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9 de agosto 2025 - 5:00hs

A veces Pablo Fabregat se sorprende cuando se da cuenta en que lugares terminó metido. Le pasó en un estudio en Rusia, al verse al lado de Diego Forlán opinando sobre el Mundial de 2018. Le pasó hace unas semanas nomás, cuando se subió como el Tío Aldo a un escenario de la calle Corrientes en Buenos Aires.

Después le encuentra sentido a esas situaciones. Entiende por qué terminó ahí. Pero no deja de parecerle “milagroso”. Sobre todo porque su intención original no era esa. Quizás lo del Mundial sí es más cercano a lo que se proponía cuando entró a la carrera de Comunicación de la Universidad Católica: ser periodista deportivo. Ese vicio terminó canalizado en unas crónicas sobre partidos de Nacional (su equipo) que le vendía a hinchas, y un puñado de notas freelance en El Observador: una de squash, una de pádel, una de básquet y una de kitesurf. Nunca de fútbol.

Cada tanto me pregunto qué habría sido de mí si lo hubiera hecho, o por qué no intenté más. Casi siempre termino en el mismo lugar: por suerte no fui periodista deportivo y terminé haciendo esto”, dice Fabregat con la perspectiva de las décadas que hicieron que aquel obsesivo del fútbol, suscriptor de Don Balón, coleccionista de El Gráfico y lector de libros de táctica y reglamento se convirtiera en un tipo que ya no puede ver un partido entero.

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Aunque entró a la facultad con la idea de enfocarse en el deporte, fue ahí que su camino se ramificó gracias a dos profesores. Primero, Gustavo Rey lo llevó a Océano FM a hacer humor y así nació el Tío Aldo, su alter ego con el que ya está prácticamente mimetizado. Después, Alexandra Morgan lo llevó de productor al histórico periodístico de Emiliano Cotelo, En Perspectiva. Fueron dos caminos simultáneos y opuestos que lo llevaron a los sitios que ocupa ahora: La mesa de los galanes y Quién te dice en Del Sol FM, y Algo que decir en Canal 12. Un camino que no imaginó, pero que aprovecha. Mientras dure.

¿Cómo era tu vínculo con el micrófono en facultad, antes de empezar en los medios? ¿Eras el tímido que salía obligado o no tenías ese miedo?

Sigo siendo sumamente tímido, pero ahí tenía algo muy raro: no es que fuera descarado o pedía ser conductor, sino que nadie quería serlo por vergüenza y a mí me daba un poco lo mismo. En realidad pasé por todos los roles, pero repetí dos o tres veces de conductor, y a raíz de esa repetición de ejercicios fue que Gustavo Rey me llevó a la radio.

¿Ahí ya estaba el humor o apareció después?

No, Gustavo vio el humor, yo no creía tenerlo. Tuve un par de salidas que la clase festejó y a él se le ocurrió, “este tipo tiene un humor absurdo, lo puedo llevar a Océano”. Hasta hoy me acuerdo dónde estaba cuando atendí el teléfono y el temblor que me dio cuando Gustavo me llamó para decirme que quería que condujera un programa nuevo en la mañana. Era un ícono de la radio diciéndome que quería que fuera a la radio que tenía a Petinatti, a Justicia Infinita, a Gustavo mismo. Es como estar jugando un picadito en la rambla y que pasen Ruglio o Perchman y te digan “me gustó lo que hacés, te llevo a entrenar en primera”. Era delirante. Y era la radio que escuchaba mi familia, era insólito.

20250731 Entrevista a Pablo Fabregat

¿O sea que no eras el gracioso de la clase?

No era nunca el centro, ni el payaso, sino era más de estar en la vueltita y meter mechas cortas. Después, con el tiempo, empezás a ver que mucha gente que es tímida o insegura usa el humor como defensa. En vez de encarar el problema, tira una mecha y va por el costado.

Y era tu caso.

Exacto. Siempre fui de mecha muy corta, iba a un colegio privado de solo hombres, y nunca sufrí bullying, aunque yo seguramente lo haya hecho por esa cosa del humor. Nunca le pegué a nadie y nunca nadie me pegó, cuando éramos 60 por generación y aquello era un polvorín.

¿Qué es el Tío Aldo en el vínculo cotidiano contigo mismo?

Es el traje de superhéroe. Es como si fuera mi desdoble de personalidad que me hace trabajar como si fueran dos personas distintas, yo por un lado y Aldo por otro. Cada uno podría vivir con lo que genera, pero a su vez, me ha permitido tener cosas que si yo no hiciera ese personaje no tendría. Tener calle, conocer lugares de Montevideo que jamás hubiera pisado, me dio mucho entrenamiento también para hacer radio, porque en un minuto tenés que ver al público y saber qué hacer. Aunque al mismo tiempo fue la radio la que me fogueó mucho para poder encarar otras situaciones, como los shows o la tele, estar horas sentado sin un papel, sin nada y tener que hacer algo digno.

Se retroalimentan.

Yo me escudaba siempre en Aldo. Si hoy hago muchas cosas como Pablo, fue por el Tío Aldo. Me pasa que me llaman a eventos y yo les pregunto, "¿Pablo o Aldo?", y si me dejan elegir a mí, prefiero a Aldo. Para mí es más cómodo. Es la impunidad del traje, tenés menos sentido del ridículo. Aunque mínimamente siguen siendo cosas separadas, hoy igual ya es más o menos lo mismo.

20250731 Entrevista a Pablo Fabregat

¿Cómo es la historia del vestuario del Tío Aldo? ¿Ya empezó con él o se lo fuiste armando?

Empezó con el traje. Cuando Gustavo Rey me comentó lo que quería, que incluía eso de que fuera como un familiar de la audiencia, por eso lo de tío, armé un papel con todo lo que quería que fuera el personaje estéticamente, aunque nunca se lo viera, porque salía por teléfono. Quería que fuera un veterano bizarro y terraja, de traje blanco, que para mí era el ícono de la terrajada, del veterano supuestamente cajetilla que en realidad es un terraja. Tenés que ser un hijo de puta, tener muchos huevos para ir de traje blanco a un evento. Lo pensé de mocasines blancos, pero durante años no tuve, usaba los negros del uniforme del liceo. Recién a los seis años invertí y compré unos mocasines blancos de médico. Los lentes eran unos de marca Carrera, de mi madre, que tenía descartados. También, durante como diez años los usé sin aumento, entonces no veía nada. Me servía por la inseguridad y por la vergüenza, era como tener una pared negra adelante hasta que les puse el aumento. La peluca era un homenaje a Kesman, pero también porque era la que tenía, me la habían regalado amigas de facultad. Si me hubieran regalado una rubia y lacia, el personaje habría sido rubio y de pelo lacio.

¿Y el traje?

Al principio estaba de camisa, corbata y una campera de lluvia vieja. Recién le puse el saco cuando empecé a trabajar en Canal 10 y me robé un saco de utilería. El Tío Aldo ha tenido dos trajes: el robado, que iba con un jean viejo mío que parecía blanco de tan gastado, y otro que lo tiene desde 2011 cuando empecé a hacer teatro en Movie, y ellos invirtieron en una peluca de Mariano Coiffeur, y un traje blanco de lino. El pantalón ya marchó, el saco vive y lucha (risas).

¿Le hacés mantenimiento a los sacos?

No, es todo hasta que reviente. Una de las tantas estupideces mentales que me pongo es que nunca le invertí un peso al personaje, y nunca se lo voy a invertir. Solo compré un pantalón de saldo en el centro por 200 pesos, y otro de oferta en un shopping. Es como que siento que si la gallina de los huevos de oro funciona bien, no hay que tocar nada.

El Tío Aldo fue cambiando el humor con el tiempo. ¿Fue un proceso natural?

Fue sin pensarlo, no fue que dije “es muy guarango, tengo que renovarlo”, lo fui adaptando. Al principio era muy transgresor y hoy es un personaje que acá en Del Sol es casi humor blanco, diré una barbaridad pero nunca use malas palabras, si hay imágenes muy fuertes pero con conceptos elegantes o rococó inclusive. Me di cuenta que para sobrevivir haciendo eventos tenía que modificar el humor y en realidad lo que me ayudó fue cuando Movie me ofreció hacer una temporada ahí. Yo venía de hacer eventos con una sexóloga, y ahí empecé a hacer shows de generalidades, de costumbrismo. Después cuando empecé a hacer eventos masivamente aprendí el cuándo hacerlo light y cuándo ir a fondo según el contexto.

20250731 Entrevista a Pablo Fabregat

¿Llevarlo a la tele también influyó en ese cambio de perfil?

Eso fue medio insólito, de esas cosas milagrosas que pasan. Cuando se armó Segunda Pelota, que empezó como programa deportivo, manejaron mi nombre, pero dijeron que no, porque no sabía nada de fútbol. Y yo era un enfermo del fútbol, capaz sabía más que varios nombres que habían pensado. Y cuando me ofrecen Poné Play, muchos se sorprendieron de lo que yo sabía de música. Pero en Canal 12 no sabían que de guacho, para ganar unos pesos, había trabajado de disc jockey. Y ahí agarrás una memoria enfermiza porque escuchás géneros que no te gustan. Tuve que hacer una fiesta de 60, yo tenía 18, y tenía que pasar porteñada. Y yo no sabía que mierda era La Joven Guardia, quién era Donald, Palito Ortega, Chico Novarro. Entonces en Poné Play tiraba data propia de música que la había aprendido. Pero fue insólito que conduje un programa como un personaje. El argentino que es medio capo de producción en Canal 12 no podía creer, decía que tenía que conducirlo Pablo. Hicieron una penca interna en el canal y ganó Aldo, que claramente era lo mejor, iba a ser más divertido. Pero el productor decía nunca había visto algo así. Y yo le explicaba que el personaje había conducido muchos eventos con juegos. No es que me iba al carajo con las mechas, capaz que solo dos o tres veces pasó que se cortó algo en 300 programas. Incluso a veces pensaba que me estaba pasando y lo dejaban. Un día cerró el programa Karibe con K, con Yesty Prieto cantando La cita, y yo pensando que habían cortado le dije “Yesty, haceme tuyo”. Y lo pusieron al aire. Como van a poner esa aberración al aire a las 10 de la noche, yo pidiendo que Yesty me coja (risas).

¿En algún momento el Tío Aldo fue un escudo?

Sí, claro. Hay algo socialmente establecido de “es un personaje”. Y lo es, pero capaz que soy más auténtico como Aldo que como Pablo. A veces digo cosas solamente con un fin humorístico, no es que pienso que lo que estoy diciendo es así o es verdad, sino lo digo porque creo que hace gracia. Y mucha gente al comediante o al humorista lo toma en serio, y a veces pasa también que el humorista se toma en serio a sí mismo, no sé qué es más grave. ¿Pero cómo podés creer que cuatro bobos en una mesa, tipos de 50 años haciéndose los graciosos, más allá que alguno sea un próspero empresario broadcaster, están hablando en serio? Tipos que su opinión no vale nada. O yo siento que la mía no. Yo creo que a esta altura soy un payaso adulto, o decadente, que ya casi no puede hablar en serio de nada. A veces me dicen “no se puede hablar en serio contigo”, y no. Al menos en este lugar, nunca voy a hablar en serio, porque es otro negocio, son dos sueldos, otro riesgo. Mi trabajo no es ser serio, es decir estupideces, me pagan para eso.

¿Y cómo fue para vos la transición de empezar en los medios como Tío Aldo y en un momento tener que ser Pablo?

Al principio era increíble porque en la radio vieja no había streaming, no había cámaras, fotos, no había un sorete y estaban realmente distanciados uno con el otro como si fueran dos personas distintas. Recién cuando empieza Sonríe, te estamos grabando en 2011 hago de Pablo con Cecilia Bonino y Manuela da Silveira. Pero claro, era tan fuerte el poder de Océano que ya mucha gente me saludaba como Pablo y me decía “te escucho”. Yo decía, “¿cómo carajo saben que soy yo?”. Mi único miedo, que después lo descarté rápidamente, era perder la privacidad, de ir a hacer mandados y que te hablen o te miren. Y la verdad es que la gente no te habla y no te mira (risas). Capaz alguno te saluda o te mira, pero no es esa cosa de “pah, salís en la tele, tu vida cambia”. No pasa un carajo. Al menos en Uruguay. Capaz en otro país, con otro star system, donde el que labura en un medio realmente hace una diferencia económica, o donde el carácter de la gente es otro, sí pasa. Acá nadie te dice nada, ni te insulta ni te dice que sos un fenómeno. Estás muerto en vida. Yo estoy muerto en vida. Yo soy figura en Canal 12 y un portero de un banco gana más que yo. Si sos figura en CBS o Telefe tenés chofer. Un compañero mío que es dueño de tres radios anda en un auto de US$ 25.000. En un país grande y normal tendría secretaria, chofer y andaría en un auto blindado (risas).

20250731 Entrevista a Pablo Fabregat

¿Cómo llega el tío Aldo a la calle Corrientes?

Es un chiste que escaló. Yo le hice una nota a Susana Giménez en el Enjoy por la obra Piel de Judas, y en los cinco minutos que duró la entrevista hice un chiste, le dije “Susana, soy un artista en situación de calle, decile a (el productor, Gustavo) Yankelevich que me saque de la miseria”. Era real, yo esa semana hacía un show en una pizzería para 50 personas. Pero fue un chiste. Y Yankelevich a los días le cuenta a Iñaki (Abadie), que hay un vínculo porque las obras de Yankelevich en Uruguay las pauta el grupo Magnolio, que Susana quedó impresionada, y que le interesaría conocerme. Iñaki lo fue cebando, supongo que a modo de alimentar el chiste, y un día me dice que Yankelevich va y va. No pasó más nada hasta que el último verano voy a ver a Roberto Moldavsky, está Yankelevich, y me dice que quiere trabajar conmigo. Yo no podía creer. Un día llego a la radio, Iñaki me llama a la oficina y está Gustavo, que me cuenta que la idea es que haga una fecha en el Teatro Premier, para ver qué pasa.

Está buenísimo por la experiencia, no es un desafío porque ya te digo, creo que estoy muerto en vida y no estaba nervioso. Fue como el momento cuando me llamaron Gustavo Rey o Alexandra Morgan y Emiliano Cotelo: se abre una puerta y hay que animarse. Ir, probar y después pasa o no pasa. Yo sabía que iba a traer un montón de cosas, casi todas positivas, porque en la vida a uno se le pegan etiquetas, algunas buenas, otras malas. Te pueden decir que sos mufa, o que no te ve nadie, o que sos un crack. Y capaz al que le dicen eso lo ve gente, y al que no, no es crack. Pero nosotros siempre nos equivocamos, al que es muy querido por la gente no lo quieren los compañeros de trabajo, y es mucho más importante que te quieran los que trabajan contigo que el que te escucha y te mira. Pero pegarme a Yankelevich e ir a calle Corrientes, aunque después vayan tres personas y sea un fracaso estrepitoso, ya se ve como un éxito. En Telemundo el zócalo antes que yo fuera era “otro uruguayo triunfa en calle Corrientes”, y yo ni había ido y seguramente no triunfe. Pero ya es “el uruguayo que llegó”. Y no llegaste, pero se come con que llegaste. Me sirve porque ahora puedo decir “preferí quedarme en mi país con mi gente”, y andá a chequearlo (risas).

¿Tenías algún recelo de ir a Argentina?

No lo buscaba, pero tenés esa cosa insólita de que dos semanas antes de hacer el show en Buenos Aires hice uno en el Teatro 25 de Agosto de Florida, y entran 600 personas. Es esa cosa provinciana de que voy a la calle Corrientes y todos “paaaa”, pero era un teatro donde entraban la mitad de espectadores que en Florida. Pero para la gente es “llegaste”, como diciendo "ahora sí sos un crack, sos rico". Y no te cambia nada. Te cambia capaz el posicionamiento, pero así como dos semanas antes hice un show en una pizzería, a las dos semanas vuelvo. No es que llegué a Corrientes y ahora no hago más eventos particulares. Es más, este viernes hago tres (risas), y son iguales y cobro lo mismo que antes de ir a calle Corrientes. Cambió conocer cómo es el medio, entrar a un teatro y ver 20 camarines funcionando, toda la gente que trabaja. Yo miraba la pantalla led de la entrada, que capaz es la más grande de toda la calle, y decía “que haya un uruguayo ahí, que no hizo el esfuerzo para venir, que lo llevó Yankelevich, es milagroso”.

¿Lo hacés por el dinero, no por el aplauso?

Claro, siempre me ha movido el dinero. Una vez que me di cuenta de que nada de lo que había soñado lo iba a hacer, o que ya ni siquiera me gustaba, dije ¿cuál es la zanahoria? Yo al personaje nunca lo difundí, ni lo vendí, ni repartí tarjetas. Tiene una web que hace diez años no se actualiza. Mi objetivo es exprimir al personaje hasta que se le caiga el último centavo. Y si se muere el personaje porque nadie más lo llama, no me entristece en lo más mínimo. Nunca busqué hacer nada de lo que hice, siempre me llamaron. Aparte que como uno es un mediocre es darle hasta que se acabe, es laburemos sin parar porque no sabemos qué va a pasar mañana. En este rubro ya lo vimos con otros, la cancelación es como una renuncia de ministro, hoy puede ser el último día. Te agarra uno, sea un moralista o un patriota y dice “este enfermo dijo que a los niños hay que pegarle”, y vos capaz hiciste el chiste porque era un recurso, pero a la mierda, entra la ola y te lleva puesto.

¿Le tenés miedo a la cancelación?

No, ya he vivido varias, individuales y grupales. Vi compañeros vivir alguna más grande, pero es terrible. Aparte, ves un odio que decís “no he hecho tantas cosas ni he sido tan importante como para que la gente me odie de esta manera”. Creo que también hay una cosa de país chico que es que se castiga el éxito cuando se cree que lo hay, aunque no lo haya. Este tipo que trabaja en radio y tele, hace teatro, es un fenómeno, y están esperando para arruinarte. Y en Uruguay el que hace tele o radio no es exitoso. No te escucha nadie, no te mira nadie, los números son marginales. Mirás los números y capaz son mil personas que te están viendo. Mil personas, es un andamio tubular de dos filas. Entonces no soy tan importante como para que me odien. Tampoco pido que me quieran, pero no me odien. Me enferma cuando en las notas de los medios ves los comentarios. Es como que yo te invite a mi casa y después llame a todos los vecinos para que vengan y hablen mierda de vos. Si lo van a hacer, que pongan el nombre y la cédula. No puede ser que tiren caca a la bartola y no pase nada.

¿Por eso no tenés redes?

Sí, por eso nunca tuve, porque sentir ese veneno es terrible. Soy un sádico, porque cuando es de otros lo disfruto. Más que el insulto, me molesta cuando tiran data errada, eso me pone loco, debe ser deformación profesional de periodista. Que digan que entré acomodado porque soy hijo de Sonia Breccia me brota más que me digan tuerto, incapaz o que no hago reír a nadie. No hago reír a nadie, es lógico.

¿De dónde salió el mito de que sos hijo de Sonia Breccia?

Porque los hijos de Sonia son Fabregat Breccia, son hijos de un primo de mi padre. Yo nunca los vi en persona. En el barrial de caca a veces también cobro por ese lado. Muchas veces hago el chiste en eventos, de que a mí me importa ser puntual y cobrar, no me importa ser gracioso porque si fuera gracioso de verdad no estaba acá, no estaba en esta casa de familia para 20 personas, si fuera bueno en serio estaba en un lugar digno. Es como blanquear la pobreza rápidamente.

¿Cómo te llevás con la frase “este tipo está en todos lados”?

Es para mantener a la familia y porque ahorro. Ahorro porque en un momento se va un auspiciante del canal o se muere el Tormenta (Francisco de Posadas, dueño del grupo Magnolio) o se vende la radio y el que viene dice “Fabregat para afuera” ¿y ahí qué? Capaz tengo que poner un streaming de los 600 que hay y que me miren cuatro para intentar mantener el nivel de vida. Que tampoco es que tire manteca al techo, yo no tengo vicios, no tengo hobbies, no tengo nada, simplemente soy amo de casa, padre, laburo y veo a Nacional esporádicamente. La exposición tanto tiempo en algún momento se va a acabar, porque a todos nos pasa, entonces por lo menos sobreviviré con lo que generé.

Temas:

Pablo Fabregat Tío Aldo Del Sol FM Canal 12

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