Esta es una historia pequeña. Hay un hombre que conoce a una mujer, hay algunas personas que los rodean, hay una ciudad, algunos encuentros, conversaciones tranquilas, un tupper de sopa, musgos. No mucho más en esta película. Una historia pequeña. A veces es suficiente.
Here, un hombre bueno, se estrenó este jueves 23 en Cinemateca, por cuyas salas pasó en marzo de 2024, en el marco del último Festival Cinematográfico Internacional de la institución. Ahora, sin tanto ruido como otros estrenos de esta fecha que se perfilan como candidatas al Oscar y a los demás premios de Hollywood, esta película belga tiene su revancha en las salas, y es un oasis de tranquilidad entre la rimbombancia, la épica y el boato de la mayoría del cine que domina estas fechas.
Eso también tiene que ver con el perfil de las historias que suele contar su director, el belga Bas Devos. Historias ambientadas en Bruselas o sus alrededores, protagonizadas por personajes que no están en el centro de la sociedad o a los que se les suele pasar por el costado sin saber que pueden ocultar historias cotidianas pero igualmente encantadoras.
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Su película anterior, Ghost Tropic, seguía a una empleada doméstica de origen magrebí en un viaje nocturno por la capital de Bélgica, a pie, tras quedarse dormida en el metro y perder toda posibilidad de regresar a casa en transporte público, en un camino en el que la mujer de mediana edad se iba encontrando con distintos personajes que la ayudaban en su viaje.
Here tiene también a un inmigrante en una aventura cotidiana en su centro. En este caso es Stefan, un obrero de la construcción rumano que está a punto de volver a su país, sin que quede muy claro si de forma permanente o temporal.
Stefan se pasa sus últimos días en Bruselas trabajando, limpiando su casa y su heladera (hace una sopa que le va regalando a sus amigos y compañeros de trabajo), y recorriendo la ciudad por la noche, porque no puede dormir.
En uno de esos vagabundeos nocturnos se topa con Shuxiu, una científica chino-belga que trabaja en el restaurante de su madre mientras investiga musgos en un parque local para su tesis de doctorado. Un encuentro casual, que se va a suceder con otros y con una serie de charlas mínimas, introspectivas, encantadoras.
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Sí, es una película para poner a prueba los nervios de los miembros del club “no está pasando nada”. Una película de un minimalismo sueco o japonés, de un tono reposado, que le da valor al silencio, a veces tan necesario en estos tiempos hiperveloces.
Con su duración digna de película uruguaya promedio (una hora y veinte), Here puede definirse como una película que más que grandes giros narrativos o diálogos trascendentales, ofrece un clima amable, tierno, reflexivo pero siempre cordial, y algunas imágenes potentes en su simpleza y en su fascinación con ciertos detalles o atmósferas, desde los rayos del sol pasando por las copas de los árboles hasta una lluvia intensa.
Y en el centro, Stefan y Shuxiu, la bondad de él que avisa el título traducido y la curiosidad de ella, sus diferencias y sus puntos en contacto, la sensación de ambos de sentirse algo por fuera, y la capacidad de encontrarse –mutuamente y a sí mismos– en el tiempo y el lugar en el que se cruzan de forma inesperada.
Allí, en el poder del encuentro, es que la película pone sus fichas y sus líneas fuerza. Y es allí, en su pequeñez, que está su magia y su profundidad. Esta es una historia pequeña. Y a veces es suficiente.
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