todos esos recuerdos y reflexiones van en función de algo que se está contando por debajo. Termina siendo parte de la presentación de un personaje, para que uno entienda quién es ese que se presentó a un casting. ¿Quién es esa persona? ¿De dónde surge esa curiosidad? ¿Cómo es que esa persona llega hasta ahí? Y entender cómo son esos procesos de la actuación, que tienen mucho de aleatorio, de la suerte, de la coincidencia, de los cruces, de una forma sesgada de ser y de querer hacer las cosas. Me deja tranquilo que lo que está puesto ahí fue puesto con cuidado, las personas de las que hablo son contempladas y son cuidadas. A lo mejor contar esto da una visión más real de mí y eso ayude a que en los encuentros con la gente se conecte más con lo real que con la idea del actor. Quise matar la idea del actor, de las alfombras rojas, limpiar de todo eso y dejar a una persona.
¿Eso viene del cansancio que te generó ese mundo que se abrió en los últimos años?
No me llegó a cansar, por suerte. Me pasó esto de los Goyas que me saturé, pero ese fue el único momento. Y me pasó que cuando volvía a Uruguay tenía ganas de sacarme la cara. Pensaba "claro, esto no termina cuando vuelvo". Pero también es parte del proceso de aprendizaje. Ahora estoy descubriendo la segunda etapa, que es cuando baja la espuma. Y ahí me doy cuenta de que esto está bien, que es más tranquilo, que ahora convivo.
El síndrome del impostor, la sensación continua de que se equivocaron es algo que atraviesa tus pensamientos durante el rodaje y durante el libro. ¿Lograste vencerlo?
Ojalá. No, ahora que empiezo a filmar estoy con eso en la cabeza otra vez. Empieza de a poquito. Ese es el problema. Estoy tranquilo antes de filmar, pero hay algo que empieza por debajo a susurrarme. Y sé que va a crecer. Pero lo único que lo puede matar es mi rendimiento en las escenas y notar que estoy haciendo un buen trabajo. Lo que pasa es que mi percepción también puede ser equivocada. Tal vez tengo la convicción de que estoy trabajando bien y las caras de afuera dicen que no. Pero me pasa con el cine, con el teatro no, y hay otras áreas que las vivo muy en paz. En el cine es donde aparece el impostor por la exposición, por hacer un trabajo que sea terrible y que quede grabado para siempre, por tener que verlo varias veces, eso me da terror. Pero ya se me va a ir. Espero que se me pase.
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¿Cómo vivís la dualidad del actor de teatro local, que apuesta por el trabajo independiente en su país, y la figura internacional de alfombras rojas, desfiles de lujo y mega proyectos?
Con mucha tranquilidad. Desde mi perspectiva es una misma línea continua. En ese sentido, hay cosas que tengo un poco más claras de por qué actúo y elijo en función del camino que quiero explorar con la actuación. Ya sean obras con amigos, con la Comedia Nacional, o una película o una serie que tiene otra proyección. Me tomo con mucha tranquilidad la decisión de por qué aceptar los papeles. La actuación siempre fue placer y diversión, y espero que siga siendo así. Es un trabajo, pero me provoca tanto placer que es muy difícil para mí considerarlo así por más que trabaje mucho. Es más fuerte que yo. Y además mi ambición con el cine nunca terminó de nacer; es una casualidad que haya aparecido en mi vida. La agradezco y la sigo explorando porque es alucinante el vínculo con la actuación en el cine en relación con la actuación en el teatro, pero no deja de ser una cosa que se me cruzó, no dejo de estar disimulando que soy un actor de cine.
Algo que atraviesa el libro es la muerte. Está en el título, está en la historia que te catapultó a la fama, está en el rodaje, hasta en el cadáver artificial que imitaba tu cuerpo en la película. ¿Cómo ha evolucionado tu forma de enfrentarte a ella en los últimos años?
Escuchar a los supervivientes hablar de la muerte en primera persona, de forma tan directa, te empieza a cambiar. Después aparece algo con el proceso del libro, con el vínculo con el tema, que es lo estrecho que está la vida de la muerte. Porque al final hablás de la muerte pero estás hablando de la vida, y cuando empezás a hablar de la vida, empezás a pensar en la muerte también. Siempre es una temática de obsesión, de curiosidad, de exploración, porque además es apasionante para escribir, para hacer obras, para hacer cine.
En varios momentos del libro mencionás tu incomodidad o incluso rechazo a las entrevistas de promoción y demás. Sin embargo, acá estamos: siguen las entrevistas. ¿Es necesario negociar en este rubro? ¿Es una claudicación de tu parte o la aceptación de que también hay que poner el cuerpo de otras formas?
Está conectado a otras cosas. Yo entiendo, o ahora lo entendí, que las entrevistas son parte del proceso de una película, de la difusión, que eso se mueva, que conozcan al actor.
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De cara al Oscar eso fue clave además.
Clave. Es una campaña política. Pero siento que mi trabajo como actor es tan chiquito, algo tan simple, que toda esa otra parte no se me hace parte de la profesión. No siento que sea parte de mi trabajo tener que estar hablando delante de una cámara, hablando de la película que acabo de hacer y que van a ver, me rompe la ilusión. Yo vengo del teatro y ahí el gran secreto es el misterio de lo que está a punto de pasar, que no se cuenta. Ese misterio para mí es muy valioso a la hora de ver algo, una obra o una película. Cuando empezás a conocer a los actores sucede que empezás a ver a la persona, y cuando lo ves en otra película ya ese disfraz que tiene puesto empieza a ser, justamente, un disfraz. Empieza a cambiar algo que, para mí, atenta contra el misterio. En ese sentido pienso que los actores no deberíamos hacer nada más que actuar y desaparecer. Que no tengamos este otro mundo de la exposición, de tener que defender o promocionar la cosa. Es una fantasía, obvio que las cosas funcionan diferente, no soy tonto. Y entiendo por qué funcionan así, también. Y hoy en día ya he asumido las entrevistas. Siempre trato de reducirlas a la menor cantidad posible, porque también me cansa verme. Yo no quiero estar ahí hablando de mi actuación, quiero actuar. Pero hay cosas que son inevitables.
Imagino que esa idea de "sacarte la cara" cuando venías a Montevideo también era sacar tu cara de los lugares donde la veías en todo momento.
Era insoportable. Mis amigos silenciaban mi nombre en las redes para que no les apareciera. Ponían "este contenido no me interesa". Si yo etiqueto a una persona en las redes, mucha gente empieza a seguir a esa persona. Y ahí está mi sobrina, mi hermana, ¿qué tienen ellas que ver? Hay algo que sale de control y aparece una curiosidad que excede ciertos límites.
¿Dónde sentís que pusiste más el cuerpo? ¿En el rodaje en la montaña o en el libro?
En la montaña, cien por ciento. En el libro lo que puse fue corazón e intelecto. En la montaña estaba dando el cuerpo. Y ahí se dejó todo. Porque la actuación es física, además de emocional y mental. No te queda otra que dejar el cuerpo, sobre todo en esta historia.
Hablando de poner el cuerpo, los desafíos físicos del rodaje son otros de los momentos claves del libro. ¿Tuviste miedo por tu cuerpo? ¿Miedo real a los estragos que podías someterte?
No, de hecho tuve las mejores marcas de tiempo de cinco kilómetros, y en mi peso más bajo.
O sea: le tenías fe a tu sistema.
Lo estaba descubriendo, pero sí, le tenía fe. Y algo viene de la convicción que te genera escuchar a los sobrevivientes cuando te hablan de todo lo que vivieron. Todo lo que vos estás viviendo empieza a quedar muy chiquito.
La dedicatoria llama la atención: A las oportunidades (ojalá hubiera estado más atento). ¿Considerás que tenés más oportunidades perdidas que ganadas?
Sí, pero desde muchos puntos de vista. Alguna de esas oportunidades fueron ir a tomar un café con un amigo. Eso también me lo he perdido. Y muchas duelen con el tiempo porque esos recuerdos es lo único que queda. No solo es a nivel laboral.
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La suerte también ronda el libro y su peripecia. Si pasás raya a los últimos años de tu vida, ¿cuánto le debés a la suerte y cuánto al talento?
Creo que tengo un muy buen vínculo con la suerte.
¿Te sentís un tipo con suerte?
Desde chiquito. Pero es una sensación. La suerte no es nada en sí, es un concepto. Creo que sentís que tenés suerte cuando lo que te pasa está más o menos alineado a tu deseo. Hay algo de la perspectiva que tenés de lo que está sucediendo, la forma que tengas de entender lo que está sucediendo, que hace que puedas encontrar la suerte en cualquier cosa, como ir a comer a un lugar y que el plato que elegís justo esté bueno. En ese sentido, reconozco que tengo mucha suerte. Y después tengo suerte absurda. Como esta oportunidad de la película, por ejemplo.