Llega un momento en que todo transcurre a la misma velocidad, en que el trabajo se transforma en la medida de una vida estática y sin sobresaltos, un momento en que el sopor y el estrés se entremezclan y nos llevan a límites físicos y mentales difíciles de superar. La distancia a la licencia se hace eterna y el cansancio se acumula sobre los hombros, haciendo que cada día sea más difícil de sobrellevar que el anterior. Y cuando llega el fin de semana, poco se puede hacer para recuperarse. En este marco es que realizamos esfuerzos extras para lograr estar a la altura de las expectativas laborales, y cuando eso se prolonga es que llega una de sus peores consecuencias: el burnout.