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11 de septiembre 2025 - 5:00hs

Una detrás de otra. Las mujeres que esperan para entrar a la cárcel cargan con bolsos llenos de ropa y comida, llevan a sus hijos apretados en las manos, arrastran en silencio la violencia a la que se enfrentan mientras atraviesan los paredones y las requisas en una peregrinación hacia el interior del penal. Sostienen en sus cuerpos a quienes están adentro y a quienes esperan afuera. Sostienen, inevitablemente, la vida carcelaria.

Y Natalia Oreiro es una de ellas. En La mujer de la fila la actriz uruguaya interpreta a Andrea Casamento, una mujer de clase media que una mañana ve cómo se llevan a su hijo mayor detenido de su propia casa. Ese será el inicio de una incansable búsqueda por ponerlo en libertad, pero antes deberá adaptarse a los códigos de la cárcel, los tiempos de la justicia y la constante incertidumbre sobre su bienestar.

“En la cárcel todo es arbitrario y todo está regulado por el miedo”, dice la verdadera Casamento en una charla TED que dio en 2017 y la potencia de la historia de la mujer que fundó la Asociación Civil de Familiares Detenidos (ACIFAD) y se incorporó como delegada al Comité de la ONU para la Prevención de la Tortura conmueve a una sala entera.

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Ese monólogo llegó al director de cine Benjamín Ávila mediante Mariana Volpi, una abogada que alguna vez le había dicho que “la cárcel era el lado oscuro de la sociedad, el que a nadie le interesaba ver, y que los familiares son el lado oscuro de ese lado oscuro”.

Embed - Natalia Oreiro es La mujer de la fila: "Acepto el desafío de hacer algo social"

"Como sociedad no sabemos absolutamente nada de lo que pasa con los familiares de detenidos. Ni siquiera es un tabú, es algo que nadie se pregunta”, expresa el director en diálogo con El Observador.

Una vez que tuvo una primera versión del guion –que escribió junto a Marcelo Müller– Ávila se lo entregó a Natalia Oreiro, con quien ya había trabajado en Infancia Clandestina y quien estuvo desde el comienzo en su mente como protagonista. "Era un papel espectacular para Natalia, sobre todo por el riesgo actoral", señala el director.

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"Las familias de las personas privadas de libertad también se sienten presas por la sociedad que las culpa", expresa la actriz uruguaya a El Observador. La primera vez que escuchó la historia de Casamento fue hace 21 años, por eso es que cuando el director le ofreció el papel recordó claramente de qué se trataba, si bien la película toma algunas licencias para contar en la historia de la protagonista la vida de otras tantas familias de personas que están presas.

Lo primero fue conocer a Casamento y a las mujeres de ACIFAD en una serie de encuentros en los que las invitaron a participar de la película junto a un elenco de figuras conformado por figuras como Amparo Noguera y Marcela “La Tigresa” Acuña. Lo siguiente fue entrar a filmar por primera vez en la mayor cárcel de máxima seguridad de la Argentina. “Lo demás fue navegar en aguas profundas e ir sin salvavidas a ver qué pasaba con esta película”, dice el director.

La película se estrena en los cines uruguayos este 11 de setiembre y, más adelante, estará disponible en Netflix.

El dolor es el dolor, pero el sufrimiento es una elección

Durante el rodaje, todos los días comenzaban de la misma forma: Ávila, María Laura Berch –directora de casting– y Oreiro prendían una vela en el camarín de la actriz. “Poníamos el propósito del día y prendíamos una vela. Y esa vela quedaba prendida todo el rodaje. La apagábamos cuando nos íbamos y el día siguiente lo mismo, volvíamos a prenderla. Había algo ahí de sostenernos por algo superior”, recuerda el director.

Ese sostén superior, en la película, es el amor de una madre que se enfrenta a una situación límite. El instinto de una mujer que se enfrenta a un sistema que la excluye y la avergüenza, pero también la construcción de una red que la sostenga en el camino. “No es que sienta que solamente nos pasa a los que somos madres; creo que hay algo de lo femenino, del maternar a tu familia, a tus amigos, no solamente a tu hijo. Es muy particular que esta película siendo dirigida por un director hombre tenga un costado femenino muy fuerte. Y esa lucha que llevamos las mujeres, que es de unión y de pertenencia”, expresa Oreiro.

Por momentos la ficción abre una ventana a la realidad de esas mujeres que al menos una vez a la semana visitan a sus hijos, sus parejas o sus hermanos en un centro penitenciario. En una reunión de la asociación o en las mesas cubiertas por manteles de colores en la visita a sus familiares, Ávila les pidió que hablaran de su realidad, de su historia, y llevó la cámara a su encuentro: “Me acercaba como si estuviera haciendo un documental a escuchar y a espiar eso que estaban hablando. Por eso tiene esa frescura esa secuencia, porque es verdad. Era para mí observar esa ficción como si fuera un documental”.

“Hicimos la película codo a codo", destaca Oreiro sobre el trabajo con las mujeres de ACIFAD. "Desde el minuto cero que uno entra en su mundo ya es parte de él. No es para mí, en ese sentido, un proyecto más. Yo acepto el desafío de hacer, además de un hecho cinematográfico algo social, con una mirada fuerte en relación a eso”, agrega.

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Cuando Casamento llega a la cárcel pronto se da cuenta que para los funcionarios es una más en una fila de mujeres que esperan a la intemperie, pero hay algo del orden del prejuicio que se interpone entre ellas. “En la película hay un momento donde ella le dice al juez yo soy una mujer de bien. Eso te marca claramente cómo la sociedad prejuzga a las personas o a las familias que tienen que vivir una situación así, como si alguien se percibiera persona de mal, señala la actriz.

“Ese vínculo que empieza siendo ríspido se transforma en compañerismo, en apoyo, en comprensión y se da mutuamente, porque Andrea encuentra en ellas de quién aferrarse para entender todo ese entorno y no caerse. Ahí el personaje de La 22, que la interpreta Amparo Nogueira, en un momento le dice una frase que para mí es el lema de la película: El dolor es el dolor, pero el sufrimiento es una elección. Eso te habla a las claras de cómo uno ante un hecho puede reaccionar. Porque nadie está exento de que te pase una situación así, pero hay que ver qué hace uno cuando el drama entra en tu vida”, dice la actriz uruguaya.

Oreiro destaca particularmente la luz que la historia empieza a echar sobre la oscuridad: la capacidad de “sonreír a pesar del dolor”.

“Eso fue lo que más me marcó de la película, la luz que tenía. Más allá del dolor de estas madres, es cómo pueden ver el mundo a través de la alegría, de pensar en un mañana y de modificar esa realidad”.

"Fue un rodaje duro, en locaciones duras, una temática difícil, pero había algo de resignificar lo que estábamos haciendo. Estábamos haciendo cine, pero estábamos haciendo una historia potente", dijo la actriz a El Observador.

Las cosas simples

“La cárcel ya de por sí es un hecho violento”, dice el director de La mujer de la fila y aclara que no es una valoración, sino un "hecho concreto".

“A su vez, que todo lo que sucede con la cárcel sea de un lugar de completa inhumanidad o que se considere la cárcel como algo excluido de la sociedad, hace también que el sistema penitenciario y todo el sistema condenatorio no tenga una posibilidad de resarcimiento de la persona que comete un delito”.

Las familias que visitan son las que sostienen la cárcel en muchos sentidos. No solo emocional sino también económico. Sostienen ese cotidiano. Esa familia de afuera tiene que sostener a otra casa más y a su vez tiene que trabajar, y en ese trabajo tiene que mentir porque si dice la verdad quizás se queda sin trabajo. Por lo tanto, si se queda sin trabajo no tiene cómo darle de comer a los que están afuera y al que está adentro. A su vez, los hijos de los que están afuera quizás tienen que mentir en sus colegios, porque si dice eso quizás no le renuevan la matrícula y si sus amigos del colegio saben que su padre o hermano está preso quizás no lo invitan más".

Para Ávila, La mujer de la fila es un claro ejemplo del tipo de cine que quiere hacer. "Es como si te dijera que en Infancia Clandestina terminé de entender cómo me interesa hacer cine y La Mujer de la Fila es el hecho completo de cómo quiero seguir haciéndolo. Cuando contamos historias de este poder simbólico desde lo social podemos meter la púa bien adentro sin juzgar y extirpar esa pregunta”, dice.

El director se refiere además a la función social del cine. Y señala que esta fue “una de las pocas que se filmó en el año pasado” en Argentina y “es una de las pocas que se va a estrenar este año".

Habla mucho sobre el contexto actual del cine argentino. Tenemos una ley que es espectacular y que no se está poniendo en práctica. Se está poniendo una tensión sobre el cine, el teatro y la cultura en Argentina que es como retroceder 100 años. Por suerte tengo la fe de que como es una ley muy sólida el cine argentino va a volver a renacer con más fuerza. Hay que trascender las crisis para volver a entender por qué volvemos a nacer y hacia dónde nacemos. Le auguro al cine argentino de vuelta un gran florecimiento y hay que transitar esta época de oscuridad”, sostiene Ávila.

Canción de simples cosas –la composición de Armando Tejada Gómez y Julio Cesar Isella, recordada en la voz de Mercedes Sosa, Chavela Vargas y Diego El Cigala– se convirtió en un mantra para Oreiro durante la grabación de la película. Es por eso que su voz, acompañada por la guitarra de Ricardo Mollo, aparece al final de la película como el cierre de una historia de cosas simples: el miedo, el dolor y el amor como contrapartida.

Que el amor es simple
Y a las cosas simples las devora el tiempo

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Natalia Oreiro La mujer de la fila Benjamin Ávila

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