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19 de octubre 2025 - 5:00hs

Para limpiar los vidrios. Para envolver frutas. Para abullonar cajas de mudanzas. Para hacer decoupage. Para limpiar los restos de la parrilla. Para rellenar zapatos. Para aislar el frío. Para tapar en la intemperie. Para todo eso (y alguna cosa más) ha visto cualquier periodista que usen el papel sobre el que escribió la noticia de ayer. Pero para a ser un problema cuando, como en The Paper, nunca hubo una noticia en primer lugar.

20 años después de que un equipo de documentalistas siguiera con sus cámaras a los empleados de la empresa papelera Dunder Mifflin en The Office, los cineastas regresan solo para enterarse de que la firma fue adquirida por Enervate, una empresa con sede en Toledo que vende productos hechos de papel: papel higiénico, protectores de inodoros y periódicos locales. "En ese orden de calidad", dice Ken (Tim Key), una marioneta corporativa, en el tráiler de la serie.

Embed - The Paper | Official Trailer | Peacock Original

El resultado es The Paper, un spinoff de la versión estadounidense del programa de Ricky Gervais y Stephen Merchant para la BBC, que encuentra en las dificultades de la prensa el lugar ideal para hacer humor. Desde el estreno de la serie que nos dio a Michael Scott, y en el tiempo que pasó desde su final, el estilo del falso-documental en el que los personajes exteriorizan las frustraciones del ambiente laboral ante un equipo de grabación se ha convertido en una marca estética y narrativa.

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Un aviso pertinente: no es necesario ver The Office antes de darle play a The Paper en HBO. Si bien el antecedente es lineal el único personaje que hace que todo realmente tenga sentido es Óscar Martínez (Óscar Núñez), que explota en cólera e insultos al momento en que ve las cámaras, pero la serie perfectamente podría prescindir de él (no sin correr el riesgo de parecer una copia de su antecesora).

Ahora la situación es la siguiente: Ned Sampson, un periodista entusiasta e idealista con más ganas que experiencia, llega a la redacción del Toledo Truth Teller (TTT), un pequeño periódico de Ohio que en sus mejores días albergaba a 100 periodistas locales más 300 en Washington y nueva York pero ahora apenas llena páginas con notas escritas por agencias de noticias y los secretos de la rutina de belleza de Elizabet Olsen al tiempo que comparte oficinas con el verdadero negocio de la empresa: la venta de papel higiénico.

Cuando era niño Sampson quería ser Clark Kent antes que Superman. Y ese es un dato fundamental: The Paper presenta el periodismo como una vocación idealista (no es que otras tantas ficciones emparentadas no lo hayan hecho ya) y la romantización del rubro parecería ser, en la ficción, la única salida de un meollo de fakenews, pop-ups y títulos engañosos.

Pero incluso esa pátina nostálgica e idealista, del tipo que anticipa el golpe antes de llegue, lo exime de momentos de cómica desesperación.

Domhnall Gleeson – a quien quizás conozcas como Bill Weasley en las películas de Harry Potter– llega para tomar el lugar de editor jefe y quedarse con la abarrotada oficina de Esmeralda Grand, interpretada por Sabrina Impacciatore –a quien recordamos como la temperamental y reprimida encargada de la segunda temporada de The White Lotus– quien ha ocupado el cargo de jefa de redacción con ilegibles artículos, estrategias de clickbait y ninguna noticia. Incompetente, hiperbólica e insegura, intentará minar cada proyecto del nuevo jefe con para generar caos en la oficina.

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De hecho, hasta la llegada del nuevo editor, el diario local no tenía noticias propias (ni aunque el edificio de enfrente estuviese literalmente prendido fuego).

Solo dos personas tienen experiencia en el trabajo periodístico: Mare Pritti (Chelsea Frei), una veterana de guerra que escribió para el Stars & Stripes y actualmente arrastra notas pre-escritas en los espacios vacíos de la diagramación, y cuyo único desafío es hacer que entren en la página. Y Barry (Duane R. Shepard Sr.), un cronista veterano que ya escribió su cuota de caracteres y que cuando no cubre el deporte de la secundaria local se duerme en su propio escritorio.

Con el objetivo de devolver el diario a su esplendor, pero sin el dinero suficiente para contratar personal, sale en busca de cualquiera que quiera escribir un artículo en otras áreas de la empresa y consigue reunir un entusiasta manojo de voluntarios entre los trabajadores de contaduría, el depósito o el área de ventas de papel higiénico.

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Por momentos la serie parece anhelar los buenos viejos tiempos en los que el TTT y vivir en la sombra del pasado. Y eso, por ahora, le puede nublar la mirada a futuro. Como cuando Ned entra en una pelea personal y virtual con un joven bloguero sin querer ver que en el ecosistema digital podría estar realmente el cartel de salida.

Una primera temporada que gana en ingenio y momentos de humor liviano, que no se toma demasiado en serio aunque lleva intrínseca una problemática real.

“Este es el gran mal que aqueja al periodismo moderno: ¿cómo generar suficientes ingresos para sobrevivir cuando los lectores creen, de forma inherente, que todas las palabras en internet deberían ser gratuitas? ¿Cómo, en efecto, resistirse al atractivo del clickbait cuando el tráfico puede medirse en tiempo real y, al mismo tiempo, cada persona en la web con una opinión se ha convertido en un competidor directo por captar miradas en las páginas?”, escribe la editora Helen Coffey en un artículo de The Independent donde señala el cierre de medios locales en los Estados Unidos y el impacto sobre el trabajo de los periodistas.

Pero si bien ese es el escenario en el que los aspirantes a reporteros se mueven, no es realmente el centro de la serie: son sus personajes. Una selección lo suficientemente humana como para empatizar con sus dilemas pero aparatosos e incómodos en medidas iguales, como para permitirnos reírnos de ellos y encontrar siempre un contrapunto que nos traiga de regreso a cuando mira directamente a la cámara.

¿Van a dar con el estafador que enamora mujeres en sitios de citas para sacarles plata? ¿Podrán desentrañar la trama detrás de la venta de colchones en los negocios locales? ¿Podrán sortear cuestionamientos éticos? ¿Tendrán algún día una noticia verdaderamente relevante? ¿Van a llegar al cierre? ¿Ned será finalmente Clark Kent?

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A medida que los episodios avanzan y se develan algunos detalles de las vidas de los aspirantes a reporteros la serie se va asentando y empieza a cobrar una personalidad propia. Le lleva un tiempo adaptarse y entender cuáles son sus dinámicas más fuertes, pero el final de la temporada parece ser un auspicioso adelanto de una segunda temporada que ya fue confirmada por sus creadores.

Es en esa intención de convertirse en algo que no son, que está el interés. Las conquistas del elenco periodístico no son realmente sustanciales, pero a nivel personal parecen gigantes.

Dice Coffey: “Puede ser ficción, pero está arrojando luz sobre los riesgos muy reales para la democracia cuando el periodismo se diluye hasta el punto en que el poder no puede rendir cuentas. El grupo heterogéneo de 'reporteros' despistados de Ned es inepto, sí, pero al menos intenta encontrar noticias locales para la gente local. Al menos están tratando de cambiar el ruido y las tonterías por algo real”.

Y ese es un punto clave en la historia: entre los mil y un usos del papel de diario el primero siguen siendo las noticias. Por más pequeñas que parezcan.

*The Paper es una producción de Peacock. En Uruguay, los 10 episodios de la primera temporada están disponibles en HBO Max.

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