Dólar
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25 de septiembre 2025 - 5:00hs

La cotización del dólar estadounidense usualmente es una variable que con mayor o menor intensidad siguen de cerca los diversos agentes en Uruguay. Desde gobierno, productores, exportadores, importadores, empresarios y hogares. Por estos días, tres hechos empujan a esta columna: uno local, otro regional y otro internacional.

Por un lado, las declaraciones del presidente del Directorio del Banco Central del Uruguay (BCU), Guillermo Tolosa, donde comentara que en esencia tener un peso fuerte frente al dólar es una buena noticia. Por otro lado, a nivel regional, Argentina pone a prueba su régimen cambiario semi controlado con bandas de flotación (como tuviera Uruguay hasta el 2002). Y por último, la FED de EEUU toma la decisión de reducción de tasas de interés.

Con mirada de perspectiva histórica local, desde que nuestro país abandonara el régimen cambiario semi controlado por bandas de flotación donde el BCU comprometía sus reservas para asegurar un piso y un techo a la cotización del dólar, Uruguay ha adoptado un régimen de libre flotación.

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La moneda extranjera flota libremente en el mercado y su cotización depende exclusivamente de la oferta y la demanda. Por tanto, desde la teoría, la cotización deprimida del dólar a nivel local tendría una subyacente buena noticia: el exceso de dólares en plaza versus la demanda por adquirirlos.

El ingreso de dólares a la economía puede darse por diversos canales: inversión extranjera que llega a nuestro país, exportaciones netas en sentido amplio, incluyendo bienes y servicios como el turismo o los servicios no tradicionales, podría darse por recepción de remesas (no tan relevante como en otros países latinos) y también por incrementos en niveles de endeudamiento financiero.

La salida de dólares de la economía podría explicarse por flujos opuestos a los antedichos. Por tanto, el fortalecimiento del peso versus el dólar debido a factores locales, esconde niveles de confianza elevados en nuestra economía y también en nuestra moneda. La mayoría de los factores que explican el exceso de oferta de dólares no podría explicarse en una economía que carezca de confianza básica en su funcionamiento.

Dólares americanos

Quienes además podrían fortalecer la demanda de dólares a nivel local y de algún modo sostener su cotización empiezan a incorporar la perspectiva histórica donde en los últimos 20 años atesorar dólares e invertir ha perdido sistemáticamente con las opciones de colocaciones en pesos uruguayos ajustados por inflación.

De modo que aquellos agentes con excedentes monetarios que en otrora se volcaban al dólar para proteger su patrimonio, hoy ven reducidos notablemente los incentivos que los llevaban allí. Los incentivos de la historia, y de las apetitosas tasas de interés que paga el BCU por retirar pesos de circulación en su lucha de control inflacionario.

Como costo oculto de esta realidad, es el encarecimiento relativo de nuestra producción medida en dólares. ¿Cómo es posible que estando bajo un sendero saludable de confianza en las instituciones, confianza en la moneda local e inflación bajo control esto sea un problema? Es que probablemente estemos analizando esta realidad con la lente empañada e impregnada de pasado donde el atraso cambiario artificial era autoinfligido como ancla inflacionaria. Si bajo situaciones de funcionamiento saludable nos tornamos poco competitivos tenemos que buscar las causas en otros aspectos del funcionamiento económico. No podemos pedirle a la política cambiaria lo que la misma no puede ni debe dar.

La medición de la evolución del tipo de cambio real, una aproximación al nivel del encarecimiento relativo entre dos o más economías al comparar evolución del dólar e inflación doméstica, nos arroja en términos globales cierto nivel de estabilidad en los últimos 3 años.

Al hacer doble click, encontramos fuertes disparidades al compararnos con Argentina, Brasil, México, China, EEUU o la zona euro. Mientras que con la zona euro, el Reino Unido y Argentina encontramos una mejora versus la observación de hace 3 años, con el resto de los mercados relevantes encontramos un deterioro de este indicador. ¿Alcanza un análisis de tipo de cambio real para concluir que no somos competitivos? Creo que no. Incluso la estabilización de la inflación doméstica debería ser la base que fortalezca ese desempeño de costos incrementales.

Las diferencias de precios fronterizos relevados por la Universidad Católica si bien ilustran en síntesis el estado de los precios relativos, también muestran severas divergencias que el tipo de cambio real no conseguiría explicar. Si bien por ejemplo las sábanas y toallas son un 20% más económicas en Salto versus Concordia, el detergente sale el doble en territorio uruguayo.

Cuando se analizan las diferencias de precios entre Artigas y la ciudad brasileña de Quaraí, las diferencias son más consistentes, mostrándose Brasil uniformemente más barato. Aún así llama la atención que siendo el país vecino una economía burocrática, pesada, con complejidad en su carga fiscal y obstaculizada logística, la yerba mate cueste la mitad versus territorio uruguayo, no habiendo impuestos al comercio entre ambas economías. ¿Somos caros por nuestro tipo de cambio? Seguramente tengamos otros tantos factores que inciden en la formación de precios y que deban llevarse toda nuestra atención en la materia.

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El dólar ha tenido su peor año en décadas en el contexto internacional, se ha debilitado de forma notoria frente al resto de las monedas. La búsqueda de intentos de equilibrios comerciales de la administración Trump no auguran de modo alguno la búsqueda de un fortalecimiento de su moneda, sumado a la reducción de tasas de interés. Se comienza a pagar menos por los dólares, baja su precio, por tanto su valor.

La situación Argentina nos recuerda que nada bueno surge de intentar administrar la cotización del dólar. Cuanto antes libere su mercado, mejor le irá y pagará el precio de la desconfianza en sus instituciones y en su moneda, antes de lograr sentar las bases de un nuevo proyecto. Eso aquí no ocurre. Por eso el dólar pierde peso, o va perdiendo contra el peso.

La actualización del índice de costo de vida para América Latina y el Caribe elaborado por Numbeo, muestra Uruguay en el podio, y el más caro para vivir, pero también el de mejores condiciones de capacidad de compra de su población. Vivimos entonces bajo una paradoja. Mientras nuestras mejores plumas provocan estabilidad, también nos demuestran todo lo que aún nos falta para incrementar nuestros niveles de competitividad, dando un salto hacia el desarrollo.

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