Coco Pintos fue golero, manejó el ómnibus, fue cocinero y hasta tiñó las camisetas por Cerrito<br>
La ropa de entrenamiento de Cerrito<br>
Pintos de golero en un equipo con Césaro, Pele Cardozo, Matosas, Sarli y Ortiz entre otros<br>
Uno de los murales que está en la utilería<br>
El rosario y el mate de Pintos que reveló que Sergio Martínez fue el jugador más religioso que estuvo en Cerrito<br>
Las canilleras de Emiliano Bermúdez con la foto de sus sobrinos<br>
El equipo de música y la tv en el vestuario de Cerrito<br>
Los jugadores vendieron y organizaron rifas para tener un vestuario digno<br>
Las multas del plantel de Cerrito<br>

Fútbol > UN VIAJE AL CORAZÓN DEL FÚTBOL

¡Esto es Cerrito!

Coco Pintos siente que llega su fin en el club donde lleva 15 años de utilero, actuó a nivel profesional, manejó el ómnibus, cortó el pasto y hasta tiñó las camisetas para poder jugar
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23 de octubre de 2017 a las 05:00
Hay clubes que conservan la esencia más pura del barrio. Lo trasmite la camiseta, su gente. Son clubes que conviven con las tradiciones, que pelean con sus viejos vicios del amateurismo ante un profesionalismo que todo lo devora. Esos clubes son imposibles sin el trabajo de los héroes del silencio. Cerrito mantiene su esencia. La más pura expresión del sentimiento barrial. Lleva impregnado en su piel el espíritu del amateurismo.

Qué le van a contar a Favio "Coco" Pintos... Su viejo lo llevaba a ver al cuadro, vendió diarios en una esquina del barrio, cumplió su único sueño: jugar en el primero. Y cuando andaba sin laburo lo llevaron a la utilería del club de sus amores. Guardó la ropa en su casa, tiñó las camisetas de verde cuando el cuadro no tenía indumentaria de alternativa, manejó el ómnibus, cortó el pasto y hasta fue técnico por unas horas en el Estadio. Hoy, 15 años después, dice que su ciclo va llegando al final.

"Cerrito... (dice mientras se le ilumina la cara y le brillan los ojos) yo me acuerdo de niño que mi padre, cuando jugaba Cerrito, nos aprontaba temprano. Cuatro varones que íbamos todos a ver a Cerrito. Mi padre era fanático y nos inculcó de siempre el cuadro. Yo arranqué a jugar en Huracán Buceo. Y siempre decía que cuando tuviera la edad de Quinta me iba a ir a Cerrito y así pasó. De niño soñaba jugar en el primero de Cerrito y nada más. Lo logré", comenzó diciendo a Referí.

El utilero de Cerrito jugó como golero. Se formó mirando las locuras de un histórico como el "Loco" Carlos Queijas. "Un tipo capaz de saltar el alambrado e ir a pelear contra la hinchada de su propio cuadro, por Cerrito. Yo lo vi, no me lo contaron. ¡Por Cerrito!".

En esos tiempos el técnico era Miguel Puppo. "Era de los técnicos antiguos. Miguel llegaba y decía: 'Hoy es fútbol del bueno', y tiraba la pelota al medio y a darse. No había foul no había nada, todo guerra".

El Coco, como lo conocen en el club, contó: "En mi época de jugador no cobrábamos nunca y como yo era del club, socio, cuando llegaba la hora de refinanciar la deuda me daban dos pesos y pasaba".
Después que se retiró fue canillita en el barrio. Trabajó 10 años en un parking de Raúl Möller hasta que se encontró con un viejo conocido como Walter Audifred que en ese entonces era el gerenciador y le dijo: "¿No te cohibe ser el utilero?". Desde aquella charla ya pasaron 15 años plagados de anécdotas y recuerdos.

"Yo en algunas cosas todavía me siento jugador y acá la hinchada es brava y me he peleado con todo el mundo por los jugadores. Una vez en la cancha de Miramar me agarré a las piñas por defender a Álvaro Pintos. Le pegué una trompada a uno".

La comida del Betito

Coco no olvida a unos de los últimos ídolos como el Betito Acosta.
"El Beto un día nos invitó a comer al masajista y a mí. 'Ta, nos preparamos, como para ir a comer a la casa. Llegamos pensando: 'Hará un asado'. ¡Nos llevó a un carrito! (risas). Era un penal el Betito. Un bohemio. Pero qué jugador".

El utilero del Cerri agregó: "El Beto tuvo un cambio cuando Audifred le dio una tranquilidad económica. Le empezó a pagar los recibos, se puso más profesional y fue cuando creció. Cuando vino, laburaba en el mercado. Jugaba en el interior. Lo trajeron Carlos Píriz y Fernando Méndez. Era flaco, se caía. El tema es que lo empezaron a pucherear y cambió su físico".

Con el paso del tiempo Pintos pasó a manejar el ómnibus. "Un día vengo por General Flores y de repente vemos un carro de caballo cargado hasta la manija. El caballo no quería más y el loco que iba arriba le empezó a pegar. Y el Coco Benia empezó a gritar: '¡Pará, pará el ómnibus!' Paramos y me dice: '¿Que tenés ahí?'. Yo andaba con un fierro para pegarle a las cubiertas, lo agarró y lo sacó corriendo. Después lo embromaban: 'Cómo defendés a la raza".

Entre copas y caballos

Otra historia de caballos le pasó con Mezonia, un 9 del interior que vivía en Villa Española. "Una vez se apareció a entrenar a caballo. Otro día vino en bicicleta y la dejó porque había quedado cansado. Y apareció más tarde a buscarla arriba de un carro de caballo".

A la hora de hablar de jugadores recuerda: "El Lachi Cardozo vino y no jugaba. Teníamos un botija que ayudaba. Entonces el Lachi lo agarró y le dijo: 'Yo te voy a dar 50 pesos y vos cuando vayan 15 minutos del segundo tiempo te sentás atrás del técnico y empezás a gritar ¡poné al Lachi!' Y el Gordito iba todos los partidos y gritaba: 'Poné al Lachi, poné al Lachi!'. Hasta que un día el técnico se avivó y en una charla le preguntó y el botija lo quemó: 'Él me da plata para que grite que lo pongan".

El gesto de Ligüera

La cancha de Cerrito está enclavada en el Borro y sufrieron robos. En el último se llevaron todos los zapatos. "Los jugadores todos muertos. Entonces Harry Acosta llamó a Martín Ligüera, que lo conoce por haber jugado juntos, y le contó. Al otro día Ligüera mandó 14 pares de zapatos".

Coco dice que hay gente que le reconoce muchas de las cosas que hizo por el club y otros no.
"Audifred siempre me dijo que hacía cosas no tenía que hacer como marcar la cancha. Un día jugamos con Progreso, no me olvido más, habíamos descendido y no teníamos camisetas de alternativa y como teníamos muchas amarillas me fui a mi casa y las teñí de verde. Jugamos con esa camiseta. Llegué a cortar el pasto, cocinar en concentraciones, manejaba el ómnibus y no cobraba.

Cerrito es mi vida. Cerrito es Cerrito. Una vez un amigo me dijo: 'Te voy a llevar a ver a Independiente, vas a ver lo que es la gente cuando el equipo salga a la cancha, se mueve, la sangre se te alborota'. Fui y le dije: 'Son unos con camiseta roja, a mí el único que me altera la sangre es Cerrito'. Hoy veo a mi hijo jugando en Cerrito (se emociona) y 'ta (respira profundo) quizás son los últimos años en Cerrito, porque ya cumplí mi ciclo y no tengo más para darle. Pero siempre voy a estar".

Jugadores vendieron rifas para el vestuario nuevo

Favio Pintos reveló que uno de los jugadores que lo marcó en el club es el actual capitán Gerardo Acosta. "Se fue y volvió y siempre está dando una mano al club. Harry Acosta, fue el que tuvo la iniciativa de arreglar el vestuario. Empezó a organizar rifas para recaudar dinero y tener un vestuario digno. Y luego el presidente tomó la iniciativa y puso el dinero para hacerlo. Incluso para el clásico anterior Acosta dejó una camiseta para venderle a los hinchas y se recaudó para el mismo fin", comentó a Referí.

Maureen Franco

"Un día de barro entrenaba y dice: 'Me tengo que ir a trabajar'. Me tira la ropa, se viste y se va. Al otro día llega, se fue a cambiar y todavía tenía la mancha de barro en la rodilla (risas). ¡No se había ni bañado!".

Juan Pablo Russo

"Russo llegó al club y en la primera comida que tuvimos se pasó de copas y lo dejamos durmiendo en el Charrúa. Al otro día fuimos a entrenar y seguía durmiendo. Gran tipo".

Mario Amorín

"Llegó y era un gordo y todos decían: 'Este no puede jugar al fútbol, ¿quién lo trajo?' La primera práctica paró a los cinco minutos porque no daba más. Después se aburrió de hacer goles".

Mario Álvarez

"Marcaba el vestuario y le contaba a los gurises cómo arrancó, lo que tenía que hacer para darle de comer a las hijas. Tuvo que salir a pelearla. Hace poco laburaba de cantinero".

Yoel Burgueño

"El Negro Yoel debuta con Peñarol, entra, anda muy bien y estuvo un mes sin aparecer. Lo peor que cuando vino, fue como si nada. Marcelo Saralegui lo adoraba, le decía el Darío Silva".

Fernando Cañarte

"El técnico Edgardo Arias daba la lista y ponía los jugadores del 1 al 11. Viene Cañarte a la utilería y me dice: 'Yo en todos lados donde subí jugué con la 20'. Entonces le dije: 'No puedo Caña'. 'Bueno, ¿vos querés subir? Dame la 20'. Y se la di. Arias estaba malísimo. Pero subimos".

De la biblia del Polaco a los zapatos de Ortega

Coco dijo que a nivel de creencias y religión, nadie como el exgolero Sergio Martínez. El Polaco, de pasaje por las selecciones juveniles de Uruguay y Peñarol durante el Quinquenio, es sumamente religioso.

"El más religioso que vino acá y que llegó un momento que nos hizo creer a todos fue Sergio Martínez, el golero. Muy creyente. El loco venía, te leía la biblia y el equipo empezó a ganar. Nos llegó a convencer y llegó un momento en que creían todos", dijo el utilero de Cerrito.
Favio reveló que Martínez había puesto una virgen en el vestuario "y la teníamos que llevar a todos lados".

A nivel de cábalas le pasó otra insólita que también tiene puntos de contactos con la religión.
"La que me acuerdo es que acá vino un muchacho de Cerro, Alberto Ortega. Un día me dice: 'Tomá, llevanos estos zapatos para el partido'. Era un loco muy cuidadoso, prolijo con su ropa. Me pongo a cargar la ropa y cuando estoy con los zapatos no se me cae uno adentro de un balde agua. Y eran los de Ortega. Bueno, se los llevo igual. Y cuando se los doy me dice, 'pah están empapados". Coco no encontró mejor salida que tirarle: "Mirá, fui a la virgen y te los bañé con agua bendita". Ortega se puso los zapatos mojados y esa tarde voló en el partido.

"Después, todos los días antes de irse, pasaba por la utilería y me gritaba: 'No te olvides de pasar por la virgen'.
Favio terminó diciendo que: "Acá he visto jugadores que antes de un partido tenían que fumar un cigarro para calmar los nervios, incluso en el entretiempo algunos daban algunas pitadas. Ahora pasa menos, antes era común. Y varios lo asumieron como cábala".

Pero la que no olvida es la del año 2003. "Cuando subimos con Möller el equipo entrenaba en el Complejo Malvárez. Y resulta que hasta que yo no encontrara un trébol de cuatro hojas no nos podíamos ir. Arrancaba la práctica y yo salía a buscar el trébol. Cuando lo encontraba se lo daba. Por suerte nunca nos fuimos de noche, andaba con suerte y lo encontraba".

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