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9 de agosto 2025 - 9:46hs

¿Cómo es tu pareja ideal? La pregunta se ha repetido de generación en generación seguida –generalmente– de alguna contestación genérica o semi honesta. Amores Materialistas, la última película de Celine Song, vuelve al mismo cuestionamiento para poner el foco sobre la búsqueda de pareja y el amor contemporáneo en una sociedad hiper-competitiva donde la respuesta es meramente numérica. Una fórmula matemática.

Después de Vidas Pasadas, su debut como directora que le valió una nominación a Mejor Película y Mejor Guion en los Premios Oscar, la directora desarma aquella idea del amor que había construido con su primer título y la pone en juego en el mercado de citas contemporáneo. El resultado es una versión mercantilista de la representación de cupido en la tierra.

Dakota Johnson es Lucy, una celestina moderna que trabaja para una agencia de citas con nueve matrimonios adjudicados a sus “instintos sumamente agudos” y “ojo clínico para la química”. Una mujer que se dedica a chequear compartimentos en los que parece que solo caben números: edad, altura, índice de masa corporal, cantidad de propiedades y ceros en la cuenta bancaria.

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– ¿Mide realmente 1,80,o en realidad mide 1,75?
– ¿Qué son un par de centímetros?
– No quiero perder mi tiempo. No estoy pidiendo un milagro, solo estoy pidiendo lo mínimo. Estoy tratando de conformarme.

El amor es, en la visión contemporánea que Song plantea al inicio de la película, meramente una transacción. Y el matrimonio: un negocio. Es en esa honestidad brutal en donde la película encuentra su mayor fortaleza. Hay una franqueza que resulta refrescante cuando explora ideas sobre el valor personal y cómo invertir en sí mismos para mejorar sus proyecciones (con técnicas que incluyen cirugías estéticas y otros retoques estéticos) bajo el evidente supuesto de que no tener pareja es el peor de los males.

"Tiene que haber un chico allá afuera que solo quiera una buena chica", dice la protagonista mientras da vueltas en su cabeza sobre todas las cualidades "aceptables" que reúne su clienta.

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Cuando se trata de su propia vida, a los 35 años Lucy piensa “morir sola” o “conseguir un marido millonario”. Pero en el casamiento de una de las parejas que unió todo parece cambiar: conoce al hermano del novio y se reencuentra con un hombre que pensaba que había dejado en el pasado. Todo al mismo tiempo.

Sotero número uno: Harry (Pedro Pascal). Lo que se conoce como un unicornio en su rubro, un multimillonario con un apartamento en el exclusivo barrio de Tribeca y una profesión heredada, que nació con dinero y la predisposición genética a mantener el pelo. La vida resuelta para sí y la promesa de estabilidad para ella. Y la altura, parece que es importante la altura.

Soltero número dos: John (Chris Evans). Un actor independiente que toma horas como mozo para poder costear el sueño de pegarla en la gran ciudad y tener dónde vivir (aunque sea un apartamento mugroso compartido con otros dos hombres que también están pisando los 40). Su ex-novio. La causa del sufijo: la (falta de) plata.

Una mujer entre dos hombres que le pueden ofrecer dos caminos hacia el futuro: el de la razón y el del amor, ignorante de cualquier ley del mercado. Amores Materialistas también es, a fin de cuentas, una crítica social aunque por momentos pierda toda sutileza.

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Pero la introducción del conflicto principal (cuando la cita de una de sus clientas se convierte en una pesadilla con un hombre violento) hace que la casamentera cuestione todo lo que piensa que sabe: todo su sistema de creencias tiembla de pronto. Y se precipita hacia un final esperado.

Con algunos momentos fuertes, un encuentro entre dos mujeres rotas y un monólogo digno de una película de amor que se precie de tal, Amores Materialistas no termina de definir su propio carácter. Hacia la segunda mitad pierde el impulso que venía construyendo en el comienzo y no alcanza a recuperarlo.

Celine Song ya sabía que Amores Materialistas sería su próxima película cuando estaba en plena gira de medios de Vidas Pasadas. El argumento de la película es, en parte, autorreferencial: Song trabajó durante seis meses en una agencia de casamenteras en Nueva York mientras desarrollaba su carrera como dramaturga. "Parecía un puesto en recursos humanos, pero con una mayor interacción directa con los clientes", le dijo a The Guardian.

¿Pero qué pasa en el campo del amor en Uruguay? ¿Se pueden emparejar casilleros numerados?

Mary y Mónica Cioli: celestinas made in Uruguay

Con seriedad y absoluta reserva. La frase es el slogan de la empresa de Mary Cioli, la celestina más famosa del Uruguay, que forma parejas desde hace más de 40 años.

El número de contacto al que se dirige la periodista es el mismo que marcan hombres y mujeres que buscan a alguien más: una pareja, una compañía o quizás una nueva oportunidad para el amor. Del otro lado de la línea levanta el teléfono Mónica Cioli, quien aclara que desde la muerte de su padre ayuda a su madre en lo que respecta al contacto con el público, y que, a pesar de sus 84 años, la casamentera todavía está involucrada en la unión de parejas.

La historia es conocida: Mary Cioli era detective. Se dedicó durante años a capturar infidelidades infraganti hasta que cierto día cambió de rumbo. Así lo cuenta su hija: “Ella veía que muchos hogares se destruían. La llamaba el esposo y le decía que la señora lo engañaba o la señora para decirle que el esposo la engañaba a ella. Decidió darle vuelta. Se contactó con gente que le enseñó el sistema para, en vez de desunir, unir a las parejas”. Mary Cioli entonces empezó a juntar las partes.

¿Pero cuál es el perfil de quienes marcan su teléfono para enamorarse?

“Las personas que vienen a nosotros son personas de un nivel socioeconómico bueno, que han tenido malas experiencias tanto en su vida personal como en redes. No les ha ido bien, no han encontrado una pareja por sus medios”, dijo Mónica Cioli a El Observador.

Todos llegan a ellas con un objetivo en particular. Un motivo que –explica la celestina– varía dependiendo del momento de la vida en el que se encuentren. “Una persona de 28 o 30 años quiere tener su pareja, formar su hogar y tener su familia. De repente una persona que tiene más de 50 años ya lo hizo, y ahora quiere un buen compañero con quien poder dialogar. Una persona jubilada de repente quiere un compañero o compañera para poder salir, pasear, pasar fines de semana juntos”.

La celestina uruguaya relativiza aquello de la lista de cualidades que refleja la película. Si bien sostiene que hacen parejas “acordes” a su nivel socioeconómico, el aspecto físico no suele ser (en normas generales) la primera preocupación. Tampoco la religión ni la ideología política: “La gente quiere más bien alguien que sea apolítico. No son de exigir cuestiones políticas o religiosas, lo que más te piden es que no sean fanáticos de nada”.

En una entrevista con Galería, Song consideró que las personas son “más honestos con la casamentera que con sus terapeutas”. Y en este punto la uruguaya sí está de acuerdo: “Se abren mucho al contarte su historia. Te cuentan su vida, te dicen lo que están buscando y ponen todo sobre la mesa”.

“Hablando te das cuenta de lo que buscan, o de repente sin que la persona te lo diga vos ya lo vas captando. Te toman como un terapeuta, que no lo sos pero sabés escuchar y a veces también les podés dar un consejo”, dice Cioli.

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Desde la pandemia de covid, el trabajo de las celestinas pasó a ser virtual. Ahora trabajan únicamente a través de WhatsApp con una primera consulta por videollamada en la que se completa una ficha del aspirante que luego cotejan con su propia base de datos. “De esos perfiles vos ves cuál puede estar acorde a la persona”, comenta.

Una vez unidas las partes las ponen en contacto. “Yo le paso el teléfono a una persona, al caballero por lo general, y ellos se encuentran”, señala Cioli. Si el teléfono de la oficina vuelve a sonar, sabe que lo más probable es que la cita no haya funcionado. En cambio el silencio es un síntoma esperanzador. “Hay muy pocas personas que te llaman y te dicen que va todo bien. Por supuesto que la gente no tiene la obligación de hacerlo, pero a veces te gustaría saber”, comenta.

Mónica explica que hay un período que esperan para tener noticias de la pareja. “Después las fichas se rompen, las fotos se destruyen y acá no queda nada. No llevamos registro”, asegura.

La película se quiebra a raíz de una situación de violencia que enfrenta Sophie, la clienta favorita de Lucy, y cuando se le pregunta cómo se actúa en caso de que algo así suceda la respuesta es categórica: “Gracias a Dios jamás tuvimos una situación de violencia”. La celestina asegura que hacen un filtro al ingreso de aspirantes que describe como un “secreto profesional”.

Las aplicaciones de citas y las redes sociales siguen siendo una forma de comenzar un vínculo para los uruguayos, especialmente para los más jóvenes, sin embargo Cioli señala que recibe clientes que han sido engañados a través de sus teléfonos celulares.

"Es un permanente engaño. No en todas, de repente la gente ha tenido suerte, pero hablo de la experiencia de la gente que llega a mí y lo que han tenido no son buenas experiencias”, sostiene.

El negocio de la celestina es justamente ese: garantizar que alguien es quien dice ser. “Podrá funcionar o no, se pueden llevar bien o no, pero sabes quién es la persona, qué hace, a qué se dedica, en qué barrio vive, si es divorciado, si es viudo, si es soltero, si tiene hijos, no tiene hijos. Un montón de cosas que para la persona es fundamental que sean verdad”, dice.

A pesar de las miles de parejas que pueden haber pasado por las manos de la familia Cioli, todavía identifica cierto recelo por parte de las personas que se conocieron entre sus archivos al momento de esclarecer cómo se conocieron. “Cuando nos ven cruzan de vereda. Capaz que es muy rebuscado, pero la persona se siente así: si yo voy a saludar a Mary Cioli alguien me va a ver y saber de dónde había sacado a mi compañero”.

Esa sensación de ocultamiento permanece. Los nombres de las celestinas se guardan en el secreto sumario de la habitación mientras las fichas en la oficina de Cupido rotan permanentemente. “La gente tiene esa vergüencita de no decirlo, prefieren decir que es de casualidad o que la pareja le cayó del cielo”.

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